Sócrates y Platón

Sócrates y Platón

Sócrates (470/469–399 a.C.)

Platón (427–347 a. C.)

Retomamos el recorrido por la filosofía en la Grecia antigua.

Alguien me preguntó al final de la clase pasada por la escritura musical en Pitágoras. Es un tema que, como Kojève, no lo tengo suficientemente trabajado; los retomaré en algún otro momento en que trabajemos la filosofía.

Sócrates. Nacido en Atenas, hijo de un escultor y de una comadrona, con lo que parece que bromeaba a menudo diciendo pretender de ser comadrón de ideas.
Sirvió en diversas guerras y se distinguió en varias batallas. Amigo de Alcibíades (amistad que fue muy criticada), reunió pronto una buena cantidad de discípulos, entre los que se distinguen Platón, Jenofonte y Euclides de Megara, varios de ellos fundadores de las llamadas escuelas socráticas.

Considerado con frecuencia como uno de los sofistas, y especialmente interesado en sustituir los antiguos dioses oficiales por otros nuevos, se atrajo pronto numerosos adversarios, que fueron sembrando por Atenas murmuraciones contra él de corruptor de la juventud y de impio.

En 399 fue condenado a beber la cicuta y aunque se le propuso huir de la prisión, no aceptó y prefirió hacer culminar con una muerte libremente aceptada una vida que había estado dirigida a enseñar que la filosofía no es una especulación sobre el mundo, otra de tantas actividades humanas, sino un modo de ser en la vida por el que es preciso, cuando convenga, sacrificarla.

Sócrates no escribió nada y no se movió de Atenas. Su actividad se desarrollaba charlando en las plazas con cuantos quisieran buscarse a sí mismos y encontrar la fuente de la virtud. Su habilidad consistía en persuadir y disuadir, su método no era la exposición, sino el diálogo y, sobre todo, la interrogación.

La figura de Sócrates es muy compleja, objeto de numerosos debates. Las diversas fuentes directas por las que lo conocemos no permiten formarse una imagen clara de un filósofo, que sin embargo creemos conocer. Como señala Lacan es muy sorprendente, incluso, ver quien lo acompañaba, y quien no lo acompañó, en el momento de la muerte.1

Podemos hacer un seguimiento académico con Ferrater, después que la lectura de Lacan nos haya vacunado contra la cantidad de prejuicios que han quedado establecidos sobre Sócrates2.

En la forma más tradicional y que mayor influencia ha ejercido, Sócrates no

1 Lacan, J.: “Problemas cruciales del psicoanálisis” lecc: 9. 12. 64.
2 Ferrater Mora: “Diccionario de filosofía”.

plantea una nueva doctrina cosmológica como los pensadores de Jonia, sea Heráclito o los pluralistas, ni debate todas las materias, como los sofistas, sino que ataca toda doctrina que no tenga por único objeto examinar el bien y el mal. Se oponía a seguir filosofando en la superioridad, la satisfacción y la suficiencia.
Según los sofistas, el sujeto humano es un espejo de la realidad; si ésta es multiforme, el espejo también lo será. Según Sócrates, el sujeto humano es el centro de todo cuestionamiento; como la única cuestión es “conocer el bien”, el sujeto tiene una sola realidad.

Con Sócrates cambia el sentido del pensamiento. Se trata de conocer ante todo qué debe conocer el hombre para conseguir la felicidad, que es primordialmente felicidad interior, no goce de las cosas externas, que no son eliminadas, sino resituadas. El hombre puede, no obstante, preguntarse por la Naturaleza siempre que tenga presente que este saber es vano si no va dirigido a producir un saber sobre la realidad del hombre. Como esa realidad es para Sócrates de carácter moral, la cuestión moral, y no la cosmológica o la epistemológica, se sitúa en el centro de su filosofía.

