La femineidad - Oír

La femineidad

Freud  dice  hasta  el  final de sus días que la sexualidad femenina es un misterio, que espera que las psicoanalistas mujeres aporten algo más de luz a este tema, por sus  análisis, y como analistas: no tanto  por  su condición de mujeres, cuanto porque piensa que las mujeres les hablarán más francamente, y sobre todo por lo que producirán las  transferencias.

A pesar de la opinión más común del dominio del hombre sobre la mujer, Freud tiene claro que lo femenino, en tanto misterioso, produce miedo en los hombres:

El tabú de la virginidad (1917):

El primitivo hace una interpretación sádica del misterioso flujo menstrual, sobre todo  la 1ª, como  la  mordedura de un animal mitológico, o como signo de comercio sexual con ese espíritu, p. ej.

«Sobre la sexualidad femenina»(1931)

También para la niña el primer objeto amoroso es la madre y tendrá que hacer un doble cambio para identificarse con los rasgos de la feminidad: de zona erógena rectora y de objeto amoroso. No hay, por tanto, complejo de Electra; los desarrollos del niño y la niña no son simétricos.

Muy frecuentemente encontramos en mujeres, con una fuerte ligazón amorosa al padre, otra anterior de igual intensidad y pasión hacia la madre, que se alarga hasta el cuarto o quinto año de vida, cuando no se atasca retrasando mucho o incluso impidiendo el viraje hacia el padre. De este modo resulta una prehistoria edípica muy importante en la niña, que podemos encontrar después :

-como un rechazo hacia la madre, fruto no de la rivalidad edípica sino del amor no correspondido ,

-o en la repetición con el compañero del vínculo con la madre más que con el padre.

Así la disposición bisexual constitutiva de los seres humanos, dice Freud, es más nítida en las mujeres, pues durante ese periodo de ligazón erótica a la madre la zona rectora es el clítoris (a veces encontramos en la clínica una intensa fijación a la masturbación clitoriana como único rastro de esa intensa fijación erótica primera a la madre). Las fantasías respecto a la madre, que aparecen en mujeres que quedaron fijadas en este momento , son tanto recibir un hijo de la madre como darle un hijo a la madre.

El complejo de castración, que en el varón lleva a la renuncia de los deseos edípicos a favor del interés narcisista de conservar el órgano, en la niña toma forma no de amenaza sino de sentimiento de inferioridad, que deriva en tres orientaciones posibles:

  • renuncia al quehacer fálico y a la sexualidad en general
  • retener la masculinidad amenazada, comportándose como un varón
  • la asunción de la castración: el acercamiento al padre (cambio de objeto) conlleva   el   cambio de  zona y representa la entrada en la forma propiamente femenina del complejo de Edipo.

    Son la frustración por el amor a la madre no correspondido, la rebelión contra las prohibiciones propias de la educación -especialmente de la masturbación – y sobretodo el rechazo de la madre por ser, también ella, castrada (castración eficaz) lo que lleva a la niña hacia el padre .

    La fuerza de este vínculo 1º explica que en algunos casos la frustración, en que necesariamente acabará el amor hacia el padre, conlleve el regreso a la ligazón con la madre, con las complicaciones añadidas que sobrevienen.

    Pero apenas es posible una exposición universalmente válida, acaba diciendo Freud. (No hay La mujer, acabará diciendo Lacan) .

    «La feminidad. Lecc. 33. Nuevas lecciones introductorias al psicoanálisis” (1932)

    Freud trabaja en este texto la dificultad para encontrar un rasgo que distinga femenino y masculino. Habrá que esperar a las fórmulas de la sexuación de Lacan para que la formalización de la diferencia sea posible.

    En cuanto al desarrollo que presenta del Edipo de la niña, es el mismo que presenté en la clase anterior 1, fundamentalmente, sólo que poniendo mayor énfasis en “la envidia del pene”, tema que le ha valido los mayores ataques de misoginia.

Sólo se puede decir que Freud es misógino si se lee con los ojos de un niño/ a en pleno conflicto edípico. En ese momento, lógicamente posterior a  la  etapa anal:  “tanto tienes, tanto vales”, un pene = un clítoris más grande, y por tanto quien lo tiene pequeño ha sido desfavorecido.

