La mediación fálica del deseo - Oír

La mediación fálica del deseo

(El deseo y su interpretación – sem. 6 – Clase VII ) (1958 -59)

Decíamos que el deseo habla en silencio, es decir escribe.

Cuando Lacan dijo “Ello habla” se generó un gran revuelo, porque Freud había dicho que el Inconsciente habla, pero que el Ello es silencioso; había escrito concretamente sobre el silencio de las pulsiones.

El Inconsciente habla a través de las “formaciones del Inconsciente”: sueños, lapsus y chistes, que son textos escritos con palabras. Normalmente añadimos los síntomas a esa lista, y es correcto: los síntomas son formaciones del Inconsciente, pero no son textos escritos con palabras sino –como dice Vappereaucon personajes edípicos y con trozos de cuerpo” , o sea que su desciframiento requiere un trabajo distinto; además del componente de goce que los acompaña que es diferente de el del resto de las formaciones del Inconsciente .

El nombre “formaciones del Inconsciente” es de Lacan, Freud no las llamó  nunca  así,  aunque las trató a  todas como retorno de lo reprimido. Es importante colocar cada descubrimiento o  cada  novedad de la teoría en su autor y en su momento para no generar anacronismos que acaban llevando a que no se entienda nada.

Tubo que aparecer con Lacan la diferencia entre hablar y escribir , con dos inercias distintas, que generan una tensión, para entender que Ello habla en silencio, es decir: escribe, y a partir de ahí poder pensar mejor los síntomas .

La diferencia no es simple porque decimos que el sueño es un texto, pero decimos que el Inconsciente habla, en cambio un síntoma también es un texto pero éste no habla, o habla en silencio. Pienso que la diferencia aparece en Vappereau cuando insiste en la diferencia entre escribir con  palabras o escribir con personajes o  trozos de  cuerpo.

Vappereau insiste mucho en que leemos la realidad, que no está escrita con palabras, que leemos antes de que haya escritura, y que lo que hacemos con eso que leemos es escribir, la cuestión es que a veces podemos hacerlo con letras y otras no; a veces porque no sabemos , otras porque es necesario sacar al cuerpo de su prematuración, y otras, como en el caso del deseo, porque no se puede.

De modo que tenemos tanto las pulsiones, aun cuando dependan de la demanda, como el deseo que habrá que ver cómo se muestra, como formaciones que escriben y que usan el cuerpo o los personajes edípicos para escribir, y así se generan los síntomas.

Cuando veamos el grafo del deseo veremos el lugar que ocupan los síntomas, que es un poco más complejo que lo que estoy diciendo, porque el Otro tiene su papel del que ahora no estoy hablando.

(hacer el grafo)

Pero de momento vemos ya que los síntomas son un texto que nos dice algo de nuestras pulsiones o nuestro deseo pero sin palabras, con lo que necesitan una 

interpretación distinta de la de los sueños para poder ser descifrados.

Hemos visto que las pulsiones surgen a partir de la relación del sujeto con las demandas –Lacan lo escribe: ($<>D)-, con significantes que se reprimen, y que es el retorno de esos significantes reprimidos lo que genera esos textos que son los síntomas. Freud en “Lo Inconsciente” y “La represión” distingue distintos modos de retorno de lo reprimido que producen diferentes modos de neurosis.

Pero el deseo no es un significante, no tenemos una fórmula del deseo como la de la pulsión, sólo la fórmula del fantasma donde el deseo se sostiene. Veremos a lo largo del curso esa fórmula ($<>a) donde no encontramos al sujeto en relación con el significante del deseo que no existe, pero sí en relación con el objeto del deseo, que decíamos que tampoco existe, y entonces tendremos que ver de dónde sale ese objeto, que no puede ser el perdido que nunca existió, con el que el sujeto tiene que articularse.

El objeto es un concepto complejo porque hay que distinguir entre diferentes clases  de objeto,  que  cumplen funciones muy diversas; desde luego tenemos que distinguir entre lo que siempre se ha llamado objeto en el psicoanálisis, que se refiere al objeto de la pulsión, y el objeto del deseo que es completamente otra cosa . Además de los objetos del amor y de la identificación.

Veíamos el año pasado que el deseo aparece más acá y más allá de la demanda, y en el toro veíamos que, si bien no es una demanda, es algo que surge a consecuencia de las demandas y entre ellas, por eso decimos que está en el espacio entre significantes en la cadena, que está articulado pero no es articulable.

