11 Ago La sublimación
En 1912 Freud dice, en una carta a Jung, a propósito de un proyecto de trabajo de L.A. Salome, que “(…) puede ser aceptado a condición de que se conforme [ella] con el término Sublimierung (que remite a un proceso) y que deje la Sublimation (en tanto estado alcanzado) a la química. Si es un parloteo sobre el ideal, dice, debemos rechazarlo”.
La sublimación es un término que se presta extraordinariamente a la contaminación por el ideal, y ahí se han extraviado cantidad de analistas, llegando, incluso, a proponerse como ideal al que los pacientes habrían de identificarse al final de su análisis.
Otros han quedado atrapados en la ilusión de una normalidad que sería posible, a través del recurso al padre -por una disolución completa del complejo de Edipo- (incluso Freud la mantuvo mucho tiempo); pero también a través del recurso a la sublimación como destino de la pulsión, a pesar de que Freud decía que hay algo en ella reacio a dejarse domeñar.
Se ha planteado el recurso a la sublimación como posibilidad de salvarse, de sustituir un síntoma por una actividad exenta de conflicto (los ej. típicos son los cirujanos o los bomberos); el problema es que cualquiera de estas actividades puede ser una transformación en lo contrario de la pulsión en lugar de una sublimación, de modo que la sustitución no puede distinguirse del síntoma mismo, pero considerado no patológico. “El aflojamiento de la coacción pulsional, dice Silvestre, sigue siendo asunto del contrato que el sujeto haga con el síntoma”.
El recurso a la sublimación como posibilidad de salvar la Cosa “que no es más que una ilusión, dice Lacan, pues estamos separados de ella por el significante”; está imposibilitada por la represión primaria, diría Freud.
La sublimación en Freud
1905 – “Tres Ensayos…”
La sublimación es el proceso por el que las fuerzas pulsionales son desviadas de sus fines sexuales y orientadas hacia otros, socialmente valorados.
Uno de los destinos de la libido excesiva y perteneciente a las pulsiones parciales puede ser:
1 Silvestre, M.: “Mañana el psicoanálisis” Ed. Manantial
2 Lacan, J.: El seminario. Libro 7 “La Etica” Ed. Paidos
- inhibida en su fin –renunciando a la Befriedigung (satisfacción, pulsional en este caso);
- y desviada hacia: objetos socialmente valorables, funciones culturales, …
- es un destino de naturaleza distinta a la formación reactiva, distinta, pues, de la represión
La vía para este proceso sería la que va de las funciones orgánicas a la sexualidad en el surgimiento de ésta por apoyo. Los mismos caminos que van de la necesidad a la pulsión, y que recorridos en dirección inversa llevan a disfunciones de la necesidad –anorexia, p. ej.- sirven a la sublimación; los mismos procesos pueden llevar a la enfermedad o a los destinos más elevados.
En el síntoma: la función queda sexualizada (p. ej. en el obsesivo el pensar se erotiza), en la sublimación: la curiosidad sexual infantil deviene investigación desexualizada.
Luego, en las distintas obras, la sublimación aparece a veces como un destino posterior a la represión, otras apoyado en la identificación, en el yo, … sobre todo no se ve la manera de distinguirla de la idealización.
Los “Tres Ensayos…” ha sido considerada respecto a diversos conceptos como una intuición genial, lo que se confirma con el tema de la sublimación, pues durante un tiempo no consigue hablar de esta noción sino para contradecirse.
En 1915 “Introducción al narcisismo”
Dice que tanto idealización como sublimación implican un proceso de desexualización, pero que en la 1ª se opera en el objeto amoroso u hostil perdido e integrado en el yo por identificación, y en la 2ª en la pulsión
Y en 1919 “Pegan a un Niño”
Comenta, casi al pasar, que la sublimación ha de ser un proceso especial en la pulsión, que la represión obstruye; no dice más, pero no es poco, es un retorno a los “Tres Ensayos…”
Finalmente en 1929 en “El malestar en la cultura”
La sublimación se asocia a cultura y ambas a una renuncia al goce.
“La sublimación, dice, es una satisfacción de una clase especial que algún día seguramente podremos caracterizar metapsicológicamente”. (Hemos de leerlo como una invitación a trabajar.)
Desexualización por las vías del apuntalamiento
“Si la sublimación es sin represión, dice Silvestre, no basta [para la
3 Freud, S.: “Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci”
4 “Mañana el psicoanálisis” Silvestre traduce Reprásentanz por representante!!
desexualización] con inhibir el fin de la pulsión, tiene que implicar una modificación en aquello en lo que se apoya, su representante (Triebrepräsentanz) huella abolida para siempre”, en la represión primaria.