La irritación que causaba Sócrates en muchos contemporáneos se atribuía a que veían en él un destructor de ciertas creencias tradicionales, pero se debía realmente a que intervenía en aquella zona donde los hombres más se resisten a la intervención: en su propia vida. Con sus constantes interrogaciones hacía surgir lo que se quería mantener oculto: las contradicciones.
Toda su obra se dirigió a plantear preguntas, a hacer desvanecer falsos saberes e ignorancias encubiertas, a mostrar la falta, más que a tratar de dar soluciones. Para descubrir problemas hay que aprender a leer la realidad, y Sócrates convirtió el querer leer en una de sus máximas virtudes. La virtud y la razón no son contradictorias para él; al contrario, la equiparación de saber y virtud fue uno de los rasgos sobresalientes de su doctrina: con la única condición de ser auténtico, el conocimiento conduce a la vida virtuosa, que no es posible sin conocimiento; proponía que sin el constante razonar el descubrimiento de lo que es justo, bueno y virtuoso es imposible.

Sócrates se define, a través del oráculo de Delfos, como el más sabio de todos los hombres, justamente porque es el único que sabe que no sabe nada. Para él la sabiduría surge, ante todo, de la falta. Criticaba a todos los que habían pretendido poseer muchos saberes; pues olvidaban, decía, que el único saber fundamental es el que surge del imperativo: “Conócete a ti mismo”.

La definición, de la que es considerado el inventor (así como Aristóteles inventó los silogismos, Descartes las ideas claras y distintas, Kant las categorías, etc.), desempeñará un papel fundamental, pues decía que hay que precisar qué es aquello de lo que se trata, para fundar una ética en el pensar.

Como con frecuencia es difícil llegar a producir definiciones, empleaba la dialéctica, sin la que no podía confundir al adversario, sin la que no podía iluminar al interrogado, extraer de su alma, por medio de preguntas, lo que el alma ya sabía, aunque sin saber que lo sabía. De este modo enseñaba la virtud, la imponía mediante la ley, la mostraba mediante el ejemplo. La virtud debe aparecer como el resultado de una búsqueda racional infatigable, decía, en el curso de la que el hombre se va adentrando en sí mismo a medida que va desechando toda vana curiosidad.
Vemos ciertas similitudes, pero también ciertas diferencias con el quehacer del psicoanalista.
Ferrater Mora aporta otras versiones de la figura y la tarea de Sócrates. Toma para ello las tres fuentes más directas que tenemos, y que difieren en muchos aspectos:

La imagen que ofrece Platón en sus diálogos (especialmente en los primeros, donde parece haber reproducido con mayor fidelidad las conversaciones socráticas) es considerada por muchos como la más justa, pero en ciertas ocasiones es excesivamente idealizada. La imagen que ofrece Jenofonte sigue siendo la de un sabio enteramente volcado en la identificación de la virtud con el saber, pero la figura es menos atractiva y por tanto ha tenido menos éxito. Y Aristófanes presenta una caricatura, pero cómo en toda buena caricatura se reconoce el modelo, pues los asistentes a las representaciones de “Las Nubes” pudieron reconocer a Sócrates.
Contribuye a la confusión el que Sócrates haya podido dar origen a tan diversas formas de pensamiento como el platónico, el cínico y el megárico (más la cantidad de escuelas posteriores que reclamaron a Sócrates como antecesor).

La referencia de Lacan a Sócrates es fundamentalmente ética
lo nombra primer analista, porque hace hablar a Alcibíades manteniendo incógnito su deseo3, aunque los analistas, debemos además, inhibir la demanda, anular la contratransferencia y enigmatizar el goce
respecto a su aceptación de su muerte, señala que aceptar las consecuencias de nuestros actos nos humaniza, que sólo asumir nuestra responsabilidad nos permite respetarnos4.

