
06 Nov Kojève XVIII
Ensayo de una historia razonada de la filosofía pagana II (clase 10)
La Paratesis tética de Platón
II –El desarrollo de Platón de la noción platónica del Concepto
3. La Fenómeno-logía de Platón en tanto que Cosmo-logía “espiritualista”
Según Platón, la diferencia específica entre el Cosmos ideal objetivamente real y el Mundo empíricamente existente se sostiene en que el primero, la Realidad-objetiva, se sitúa completamente en el dominio de lo Eterno -en relación a la Eternidad doblemente trascendente-, mientras que el segundo, fenoménico, se encuentra enteramente en la Duración-extensión de la Existencia empírica.
Las Ideas son únicas -cada una se realiza objetivamente en un solo ejemplar-, siendo su diferencia puramente cualitativa o esencial; habiendo en cambio un número indefinido de fenómenos empíricos relativos a cada Idea.
Por un lado, parece evidente que a Platón le interesa menos el carácter utópico -no extenso- de la Ideas, que la noción de eterno, atemporal. Por otro, no tenemos constancia de que Platón insista sobre la existencia empírica de una multiplicidad de ejemplares idénticos desde el punto de vista cualitativo que difieren sólo por su repartición en el espacio.
Desde luego Platón no sintió ninguna necesidad, ni en tanto religioso ni en tanto filósofo, de atribuir un carácter de idéntico a sí mismo, es decir eterno, ni al cielo ni a los astros Le parecía que podían haberse formado cualquier día y que del mismo modo desaparecerían cualquier otro.
No veía por qué los animales, incluido el ser humano, tendrían que ser permanentes, y ver que se reproducían no le hacía variar su concepción. En cuanto al Hombre, le parecía una especie claramente mejorable. Ningún elemento de la Biosfera alcanzaba para él las posibilidades esenciales de la Realidad-objetiva ideal, que les correspondería como esencias del sentido de la palabras que los nombraba.
Desde luego Platón era suficientemente socrático como para saber que no se puede hablar de los fenómenos sino en tanto tienen una misma y única esencia que corresponde a un sentido también único; pero la única unidad posible, que mereciera ese nombre, era para él una Idea eterna y objetivamente real, no podía adjudicarle unidad a cualquier fenómeno que variara continuamente sin fin ni finalidad en la duración-extensión.
Estas dos disposiciones coexisten necesariamente.
En la primera disposición del tipo 2 el pasado prima sobre el futuro y sobre el presente, de modo que el pasado se reproduce sobre el presente y el presente está determinado por la identidad del pasado con el futuro. Aquí se trata ya de la vida, del ciclo vital inmóvil que estructura la vida vegetal.
En la segunda disposición en que comanda el pasado, éste determina el presente, pero sólo determina al futuro por mediación del presente; el presente determina pues al futuro en función de su pasado, pero pasado y futuro son entonces diferentes. El presente, distinto que el pasado y el futuro, se revela ya en tanto tal como Fenómeno. Es la Mónada del mundo animal, un. Fenómeno propiamente dicho. Obviamente no hay discurso en este tipo todavía.
Es necesario el tercer tipo para que haya Discurso que proyecte el Fenómeno en el Futuro.
En el tercer tipo es el futuro el que comanda.
En la primera disposición, el futuro determina el presente y por su mediación el pasado. El presente no está pues determinado por el pasado, es proyecto puro aún no realizado. Es Deseo de deseo, la estructura de la Utopía o de la poesía, el Hombre en potencia.
La diferencia radical entre el Mundo del aquí y ahora y el Cosmos ideal y utópico, aparece en los Mitos de Platón mostrando como los Fenómenos no pueden representar ni reproducir las Ideas que les corresponden sino multiplicándose y repitiéndose en una Duración esencialmente extensa. La preponderancia de la extensión sobre la duración en los Mitos se debe a que Platón privilegia la imagen del Espejo sobre todas las demás cuando se trata del Mundo en el que vivimos. Para él es más valiosa la Duración que la extensión y esa es la que aplica a las Ideas.