Laplanche se plantea qué significa deserotización y cual sería ese recorrido inverso de la pulsión que Freud propone en la base de la sublimación.
La deserotización tiene efecto, por un lado, en el fin de la pulsión, inhibiendo, renunciando a la satisfacción sexual.
Para que se dé el recorrido en dirección inversa algo tiene que ocurrir en la fuente, que Laplanche sitúa en las pulsiones de autoconservación. Al intentar mantener el concepto de autoconservación en el origen del apuntalamiento, llega a una conceptualización sin salida, pues el retorno desde la sexualidad, que implica la sublimación en Freud, no puede hacerse más que al yo, y entonces estamos en el campo de la identificación. Piensa la autoconservación como la unidad madre – hijo, a la que ella aporta irremediablemente desde el inicio su deseo; dice que toda la autoconservación está recubierta por la sexualidad y es ésta quien sostiene a la otra y no al revés; pero entonces no se entiende la ventaja de hacer participar este concepto.
De todos modos, así lo que queda escamoteado es lo real: “todo es sexualidad” es tan simplificador como “todo es significante”.
La sublimación, dice Lacan, muestra precisamente que el apoyo de la pulsión no tiene nada que ver con el instinto ni la autoconservación, sino con das Ding en tanto diferente al objeto que vendrá a su lugar.
Al objeto en tanto punto de fijación imaginario que brinda una satisfacción a una pulsión, objeto de un reencuentro que presupone que anteriormente el objeto que nunca existió haya sido perdido. Este rencuentro ocurre según el principio del placer, ese modo en que el sujeto es llevado a cercar, concebir, la Cosa –“aquello de lo Real primordial que padece del significante”.
Habría así un Real primordial supuesto que es recortado por el significante, y a la vez el significante es el único modo de concebirlo. Pero son dos momentos; en el juicio de atribución es más claro: a + b.
Real S1 S2 S2 S2 S2 Sn significante primordial cadena
un significante S 1 surge de la cadena y nombra algo pero algo de lo que se trate quedará sin decir —> “a”
5 Laplanche, J.: “La sublimación” Amorrortu editores
6 “La Etica” op.cit.
y en tanto 1ª experiencia de satisfacción será irrepetible, objeto perdido que nunca existió “a”
“a” es ese inmutable, indecible, que genera el juicio y al mismo tiempo es generado en ese momento en que es expulsado por la palabra; “a” es el objeto perdido que nunca existió.
“b” son los atributos que buscaremos en el objeto que venga del futuro
Evidentemente este movimiento es impensable sin la presencia–ausencia del Otro, en el que esta expulsión cava un agujero (A), y sin su Demanda que está en el fundamento mismo de la pulsión ($<>D), como indica la fórmula.
Lo que en Freud era apuntalamiento, apoyo en la función, en Lacan es palabra del Otro (Demanda) subvirtiendo la función (en una 1ª época).
Pero la sublimación es una satisfacción que no demanda nada a nadie, aunque requerirá de los “otros” a la hora de la valoración social.
La renuncia al goce, inhibido en su fin: el $
La sublimación significa para Freud cierta satisfacción temperada de las pulsiones. Temperancia que no incumbe al yo, pues entonces el proceso remitiría a ese objeto idealizado que Freud rechaza para la sublimación. El ideal es un punto fijo, aún si sólo lo alcanza la esperanza, y la Sublimierung, como la piensa Freud en esa carta a Jung, es un circuito siempre por rehacer, que apunta al goce, único medio de que dispone el sujeto para “contar las vueltas”, diría Lacan.
La sublimación constituye una vía particular hacia el goce, que consigue cierta satisfacción en la renuncia, a condición de prolongar indefinidamente el recorrido. Una vía hacia el goce (Befriedigung) –fin pulsional- que Freud dice que en este proceso queda inhibido. Contradicción, dice M. Silvestre, que puede ser evitada en esa prolongación indefinida. Se trataría de suspender el goce, pero no retornando la pulsión a uno de sus cuatro registros parciales, sino relanzándola -y manteniendo al mismo tiempo la esperanza de poder escapar a esos registros- no en pos de un objeto, sino de lo que proporciona sus coordenadas: el significante.
“La sublimación no apunta al objeto bueno, sino a una sustitución significante incesante –el deseo mismo- para producir un significante adecuado al sentido buscado por el sujeto”. En la medida que el cuerpo renuncia a soportar ese sentido, el significante se impone como apoyo al sujeto en la búsqueda de la satisfacción. Freud lo llama, en algún momento, pulsión de saber. Este significante viene al lugar que deja vacío esa pulsión sexual unificada, la relación sexual que
7 Silvestre, M.: “Mañana el psicoanálisis”
no existe, y que revela el fracaso del Otro, significante de la falta en el Otro S(A).