Platón. Nacido en Atenas, de familia aristocrática, fue educado por los mejores maestros atenienses de la época; el nombre “Platón” es un apodo (“el de anchas espaldas”), su

3 Lacan, J.: “La agresividad en psicoanálisis” pg. 99, “Función y campo de la palabra y el lenguaje” pg. 280-2, “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo” pg. 805-6. Escritos Ed. Paidos Y varios seminarios, fundamentalmente “La transferencia” El seminario, libro 8
4 Lacan: “Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en criminología” pg. 120. Escritos Ed. Paidos

nombre era Arístocles.
La política, que le preocupó siempre, lo llevó invitado tres veces a Siracusa, donde se relacionó con los pitagóricos. Aunque algunos se entusiasmaron con sus doctrinas, de modo que pensó que podría poner en práctica sus ideas de reforma política, el resultado de los viajes fue desastroso: una vez (hacia 387) fue ofrecido como esclavo en el mercado de Egina (que estaba entonces en guerra con Atenas) y tuvo que ser rescatado, de vuelta a Atenas fundó la Academia; la segunda fue expulsado; la tercera tuvo que huir por estar implicado en las luchas políticas del Estado, regresando de nuevo a Atenas, donde permaneció hasta el final de su vida consagrado a la Academia y a sus escritos.

A los 18 años se incorporó al círculo de Sócrates, quien ejerció gran influencia sobre su vida y sus doctrinas; esa influencia lo convirtió en filósofo y en el discípulo más original de Sócrates. Tras la muerte de éste, se estableció un tiempo en Megara, con Euclides (el alumno de Sócrates, no el matemático que veremos en unos días) y de regreso a Atenas comenzó sus enseñanzas filosóficas.
Según la clasificación de Ferrater, la primera parte de la obra de Platón es prácticamente la exposición de la de Sócrates; fundamentalmente los diálogos de la primera época son la trasmisión de las conversaciones mantenidas por Sócrates con sus amigos, discípulos y adversarios, y elaboraciones del pensamiento socrático. Por boca de Sócrates, Platón se opone al relativismo sofístico, es decir plantea que hay una posibilidad de conocer, que no depende de factores circunstanciales, y por tanto desarrolla una teoría del conocimiento.

La cuestión fundamental para Platón es la política, se trata de conseguir la concordia social, que sólo puede obtenerse cuando hay acuerdo acerca de quién debe regir el Estado y del lugar que le corresponden en él a cada individuo y a cada estamento social. La justicia deberá determinar esos lugares y regir las relaciones entre las diversas clases. Será el filósofo, el jefe del Estado educado en la filosofía, quien pueda plantear las preguntas fundamentales –sobre lo justo, lo injusto, el bien o el mal- y por tanto deberá gobernar la sociedad, pues considera que el gobernante sin conocimiento no será un buen gobernante.

Ya hicimos referencia al mundo árabe como vehiculizador y articulador de los componentes de nuestra cultura. Queremos ahora destacar el precio que han pagado por ello. Efectivamente, con ligeras modificaciones (sabio = santo, p. ej.), nos encontramos con que el ideal platónico se ve realizado en el estado coránico en el que lo líderes político/religiosos, en virtud de determinadas coyunturas políticas internacionales, pueden protagonizar su realización en Oriente próximo, donde establecen la “sharia”.

5 Ferrater Mora: op.cit.

Para esa tarea filosófico-política le era necesaria una teoría del conocimiento: su teoría de las Ideas, el desarrollo propiamente suyo, que une al interés epistemológico aspectos éticos, metafísicos y de filosofía política. Ya en los diálogos socráticos como el Banquete y el Fedón, aparecen rasgos de esta teoría y luego se añaden otras influencias: fundamentalmente Parménides, Heráclito y Pitágoras.
Platón es lo que hoy llamaríamos un idealista racionalista; plantea de entrada que para conocer correctamente la realidad, es necesaria la reflexión, que las Ideas fundamentales son innatas, y que la opinión común, la que se guía por la percepción, se queda en las apariencias y no llega a producir saber.