La imagen en el Espejo le sirve muy bien para mostrar como cualquier cosa puede ser doble en cuanto es mirada, y desde ahí deduce la Diada indefinida producida por el Cosmos ideal en un registro, y el Mundo fenoménico en otro.
Por un lado, aquello de lo que se habla, los fenómenos, se multiplica, como las imágenes que producirían un espejo frente a otro.
Por otro, tampoco el Discurso escapa a la Díada y se desdobla doblemente: por una parte separa Esencia -aquello de lo que se habla- y Sentido -lo que se dice-, y por otra, aunque no puede hablar sino de lo que es, ello alude necesariamente a lo que no-es.
Como ya hemos visto es una lógica binaria que se complica inmediatamente: todo lo que es no-A, será a continuación B o Z, dando lugar a un Discurso indefinido; pero con toda la complejidad de un Discurso con una infinidad de variables, sigue siendo binario, sigue teniendo sólo dos valores de verdad: si o no, V o F.
Si pensamos en Algo que se situaría frente a un solo Espejo, iluminado por un punto de Luz difusa, se obtiene una imagen que vamos a considerar la esencia de lo que se dice; hemos situado 3 elementos: una Luz que representa al Uno-solo -y sigue siendo una sola-, un Algo, representando los fenómenos, que gracias a la Luz deviene dos con su Imagen, que representa al Discurso.
Es así que gracias a la Luz (Uno-solo) podemos ver un Algo que se desdobla en dos, idénticos, que se diferencian por su posición en la extensión. Sin la Luz no habría cosa alguna visible, pero sin el Espejo no habría sino el solo fenómeno sin su doble que lo representara. En el lenguaje imaginarizado de los Mitos, el Espejo es para Platón la Díada.
Siguiendo con el razonamiento, si el Espejo es Dos, no puede ser sino dos espejos en tanto se dobla en si mismo. Entonces, con una Luz, un Algo a reflejar y dos Espejos enfrentados la Díada deviene indefinida. Pero tomando en cuenta sólo las dos imágenes más cercanas, tenemos tres elementos: al Algo central Platón pasa a considerarlo la Idea en tanto es única e inmediata (no reflejada), dejando las imágenes para los Fenómenos, que a continuación se multiplican hasta la infinitud.
Para obtener una imagen adecuada del Mundo fenoménico, basta con imaginar unos espejos que no sean absolutamente lisos ni completamente reflejantes, donde los fenómenos serán cada vez menos claros según se alejan; dando lugar a una multiplicidad de géneros y especies de la Idea inicial, que se mantiene una y única idéntica a sí misma. Platón agrega además que hay una serie diestra y otra siniestra, dejando la primera para el Bien y la segunda para el Mal, de modo que el Mundo fenoménico pervierte la Idea, llegando a convertir el Bien en Mal y presentando al Mal como un imaginario Bien.
No parece que Platón tenga en cuenta los demás fenómenos ópticos que se podrían dar a partir de este Mito de los espejos, aunque Kojève asegura que no los desconocía, pero en líneas generales su Fenómeno-logía se acomoda bien a lo que nos presenta en su Fenómeno-grafía imaginaria o mítica.
En realidad no le importaba la Fenómeno-grafía ni, menos aún una posible Fenómeno-metría; despreciaba los fenómenos naturales y, según su propia palabra, no perdía el tiempo describiéndolos o midiéndolos.
La Fenómeno-grafía del Espejo no es sino un Mito para ilustrar su Fenómeno-logía, apenas indicada en los Diálogos que conocemos, donde habla de los Fenómenos en general, de la Existencia-empírica, de la Duración-extensión en tanto tal y no de los fenómenos concretos que existen empíricamente.
Es desde luego la tercera parte de su Sistema filosófico, porque Platón no podía negar que no se puede hablar sino de los Fenómenos. Siendo que el Uno-solo es inefable y el Discurso necesariamente doble, se hace imprescindible hablar de los Fenómenos que desdoblan la Realidad-objetiva Real.