El sujeto se esfuerza en representar al objeto como sexuado, combinando un resto innombrable -origen del deseo-, y un soporte fálico -encarnado en el cuerpo de uno u otro sexo-. La sublimación pretende hacer estallar ese objeto señuelo.
El pasaje del falo entre las pulsiones parciales y el amor, eleva el cuerpo a la calidad de objeto idealizado. La sublimación, en cambio, concierne al sujeto, “secunda al ser hablante en la prueba que le impone la lalengua de tener que encontrar sus palabras”, así pueda quedar atrapado en la ilusión de que puede apropiarse de ellas, de la articulación de un deseo que apunta a asegurar al sujeto en su particularidad.
El ser humano pide la palabra, pero ésta ni tiene condiciones para relacionarse con la sexualidad ni para acondicionar al humano a esa sexualidad.
La sublimación, de origen pulsional, es el medio por el que el sujeto crea un objeto, según el principio del placer, evitando así la castración (lo que sería del estilo de la alucinación) y al mismo tiempo renuncia al goce por la castración puesto que es la única manera. “Así, dice Silvestre, el sujeto deja surgir un significante al que enganchar su existencia puesta en peligro por la castración”. No se trata de superar la castración sino de obrar con ella, producir una obra. Este proceso propone a la pulsión una vía que conviene mejor a la palabra que la neurosis, un acceso al goce distinto del que abre el síntoma, que hace existir el cuerpo a riesgo del eclipse del sujeto.
Un significante es promovido al rango de objeto, de un objeto original, único, necesariamente inventado ex-nihilo como dice Lacan. Inventado con un significante que pierde peso a medida que la obra va tomando cuerpo. Sólo la sanción social, la evaluación mercantil, reintegra la obra al registro simbólico; pero ahí está ya perdida para el sujeto, el proceso debe recomenzar.
El ideal, el objeto, la Cosa
“La sublimación, dice Lacan, es elevar el objeto a la dignidad de la Cosa”. Se trata del objeto de la pulsión, y no de esa noción de objeto introducida en relación a los espejismos imaginarios. El proceso que sufre el objeto en la sublimación no tiene nada que ver con la identificación del sujeto al objeto, es un elevamiento que no se confunde con la idealización. La Cosa aparece en el “Proyecto… “ y en “La negación” Freud la llama lo interior excluido. Das Ding es un otro extranjero pero íntimo, es lo más propiamente “el sujeto”, el Otro
8 Op. cit.
9 Lacan, J.: El seminario. Libro 7 “La Etica” Ed. Paidos
absoluto, relacionado con los significantes pero extranjero a ellos, un organizador ex-timo.
“En la diferencia entre el Real Ich supuesto y el Lust Ich, alrededor del que se organizan las Vorstellung-räpresentanzen , los significantes, se sitúa el problema de la sublimación.”
Das Ding es aquello que en la vida prefiere la muerte, se aproxima así al problema del mal, más allá del principio del placer.
Un objeto puede cumplir esa función que le permite no evitar la Cosa como significante, sino representarla en tanto es un objeto creado. Para que el objeto pueda ser elevado al nivel de la Cosa, algo tiene que haber ocurrido en la relación del objeto con el deseo; tiene que ser un objeto perdido, pero ello no implica que desaparezca el objeto sexual -como sospechaba Laplanche, para el que el camino inverso desemboca en el yo-, al contrario, dice Lacan, bien puede surgir de la sublimación.
“La sublimación, dice M. Silvestre, ofrece a la pulsión, a falta de la Cosa, “otra cosa” original, inaugural, sin precedentes, orientándola hacia el Otro sexo, cuando el goce cuestiona al sujeto”.
Para acceder a algún goce, es necesaria una trasgresión que sólo se logra apoyándose precisamente en la interdicción, en las formas de la Ley. El objeto de la sublimación puede ser cualquiera, pero no de cualquier manera.
Si la pulsión puede cambiar de objeto es porque está situada en la articulación significante, constituida en una alienación fundamental; pero aquí de lo que se trata no es del objeto “rehallado” sino de la sustitución misma, del deseo. Si la sublimación es, siguiendo a Freud, la satisfacción de la pulsión sin represión, lo que se sabe es precisamente eso, que se trata del deseo no del objeto, de una satisfacción sólo concebible en relación a la muerte, porque el padre que abre el acceso al deseo es un padre muerto, un mito.
Las obras producidas por la sublimación, son el recurso de mantener una creencia que toma el relevo al saber cuándo éste confiesa su imposibilidad para recubrir la verdad y su negativa a otorgar un valor a una cosa. Descripción de Lacan que nos recuerda mucho a la que hace del mito.