La “técnica” para generar ese saber empieza, como en Sócrates, por dar las definiciones correctas de cada realidad, definiciones que se construyen con el proceso sistemático de la división. La realidad se nos presenta plural –el mundo de las apariencias que para el hombre común constituye toda la realidad-, es necesaria la reflexión para ordenarla; hay que encontrar las propiedades esenciales de cada entidad para agruparlas en clases; definir una entidad es colocarla en la clase a la que pertenece, y a ésta en su nivel lógico de la jerarquía; la jerarquía, a su vez, se determina por el género próximo y la diferencia específica. P. ej. El hombre es un animal racional : animal es el género próximo, la clase más próxima en la que está incluida la clase hombre; racional es rasgo que diferencia a la clase hombre de la clase animal. Una entidad definida deja de pertenecer al mundo de las apariencias y deviene un concepto, de modo que el concepto es el medio con el que se recorta la realidad para poder ser pensada. De este modo se ven las realidades desde el punto de vista de las Ideas.

Mediante la definición filosófica de la realidad llegamos a conocer la esencia de cada entidad, de manera que podamos considerar todos los casos posibles y efectivos de la realidad estudiada. Pero más allá de la elaboración del conocimiento de la realidad, podemos pensar el saber mismo, la teoría del saber, es a eso a lo que llama la verdadera ciencia, para lo que es necesario el instrumento más elaborado del pensar: la dialéctica.

Platón plantea una jerarquía del saber porque piensa que hay una clave que sostiene el edificio entero de la realidad y de su conocimiento: son las esencias, o Ideas; así como hay un intermedio entre el ser y el no ser -el mundo de los objetos sensibles, que no son enteramente reales, pero tampoco enteramente inexistentes- hay un modo de saber intermedio entre la ignorancia y el verdadero conocimiento: la opinión, que no es simple sensación, sino una reflexión sobre los asuntos de

6 Platón: “Los diálogos” Ed. Gredos 7 Sería correcto también, y para nosotros más adecuado, traducir logon por hablante.

carácter práctico, en los que basa un conocimiento probable o plausible.

En los primeros seminarios Lacan trata de los saberes y de su transmisión. En verdad no deja de hacerlo a lo largo de toda su enseñanza, teniendo en cuenta la especificidad del saber del psicoanálisis en relación con otros saberes con los que se relaciona – siguiendo la vocación de cientificidad que dejó impresa Freud en la praxis psicoanalítica- y de los que se distingue.
La teoría de las Ideas, que son la verdad de las cosas, es el eje de toda su especulación. Se trata de verdades que el alma posee de manera innata y a las que tenemos acceso8 si hacemos el esfuerzo de renunciar a la percepción como principal guía de nuestro conocimiento, a la facilidad de la comprensión de las cosas sensibles, y si nos tomamos el “trabajo” de vivir una vida en contemplación.

Dependiendo de la lectura que se haga de la metáfora de la caverna9 -en la que los hombres parecemos encadenados y obligados a mirar sólo la pared del fondo, donde se proyectan las sombras de las cosas exteriores por la luz que entra por la puerta de la cueva- esta vida contemplativa o teórica parece no ser posible en este mundo, y quedar reservada a los dioses. Pero Platón plantea que puede llevarse en esta vida una existencia en la que tengamos acceso a las ideas, haciendo el trabajo que ya dijimos; en realidad es lo que pretende transmitir cuando trabaja el problema del conocimiento verdadero a través de los conceptos.
Algunos han interpretado las «Ideas»10 como entidades metafísicas, objeto de contemplación intuitiva, reservadas a los que son capaces de realizar el esfuerzo necesario. Para otros, se trata de estructuras de conocimiento de la realidad, más semejantes a las hipótesis matemáticas que a las realidades metafísicas. Para otros aún, son modelos, una mirada estable sobre la inestabilidad de la realidad, cuando se detiene el fluir incesante de la realidad en ciertos momentos privilegiados. Todas estas interpretaciones describen algo presente en la compleja teoría platónica.
La complejidad aumenta al recordar que, junto a la cuestión de la naturaleza de las ideas, Platón trabajó también y dejó inconclusa la forma de relación de las Ideas con las cosas, y la de las Ideas entre sí.
En el Sofista11 manifiesta que una Idea puede participar en otra Idea. En los