El hombre que vive en el Mundo sensible no tiene acceso discursivo directo al Cosmos de las Ideas, ni desde luego al Uno-solo. Si ama y busca la Sabiduría discursiva, puede querer, y tal vez lograr, hablar de otra cosa que de los puros Fenómenos es decir de las Ideas; pero tiene que empezar por hablar de ellos, aunque produzcan contradicciones, para poder decir que sólo reproducen, aunque sea de manera imperfecta, las Ideas.
Si Platón, en tanto Filósofo, quería hablar de todo, incluido lo que él mismo decía, o sea del Discurso, del Concepto en tanto tal, tenía que hablar también de lo que se dice de los Fenómenos, que forma parte de la Verdad discursiva, lo que es precisamente desarrollar una Fenómeno-logía. Su manera de enfocarlo era no hablar de los fenómenos en sí mismos sino del como hablar de ellos y lo que eso significa. Para él los humanos son fenómenos que hablan de otros fenómenos, de modo que su Fenomenología auténtica es sobre todo una Antropo-logía, un discurso sobre el Hombre-que-habla.
Aunque le era obvio que nadie puede hablar sin cuerpo, nunca dudó de que no son los cuerpos los que hablan, como testimonia toda su polémica contra el nominalismo neo-heraclitiano o sofístico -él creía que aristotélico también, pero no parece haber nominalismo alguno en Aristóteles-. En el Crátilo, su último Dialogo, dice clarísimo que en todo discurso, que lo sea, el sentido -ideal, uno y único- es totalmente otra cosa que el morfema -material y múltiple- y se burla de los supuestos sabios que se dedicaban a hablar de los morfemas.
Como los hombres no son verdaderamente humanos sino en la medida que hablan, considera necesario hablar del sentido de la existencia humana discursiva, de la psique, de modo que él llama a veces psicología a su fenomenología. Está claro que no le interesa cualquier psique o alma, sólo la del Hombre animado por el deseo de decir la verdad y toda la verdad de todo lo que puede ser dicho, para callarse después de haberlo logrado.
El Hombre animado por el amor a la Sabiduría discursiva puede tener la esperanza de encontrar un día lo que busca. Por tanto la Fenomenología de Platón es una Psicología, reducida a una Antropología que es esencialmente una Gnoseología, es decir una Dialéctica que no puede disociarse de una Etica o una Estética erótica.
Hablando en terminología hegeliana (que Kojève aclara que no es la suya), la Antropología platónica no es una Psicología, un discurso sobre el Alma, sino una Fenomenología del Espíritu, o la Ciencia de la experiencia de la Conciencia, es decir un Discurso verdadero sobre la manera en que debería tomarse el Hombre que habla para decir en verdad. Sólo que, al contrario que Hegel, Platón no quiere admitir a ningún precio que el Espíritu o el Logos es, y es el Tiempo (Geist ist Zeit). Puede llegar a admitir con Jenófanes, y como máximo, que los dioses no han revelado a los hombres todas las cosas desde el principio de los tiempos, pero que buscando, ellos han encontrado con el tiempo lo que es lo mejor.
Para Platón, como para los Eleatas o los Teístas -anti-heraclitianos por definición-, lo mejor que los hombre encuentran con el tiempo ha estado presente desde toda la eternidad. El llama a esta Sabiduría eterna, establecida en y por la Eternidad que es el Uno-solo divino, Cosmos ideal, que el Mundo fenoménico del que hablamos deforma como un mal espejo.
Por tanto, si el Alma filosófica no puede mirar y mirarse sino en un Espejo, no debe hablar de lo que ve en imágenes sino para tratar de ver hablando lo que son en verdad las cosas reales que el Espejo refleja.
Así la Fenómeno-logía platónica, lejos de ser el final o el acabamiento del Sistema filosófico, no es sino una introducción en la Ideo-logía, que debe introducir al Alma filosófica discursiva en el silencio sabio de la Teo-logía mística, que es en Platón la Onto-logía.
Angeles Moltó
Abril 23