
06 Nov Kojève XX
Ensayo de una historia razonada de la filosofía pagana II (clase 12)
La Paratesis tética de Platón
III – El carácter contradictorio de la noción platónica del Concepto y su desarrollo por Platón
La contradicción implicada en la noción platónica del Concepto, entendido y desarrollado como Eterno en relación a la Eternidad fuera de la Duración-extensión, parece haber sido explicitada por Aristóteles en vida de Platón; parece que incluso el conjunto de su Academia se dio cuenta en el último tiempo del Maestro y su primer discípulo ya renunció a la Ideo-logía platónica. Ninguno de los platónicos se atrevió a reintroducirla hasta los Neo-pitagóricos, Plotino y los Neo-platónicos tardíos.
Luego, a los teólogos del paganismo la contradicciones platónicas no les afectaban, al contrario que a los autores cristianos patrísticos y escolásticos, que tomaron las modificaciones de Plotino. Para Kojève, luego nadie ha entendido gran cosa de Platón hasta Hegel, y entre los post-hegelianos nadie sabe nada de Filosofía. Solo Zeller, que es un buen hegeliano, pudo poner en evidencia, gracias a conocer bien la Dialéctica hegeliana, el carácter de Paratesis tética del platonismo.
Cuando Platón, que conocía las objeciones que Aristóteles planteaba a su Ideo-logía, le oponía la validez de su pensamiento no aportaba sino una demostración negativa. Empezaba diciendo, con razón, que no basta mostrar las dificultades de una tesis para refutarla, y que, si las dificultades de las tesis contrarias son más graves, hay que mantener de momento la tesis propia. A continuación mostraba las contradicciones de todas salvo de la suya , de la que no hablaba, y pretendía que así quedara demostrada la validez y autenticidad de su discurso.
El tema del “Parménides” es precisamente la cuestión de saber si hay algo que pueda llamarse el Concepto, el Sentido o lo Universal, que Platón llama el Uno, y si existe, qué es. La Paratesis tética afirma que el Concepto, el Sentido uni-total, es trascendente respecto a la Duración-extensión fenoménica e incluso a la Espacio-temporalidad misma, y la Antítesis, al contrario, que el Concepto es inmanente.
La trascendencia puede ser doble, como en el caso de Parménides, para el que El Concepto es el Uno-solo, la Eternidad trascendente a lo Eterno y éste a la Duración-extensión; en cambio, si el Concepto es asimilado a lo eterno -como es el caso de la Para-Tesis: platónica, aristotélica y hasta kantiana-, la trascendencia que le afecta: a la Duración-extensión, es simple.
Para Platón este segundo caso era sólo el suyo, no contemplaba la posibilidad de una Para-tesis antitética que pusiera lo Eterno en relación a una Eternidad inmanente al Tiempo, ni mucho menos una sintética que pone el Concepto en relación con el tiempo mismo. De hecho, para Platón hay sólo dos casos: la afirmación tética de que el Concepto es el Uno-solo que es, a la que opone la antítesis de que el Concepto no es uno sino múltiple, es decir el Concepto Uni-total de su Cosmos ideal, cuyas contradicciones evita al no examinar su planteamiento como si hace con los demás.
En cuanto a la Antítesis heraclitiana, Platón percibe correctamente que postula un Concepto desarrollado como No-eternidad, pero el desarrollo que hace para mostrar la falsedad de esta Antítesis se complica hasta hacerse incomprensible.
Si quisiéramos expresar la presentación platónica de la Dialéctica del Concepto en términos escolásticos, diríamos que Platón opone la tesis conceptualista, según la que los Universales están en la cosas, a la nominalista, que dice que los Universales están solo en la palabras y su sentido. De manera que a la doble o simple trascendencia del Concepto tético se opone, de alguna manera, una doble o simple inmanencia de él: a la Palabras y las Cosas, o sólo a la Palabras, siendo el Concepto inmanente múltiple en ambos casos.
El Concepto parmenidiano corresponderá a la teoría medieval del Unum-Verum-Bonum, que no entra en ninguna Dialéctica por definición.
Platón pertenecería a la corriente conceptualista, que es el modo medieval del Realismo. Platón dice que en un caso el Uno se dice Ser en el sentido de existir empíricamente en y por los fenómenos de los que se habla, en tanto sus esencias (Conceptualismo); y que en el otro (Nominalismo) el Uno se dice no-ser, sino sólo subsistir en tanto sentido del Discurso.
Para nosotros, como para Platón, el caso del Uno-que-no-es es la Antítesis heraclitiana del Concepto temporal; pero el caso del Uno-que-es es para nosotros otra cosa que para Platón, porque para Kojève se trata ya de la Síntesis filosófica hegeliana que identifica el Concepto al Tiempo, específicamente a la Espacio-temporalidad; identificación que sería sacrílega para Platón porque no puede ser sino atea.