Donde se equivoca Freud es en dejar la feminidad lograda ligada a la maternidad, precisamente por no poder formalizar el rasgo de la feminidad, que tendrá que esperar al último Lacan. Que la castración alcanza a ambos queda claro en “análisis terminable e interminable”. Lacan tendrá que conceptualizar el falo para llegar a escribir “el pene es la forma masculina de la castración” hasta llegar a las fórmulas de la sexuación, donde la castración es el rasgo precisamente  masculino.

Lacan, J.: “Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina” (1958), Escritos 2”

Lacan inicia esta ponencia preguntándose donde goza la mujer. Y puesto que se trata del cuerpo, dice que no se puede hacer un corte entre lo psíquico y lo somático, sino entre el organismo y el sujeto, entendido éste como combinatoria (recuerden la definición de lengua de Hjelmslev) y no como cuota afectiva.

Por otra parte, dice, hay que retomar la fase fálica en la mujer, erróneamente olvidada por una teoría (como explicará Soto a continuación), que habla de goce clitoriano vs. goce vaginal, sin trabajarlos conceptualmente.

1 De la que hay texto colgado: “El complejo de Edipo”

Después de volver a poner el falo y la castración en su lugar, Lacan se pregunta   si   la mediación  fálica (resignificación) drena todo lo que puede manifestarse de pulsional en la mujer,  y singularmente el supuesto instinto materno .

Esto supone que ha percibido el salto que hay en la teorización freudiana: desde la sexualidad pulsional que Freud presenta en “ Tres ensayos…” hasta el año 22, a la primacía fálica presentada en “ La organización sexual infantil” del año 23 .

Este giro freudiano aparece dado por supuesto en Lacan en distintos textos y los “alumnos” de Lacan lo hemos seguido sin prestar demasiada atención; ha sido común decir que el falo resignifica lo oral y lo anal, pero creo que sin darle toda su importancia .   Es   ahora,  cuando   Vappereau lo  señala y propone distinguir sexualidad de sexuación , cuando podremos darle todo su alcance .

El vaginismo, sigue diciendo Lacan en este texto, se distingue de los síntomas neuróticos; no es un simple retorno de lo reprimido.

La frigidez, en cambio, supone toda la estructura inconsciente que determina la neurosis. Sólo el análisis la moviliza, pero en una transferencia que ponga en juego la castración simbólica, si nos quedamos en la dialéctica infantilizante de la frustración, no.

La castración supone al Otro en cuanto lugar de su Ley. El hombre sirve de relevo para que la mujer se convierta en ese Otro para sí misma, como lo es para él, pues en la dialéctica falocéntrica, ella representa el Otro absoluto. En ese sentido el Otro de la transferencia puede modificar una defensa gobernada simbólicamente.

Lo que resurge en el inconsciente del sujeto es el deseo del Otro, o sea el falo deseado por la madre.

Si no hay virilidad que no sea consagrada por la castración, el que se oculta para la mujer detrás del velo para solicitar su adoración, es un amante castrado o un hombre muerto .

Lo que no acepta la homosexual femenina es que el objeto incestuoso sólo asuma su sexo a costa de la castración.

La sexualidad femenina aparece como “el esfuerzo de un goce envuelto en su propia contigüidad, para realizarse a porfía del deseo que la castración libera en el hombre dándole su significante en el falo ” .

Lacan mantiene, de alguna manera, la pregunta freudiana por la femineidad, mientras va investigando una lógica distinta, hasta que en los años 70 presenta sus fórmulas de la sexuación. 

La negación aplicada a los cuantores implica el trabajo anterior sobre la negación freudiana. La negación aplicada al universal es trabajado por el propio Lacan que explica no solo que La mujer no existe, sino además que cada una es no-toda para sí misma. En cuanto la negación aplicada al existencial… es leída por el propio Vappereau como “no existe una”, pero se trata de la negación freudiana como la del Inconsciente, la 2ª negación modificada, entonces tal vez podamos decir inexiste una, de modo que no es verdad (negación clásica) que existe una y no es verdad (negación clásica) que no (primera negación modificada) existe una.

Angeles Moltó

Angeles Molto
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