8 Platón: “Menon. Diálogos” Ed. Gredos 9 Platón: “La república”. Op.cit.
10 Ferrater Mora: op.cit. 11 Platón op, cit.

diálogos primeros y los intermedios, las ideas de que se hablaba eran la justicia, la virtud, etc., ideas que pueden, dice, comprenderse relativamente sin esfuerzo; por ejemplo: ser justo es aproximarse lo más posible a la idea perfecta de justicia. Pero no le parece que las ideas deban limitarse a semejantes entidades. En el Parménides, postula que hay Ideas de cosas vulgares, tales como la suciedad y los pelos. Al llegar a este punto vacila, pues si una cosa es en tanto que participa de una Idea, habrá tantas Ideas como clases de cosas, y entonces cada Idea será el «modelo» de cualquier cosa de su correspondiente clase. Pero entonces las Ideas se multiplican hasta perder su sentido.

Ciertas Ideas tienen que constituir el eje del mundo inteligible. Encuentra cinco «grandes géneros»: el ser, la igualdad, la diferencia, el movimiento y el reposo, en base a los que puede ya comprenderse la estructura inteligible de la realidad. Pero ¿qué pasa cuando el ser puede predicarse al mismo tiempo del movimiento y del reposo? Eso lo conduce a una nueva reducción: son sólo tres grandes géneros: el ser, la igualdad y la diferencia, que pueden predicarse de todas las formas. La dialéctica -que se enseña al final del largo proceso educativo que propone12– muestra cómo se unen y separan las ideas, que algunas ideas se mezclan y otras no, y la necesaria jerarquía que debe establecerse en el mundo inteligible a fin de que no se produzca una ruptura entre los grandes géneros y el resto de las entidades.

¿Las formas que Platón propugna deben ser entendidas como estando supuestas por nuestro conocimiento en las cosas sensibles, o bien como entidades separadas completamente de las cosas? En ambos casos se reconoce la naturaleza «objetiva» de las ideas. Pero mientras en la primera interpretación -que puede calificarse de inmanente- se tiende un puente entre las ideas y las cosas, en la segunda -que puede calificarse de trascendente- se acentúa su separación. De la solución que se dé a esta cuestión depende la interpretación total del platonismo.

Finalmente algo sobre su teología: en la República, es posible considerar la idea del Bien equiparable a Dios, pero, a partir de este diálogo, es posible también mantener lo contrario. Las cuestiones teológicas se presentan con más claridad en el Timeo, diálogo que ejerció una influencia muy importante al final de la Antigüedad y durante toda la Edad Media. Platón presenta al cosmos engendrado por una combinación de necesidad e inteligencia: la inteligencia controla a la necesidad y la persuade a que lleve siempre hacia el mejor resultado posible la mayor parte de las cosas que llegan a ser; esta inteligencia es aquella norma sobre la que se va a basar el demiurgo, un Dios, pero un Dios que trabaja con

12 Platón: “La República” op.cit

los ojos fijos en los modelos de las Ideas. Su actividad lo lleva a producir el alma del mundo por la mezcla (ordenada) de lo Mismo y de lo Otro (el ser, la igualdad y la diferencia), el tiempo como medida (ordenada) del universo y como imagen móvil de la eternidad, el alma humana y la realidad física.
Una lectura posible es que el mundo ha sido hecho por el demiurgo de acuerdo con las Ideas, mediante una combinación de lo determinado y lo indeterminado a fin de sacar de esta combinación el mejor partido posible.

Lacan nombra a Platón múltiples veces a los largo de sus escritos y seminarios, a veces en obvia relación a Sócrates -al que conocemos por el enorme trabajo de transferencia que los vinculara- y de quien sin embargo hay que distinguir y otras para destacar su teoría de las Ideas como el máximo exponente del racionalismo en la Antigüedad, en oposición a Aristóteles y en equilibrio con él.

Angeles Moltó