Si una de las descripciones del deseo es que es consecuencia de la nostalgia que dejan las primeras vivencias de satisfacción, podemos decir que el deseo está en el nudo entre lo real, lo imaginario y lo simbólico, porque en las vivencias de satisfacción actúan los tres registros: lo real del cuerpo, las imágenes que hay en juego y el sentido simbólico que la palabra del Otro da a toda la situación.

(nudo borromeo)

La nostalgia de la vivencia de satisfacción –el objeto perdido que nunca existió – deja al sujeto en una situación complicada:

Por un lado, en cuanto sujeto, quisiera pedir la repetición de la vivencia , pero no hay palabra que nombre  lo que desea; en cuanto ponga un significante habrá rebajado su deseo a una simple demanda, que lo dejará atrapado, atrapado en un significante que no nombra al deseo sino al sujeto, lo nombra a él: fumador, ludópata, comprador compulsivo,… todas las adicciones en el sentido más amplio, todas las satisfacciones que nos hacen estar bien en el mal, que no son más que el intento repetido, el objeto fallido, de lograr ese objeto imposible.

Esas adicciones dejan al sujeto rebajado como sujeto del deseo, siendo que al mismo tiempo es un defensor del deseo, es alguien que, precisamente, denuncia que el deseo no es la simple necesidad, sabe de sobra que no lo guía un instinto al servicio de su bien.

Y por otro, en cuanto al objeto, lo que consiga nunca será lo que quería.

Ese objeto que ha puesto en marcha su deseo –lo que Lacan llamará después el objeto causa – es irrepetible, nunca existió.

¿Este objeto que no existe, no les hace pensar de alguna manera en el falo?

El  falo que  puede ser un significante Φ y que puede ser una especie de objeto –φ. Simplifico un poco, pero habrá tiempo de complicarlo.

Habíamos dicho que siempre falta un significante, ese que pondría en relación al sujeto con los significantes, y que por eso mismo es imposible, ese significante es Φ; pero para el sujeto en formación, para el niño, toda palabra es fálica, para él es claroque la palabra es muy poderosa, que es ella la que no sólo nombra lo que no está presente, sino que genera, hace existir la realidad.

El niño tiene razón, eso es así, sólo que los adultos –Edipo mediante – nos hemos olvidado y decimos que las palabras se las lleva el viento ¡craso error!

Es a partir de la experiencia del espejo que el falo se sitúa en ese elemento en punta que permite distinguir el cuerpo de la imagen, que puede estar o no y que por eso toma todo el poder antes adjudicado a la palabra:  el pene. Aunque aquí ya no hablamos de Φ sino de φ, ya no es un significante sino un objeto especial –Lacan dice literalmente que el falo no es un objeto -, y un objeto que puede faltar.

Esa presenciaausencia lo convierte en un objeto separable, igual que todos los objetos pulsionales, que se distinguen precisamente por ser separables del cuerpo. Ese rasgo permite que todos los objetos pulsionales anteriores se resignifiquen y tomen valor fálico.

Luego en la aventura edípica, el sujeto tiene que descubrir que ese pene de la madre tampoco existió nunca sino en su fantasía de hijo que la supone todopoderosa. A partir de ahí falo y castración devienen lo mismo y están en la base del deseo.

El niño había considerado a la madre todopoderosa porque era la que sabía todas las palabras, porque era la que tuvo en su poder proporcionarle las primeras vivencias de satisfacción,…

Cuando el poder se traslada al pene ¿Cómo no va a tener ella ese órgano tan importante? El descubrimiento de la castración materna es fundamental para poder resolver el Edipo tanto para el niño como para la niña, aunque sea de maneras diferentes. (Esquema Edipo: niño y niña, Freud y Lacan, recién visto )

En Freud no hay más falo que –φ, aunque descubre la potencia de la palabra no hay una conceptualización de ésta como significante fálico y por tanto se encuentra con la roca de la castración como repetición donde se estrellaban los análisis:

  • Los hombres tienen y por tanto no consiguen renunciar a su narcisismo fálico, a la rivalidad con los otros, al machismo que no es más que un síntoma, y por eso difícilmente aparecen en análisis .

Con el Edipo sin resolver, luego resulta que no hay modo de hacer una pareja en condiciones, pero ni así se les ocurre que en algo se pueden estar equivocando, en lugar de ir al analista se van al abogado a seguir rivalizando, ahora también con las mujeres. Encima la sociedad les dice malos en lugar de “enfermos”… su potencia no resulta cuestionada.

  • Las mujeres no tienen y por eso son castradas, inferiores y quedan 
  • atrapadas en la envidia del pene, del que sólo salen por la vía de la maternidad, con  lo que la femineidad queda en Freud como enigma.