La creación de ese mito moderno, introducir como primordial la función del padre, es una sublimación, dice Lacan.
La Dama del amor cortés también es una sublimación por cuanto la idealización no remite a ninguna mujer sino a una función. El objeto se introduce por la privación y la inaccesibilidad, el objeto femenino está vaciado de toda sustancia. La poesía cortés sitúa en el lugar de la Cosa cierto malestar en la cultura,
10 Op. cit.
un objeto enloquecedor.
También la pulsión de muerte es una sublimación, inventar un nombre para el campo innombrable del deseo radical de destrucción absoluta, de la que nos separa más lo bello que el bien.
El objeto de la sublimación no es del orden del bien sino de lo bello
Lo bello, cobertura de lo verdadero, detiene el deseo radical de destrucción absoluta, pero indica la dirección en la que se encuentra el mal. Defender el bien es exactamente prohibirse gozar de él, o sea desear.
El efecto de lo bello es suspender el deseo, pues no engaña respecto a su posición de señuelo. Del lado de la obra está siempre lo bello, sea arte, religión o ciencia.
La Cosa coloca al hombre en función de medio entre lo Real y lo significante, y en todas sus formas, creadas por el hombre, del registro de la sublimación, está representada por un vacío.
En el arte, la Cosa está Verdrängt, reprimida y la obra es un modo de organización alrededor de ese vacío (“La passe de Picasso” de R. y R. Lefort ).
En la religión la Cosa está verschiebt, desplazada, aplazada, y se trata de todos los modos de evitar, respetar ese vacío. La función de los 10 mandamientos es mantener al sujeto lo más alejado posible de la Cosa materna.
En la ciencia la Cosa está verwirft, forcluída y retorna desde lo Real perfilándose al término de la física; pero en el discurso de la ciencia la Cosa está mantenida en tanto descreimiento de la realidad psíquica.
Sublimación y psicoanálisis
No hay más bien que el que sirve para pagar el acceso al deseo, ni más culpa que ceder ante el deseo. La sublimación se dirige al goce y se paga con renuncia al goce, hay pues en ella algo del orden de la honestidad; hace vacilar al sujeto en el momento de prestar falso testimonio. Es necesario haber explorado la zona en la que Edipo avanza, luego de haberse desgarrado los ojos, pues sólo quien escapa a las apariencias puede llegar a la verdad, dice Lacan.
El análisis es una sublimación, lo dice Lacan en el seminario del Acto. La interpretación nutre lo Inconsciente a expensas del registro de lo pulsional, de lo que habitualmente prescinde de palabras; es un esfuerzo por alojar un saber allí donde sólo el goce sostiene al sujeto.
11 “La Etica” op.cit.
12 Lacan, J.: ”El seminario, libro 15, El acto psicoanalítico” inédito
El analista, en tanto sujeto supuesto saber, sería ese significante herramienta para la creación de una obra, significante que pierde peso a medida que avanza el trabajo, y que tiene que reinventar el psicoanálisis con cada caso. Pero su trabajo no es artístico, ni científico, el lugar de artista queda, en todo caso, para el analizante.
Lacan dice en algún lado que no hay fin de análisis sin entusiasmo; toma el término de Kant.
Kant dice que “lo sublime es un objeto que prepara al espíritu para pensar la imposibilidad de alcanzar la naturaleza en tanto que presentación de las ideas”; el beneficio que se obtiene, a partir del sacrificio de los poderes de la imaginación, es negativo.
Vemos que contrapone sublime, cuyo afecto dirá que es el entusiasmo, e imaginación.
En una serie: imaginación, exaltación e ilusión –que define como creer que sobrepasados los límites, aún hay límite-, que podemos pensar del orden de la idealización,
y en otra: lo sublime y el entusiasmo –en el que se percibe que sobrepasados los límites, ya no hay límite- , donde no hay engaño.
El entusiasmo es un afecto que denota relación del sujeto con el saber, pero opuesto a otro efecto de la relación del sujeto con el saber: la beatitud, que implica la felicidad eterna, la satisfacción de la suficiencia, el goce de la visión de dios, el reino donde ya no se dice nada.
El entusiasmo de lo sublime exilia de la beatitud en tanto señala el goce del Otro como imposible, y es contrario a la producción de un ideal.
Podemos decir que un ideal es un traje listo para gozar, y que lo que se espera de un análisis es que el sujeto deje de pensar en trajes listos para gozar, que se haga cargo de su deseo y esté dispuesto a corregir su objeto.
Para poder ir más allá de la ilusión de Freud de una normalidad que sería posible a través del recurso al padre, Lacan trabajará las versiones del padre (pere-version ), y dirá que se trata de que el sujeto pueda elegir lo peor contra el padre.
Angeles Moltó