Para Platón el Uno-que-es no puede ser sino el Concepto eterno introducido con calzador en la Duración-extensión de la Existencia-empírica fenoménica en tanto conjunto supuestamente organizado de las esencias eternas de los fenómenos sensibles en la perspectiva de un devenir perpetuo y una diferenciación espacial, reducida a sus esencias.
Así podemos esquematizar la Dialéctica del “Parménides” de la siguiente forma:
1 – uno (el Uno-solo) trascendente
2 – multiple (Cosmos ideal)
El Concepto es
3 – a cosas y palabras (Mundo fenoménico)
(Conceptualismo) Inmanente
4 – sólo a las palabras (Universo del discurso)(Nominalismo)
Platón encuentra 4 casos para la Filosofía discursivamente posibles, pero él cree poder eliminar el 1, el 3 y el 4.
El 1 es el del Uno-solo inefable de Parménides, que Platón no encuentra absurdo en absoluto, pero que no es discursivo.
El 3 y el 4 eliminan la trascendencia del Concepto, para él imprescindible; si se puede hablar de cualquier cosa, también se puede decir cualquier cosa, y así el Conceptualismo se transforma necesariamente para Platón en el Nominalismo heraclitiano, pero también la Teoría empirista aristotélica que debatía la suya.
Para Platón es necesario que el Concepto sea trascendente, más allá del Mundo fenoménico, y múltiple o uni-total, para que sea discursivamente posible, eterno en relación a la Eternidad fuera del Tiempo. Vista la imposibilidad discursiva del planteamiento parmenidiano y las contradicciones de todo lo que surge del heraclitismo, le parece que hay que mantener su posición, tenga las contradicciones que tenga su Ideo-logía, que además no entra a desarrollar.
Para Kojève la reducción al Silencio del Eleatismo es correcta y aceptada por el propio Parménides; como es correcta también la reducción del Conceptualismo al Nominalismo aristotélico, que terminará llevando a la negación del Discurso y a reducir la existencia humana al puro comportamiento animal, que se supone sin contradicciones, porque no se puede contra-decir a quien pretende no decir nada. Lo que no es aceptable es la pretensión platónica de que su Ideo-logía sea la única Filosofía posible y suficiente.
Platón ve bien y muestra que Parménides y Heráclito son los dos extremos del filosofar, que hay que evitar para que la Sabiduría discursiva sea posible. Muestra también, pero sin darse cuenta él mismo, que tanto su posición como la aristotélica son no sólo contradictorias entre sí, sino contradictorias cada una en sí misma. Por supuesto si señala las contradicciones de Aristóteles, pero no puede ver que es la Antítesis adecuada a su Tesis, ni mucho menos que será necesaria una Síntesis posterior.
Queda todavía por ver como y por qué la Paratesis tética de Platón es contradictoria en si misma.
Kojève empieza por el por qué. Vemos que Platón dice que el Concepto no puede ser el Uno-solo que nos reduce al silencio, planteando la Díada como solución, a pesar de ver que el Dos deviene inmediatamente indefinido y que entonces la contradicción es inevitable. Lo que Platón no vio es que el Ser-del-que-se-habla es Uno y Dos, pero no a la vez, que por eso es necesario el Tiempo. Que el Concepto es necesariamente triple en su unidad no lo vio ni siquiera Kant, que introdujo la trinidad cristiana en la Filosofía, pero sin poder ver que el tercer elemento es la Diferencia espacio-temporal entre el Uno y el Dos.
Leyendo a Platón, la Para-tesis socrática se empeña en hablar de lo inefable, pero sólo se desarrolla reduciéndose ella misma al silencio. Si el Discurso tiene un sentido, el conjunto de todos los discursos no puede componer sino uno, puesto que no pueden referirse sino al Uno que les corresponde, que es por definición inefable. Desde el otro lado, desde que se dice algo sensato, lo contrario también tiene un sentido, de modo que el sentido es siempre doble y sólo puede referirse a algo también doble que le corresponda, llegando irremediablemente a la contradicción y al sinsentido.
En cuanto al como es determinado por el porqué: si sólo se puede hablar del Uno y el Dos a la vez, pero no son lo mismo, finalmente no se puede decir nada en absoluto. Si bien su comentario sobre el Discurso de Parménides y su crítica a Heráclito son incontestables, su Discurso Ideo-lógico referido al Cosmos ideal que le correspondería, se disuelve en el humo Neo-platónico en cuanto se intenta darle desarrollo; y no encontrará su lugar en la Filosofía hasta que sea integrado por Hegel en el sistema de Saber.
Si el Cosmos ideal, Idea de las ideas, fuera uno y único, constituido por un conjunto de Ideas atómicas numeradas, de las que cada una sería una en sí misma y única en su género, no podría corresponder a un discurso propiamente dicho que se refiriera a él:
Primero, si cada Idea debe ser una e indivisible, como los Atomos democritianos, será una Idea sin estructura interna, sin elementos constitutivos; como el discurso auténtico es necesariamente estructurado, queda suprimido todo discurso. Como toda noción tiene por definición un sentido desarrollable en un discurso, no podría referirse a algo que no tiene por definición ni partes ni estructura. Una noción que no puede desarrollarse discursivamente degenera en una pseudo-noción, un Símbolo; de modo que el Cosmos ideal correspondería un sistema simbólico, el de las Matemáticas aplicadas, si se quiere que se refiera a lago más que a sí mismo, al que correspondería a un todo definido de elementos indivisibles, que evidentemente no son las Mónadas fenoménicas del Mundo en el que vivimos hablando.