Es Lacan  quien introduce la diferencia entre Φ y –φ y el que planteará, para escándalo, incluso de muchos analistas masculinos y femeninos, que el pene es el modo masculino de la castración, que el falo en el cuerpo es una fantasía infantil y que el lenguaje no puede decirlo todo, por tanto todos castrados. Y afortunadamente, porque sin castración no hay deseo, porque cuando falta la falta no hay más que angustia, cuya única defensa es el deseo,  precisamente.

Para Lacan está claro, como para Freud, que femineidad y maternidad no pueden ser lo mismo, aunque Freud no encontrara otra salida del Edipo para las mujeres que la maternidad.

Lacan no acepta que el deseo femenino por antonomasia tiene que ser la envidia del pene; entonces todos castrados ¿ pero eso es todos iguales? No, porque está claro que tener o no son formas distintas de castración.

A esta altura del sem. 6 Lacan deja unos aforismos, que han sido mal leídos, aunque él lo explica.

Dice que el hombre no lo es sin tenerlo y que la mujer lo es sin tenerlo. Pero no se refiere a ser hombre o mujer.

Lo que Lacan dice es que tanto el hombre como la mujer participan del falo de alguna manera por el simple hecho de ser hablantes; de modo que el hombre participa del falo por tenerlo y la mujer también participa del falo, pero en este caso por no tenerlo.

Es interesante ver como necesita manejar  la negación para no perder la complejidad.

Y plantea lo contrario de lo que se había dicho hasta entonces: que para el hombre es más difícil porque para tenerlo tiene que renunciar a él, y que la mujer, si lo quiere, no tiene más que ir a buscarlo donde está –recuerden el chiste de Mafalda-. En cualquier caso no es fácil para nadie, porque lo de constituirse como ser humano y  como humano sexuado es siempre complicado.

Desde Freud se consideró que el Edipo masculino era más claro, que la amenaza de castración producía la salida del complejo, lo que no es el caso en la niña.

Ya vemos que a Lacan no le parece tan claro. Lo que sí es claro es que el hombre tiene una marca, un órgano, además condensador de goce, que le dice que él es un hombre; pero como dice Lacan, precisamente por tener, tiene que renunciar a usarlo fuera de la Ley .

La mujer, en cambio, no tiene un rasgo positivo que la defina como mujer. Ella no es un hombre puesto que no tiene, y eso no le dice que sea una mujer ni otra cosa; ni su goce es igual en una que en otra; pero como dice Lacan no tiene más que ir a buscarlo donde está, para ella es más fácil renunciar a la madre .

Lacan seguirá trabajando muchos años la diferencia entre masculinidad y femineidad , hasta conseguir escribir las fórmulas de la sexuación, las fórmulas de lo masculino y lo femenino, sin confundirlo con hombre y mujer .

Puesto que Freud no ha encontrado la manera de decir ni la masculinidad ni la

femineidad, Lacan pasa a la escritura, porque hay cosas que no pueden decirse pero pueden escribirse.

La fórmula masculina puede escribirse en lógica clásica:

x Φx se lee:  para todo x fi de x. Quiere decir: para todo sujeto (x) se cumple la función fálica.

x Φx se lee:  existe algún x para el que no se cumple la función fálica.

Lacan pone los dos porque todo universal se sostiene de un particular que lo niega.

Como ejemplo del particular que lo niega, en este caso Lacan usa “el padre de la horda”.

Para el lado femenino no alcanza con la lógica clásica, Lacan tiene que usar la negación freudiana: no es que verdad que si y no es verdad que no.

__

x Φx se lee: para no-toda x fi de x.

Esta negación no es la negación clásica, la negación del cuantificador (universal y particular) no existía antes de Lacan. “ No-toda” significa que cada sujeto en posición femenina se somete y no se somete a la función fálica, por tanto “no es verdad que se somete y no es verdad que no se somete”, lo que no es lo mismo que en parte si y en parte no.

 x − Φx propongo leerlo como la negación de In-consciente: in-existe. En general se lee: no existe alguna que no se someta, pero ahí la negación se convierte en la negación clásica.

Esta fórmula está todavía en estudio por mi parte, pero espero tener una idea más clara próximamente .

Ya sé que este último pedazo de la clase se avanza mucho en lo que estamos haciendo, sólo pretendo que vean la importancia de la lógica y de la negación freudiana.

En las próximas clases vamos a trabajar Hamlet; como siempre les pregunto: ¿Hamlet existe o no? Por un lado, ha generado ríos de tinta, lo que para no existir sería llamativo; pero tampoco podemos tratar la obra como si fuera la historia clínica de un sujeto.

Angeles Moltó

Angeles Molto
info@oirpsicoanalisis.com

Oir Praxis Psicoanalítica