Entonces lo que correspondería a ese Sistema simbólico sería la Realidad-objetiva de Hegel, sin poder decir que eso sea una verdad discursiva. Lo que queda claro es que la pretensión platónica de que su Cosmos Ideal sea isomorfo al Mundo puramente material de Demócrito, no corresponde con nada que sea sensato.
Platón se burló cruelmente en el Timeo de su alumno Eudoxo, que trató de acercar la Ideo-logía de su maestro precisamente a los planteamientos democritianos, resultando ser un muy buen físico, que hoy sería llamado teórico.
En segundo lugar, es imposible pensar que Platón no sabía que su Cosmos de las Ideas estaba muy lejos del Mundo atómico democritiano, que su Ideo-logía no podía parecerse a ningún Sistema matemático, físico o no. Cada tipo de Atomos estaba representado en la Realidad-objetiva por innumerables ejemplares, sólo distinguibles por su distribución en el Espacio, cuando las Ideas platónicas se suponían eternas y fuera del Espacio. El Cosmos platónico no podía ser sino utópico, para escándalo de Aristóteles y Eudoxo.
Platón ve bien que el Tiempo sólo es necesario ahí donde se trata de identificar aquello que el Espacio no permite distinguir; lo que no puede ver es lo que descubre Kant: que cuando no es lo idéntico lo que difiere, lo diferente no puede ser identificado gracias al tiempo. Así las Ideas platónicas no están sólo fuera del Espacio -como pretendía Platón, puesto que al no ser idénticas no necesitaban la diferenciación espacial-, sino que nada podía diferenciarlas, ni ponerlas en relación con cualquier tipo de Fenómenos que les corresponderían.
El Mundo material es por definición espacial, pero también temporal, porque lo que difiere en el Espacio lo hará también en el Tiempo, de modo que la Realidad-objetiva se da necesariamente en un un Espacio-tiempo objetivamente Real, y el Cosmos platónico eterno es rigurosamente puntual y absolutamente instantáneo.
Entonces, como vio Aristóteles ideal platónico atómico sin ser ni espacial ni temporal, no puede corresponder ni a un Sistema discursivo -en razón de su estructura atómica- ni a un Sistema simbólico matemático -en razón de la unicidad de sus elementos-.
No es sino con Hegel que queda claro que es necesario el tiempo para poder hablar, pero ya con Kant quedó claro que sin el Tiempo no se puede contar. El silencio del discurso matemático es completamente otra cosa que el Silencio absoluto de la Eternidad.
Platón fracasó al querer conciliar en su Ideo-logía el Silencio tético con el discurso sin fin antitético, pero si se elimina simplemente la Ideo-logía platónica, el Discurso queda eliminado por un extremo o el otro; de modo que los filósofos que, como Aristóteles, no se contentaban con repetir a Platón, empezaron a desarrollar la Para-tesis antitética, que suponían podía remplazar con éxito la Para-tesis tética de Platón.
Aristóteles redujo al silencio a Platón para construir su Para-tésis antitética de la Filosofía; Kojève repetirá a continuación a Aristóteles para desarrollar sus contradicciones implícitas para a su vez reducirlo al silencio con Kant.
Al final estos dos grandes Filósofos son iguales en lo fundamental, siendo esencialmente diferentes.
Si Platón no pudo desarrollar su discurso por estar, no sabemos si voluntariamente, situado en una posición existencial que lo condenaba sin remedio al Silencio parmenidiano; Aristóteles tomó, tampoco sabemos si voluntariamente, una actitud que lo condenaba a no poder detener su discurso una vez lo había empezado, lo que lo dejaba en una posición irremediablemente heraclitiana.
Podría decirse que ambos se encontraban en una posición tragi-cómica. Platón parece haberse dado cuenta de la situación cómica en la que se encontraba su trágica posición, que para él era la de la Filosofía. En “el Banquete” dice que la posición del Filósofo puede ser cómica y trágica a condición que se presenten las dos a la vez en el discurso. En dos Diálogos consecutivos: “Fedro” y “Fedón” dice con humor que la Filosofía es una Tragedia, de modo que lo puede ser con la condición de no tomarla demasiado en serio; será una Tragedia cómica si es irónica, es decir socrática.
En esto tampoco Aristóteles es platónico en absoluto, porque no parece que se haya dado cuenta de lo cómico de su situación, porque se lo habría tomado totalmente en plan trágico; el aristotelismo se puede leer como una Comedia inconscientemente trágica, desesperante o desesperada.
Angeles Moltó
Mayo 23