Kojève XV

Kojève XV

Ensayo de una historia razonada de la filosofía pagana II (clase 7)

La Paratesis tética de Platón

II –El desarrollo de Platón de la noción platónica del Concepto

2. La Energo-logía (o Ideo-logía) platónica

Retomamos la Ideo-logía platónica para ver la lógica de la composición de las Ideas atómicas.

Si se puede decir -sin contradecirse- que S es P, S es una Idea atómica que es P y nada más que P. Una vez dicho está dicho y no puede decirse nada más salvo repetirlo. Pero si sólo se puede decir -sin contradecirse- que S es No-P, la situación discursiva es completamente otra. No-P no es ilimitado, puede ser todo menos P, y por tanto P lo define, por lo que puede corresponder a una noción discursiva, definible en potencia, que se podría definir como Q. Entonces se puede decir que S es No-P que es Q. 

Si S es Q, entonces es una Idea una y única, atómica como S es P; pero vemos que S es P y es No-P, que es Q, por tanto toda Idea es siempre doble. Volveremos a estar en lo mismo cada vez, porque en cada caso tenemos que contar con la negación, en esta ocasión S es Q y es No-P, pero siguiendo con la serie nos encontraremos también con No-Q. Entonces esa Idea siempre doble es indivisible? Como sostiene Platón que sea atómica?

Platón recurre a la Existencia-empírica para explicarse esta contradicción. Si S es P y puede ser también No-P, es decir Q, no es una Idea atómica, pero tampoco un fenómeno que pueda existir en la Duración-extensión sin corresponder a la  Realidad-objetiva del Cosmos ideal eterno.

Un discurso puede decir de un Fenómeno S que es Q y que es No-Q, y en y por ese mismo discurso aislarlos del Fenómeno  al que se refieren, separando Q de No-Q. Así Q puede tener la misma naturaleza de uno y único que P, siendo que al mismo tiempo no tiene nada que ver con P, puesto que es No-P. Por este camino tenemos podemos tener un S que es P, la Idea atómica Sp y un S que es Q (No-P), otra Idea atómica Sq, sin mezclarlas.

Pero si se quiere hablar del Fenómeno S que es a la vez Q y No-Q, la situación discursiva es otra, puesto que S implica no sólo Q sino también No-Q, que no pueden separarse discursivamente, lo que da una contradicción. Nuevamente lo que propone Platón es definir No-Q como R, diferente de No-R, con lo que tendremos una nueva Idea atómica Sr, de la que podremos hablar sin confundirla ni con Sp ni con Sq. Se enriquece así el discurso ideo-lógico con una serie de Ideas atómicas unas y únicas, que son cada una un decir acabado. 

El problema de la propuesta de Platón es que si, por una lado, podemos empezar este recorrido, como hemos hecho, lo que no se ve, por el otro, es como terminarlo, puesto que a continuación tendríamos que definir No-R, y así sin fin. 

Pero a Platón no parece preocuparle este problema, él se dedica a aplicar su procedimiento, que llama Dialéctica, que le permite separar las Ideas atómica del magma fenoménico. Habiendo aislado las Ideas atómicas por su Dialéctica discursiva, y habiéndolas reunido  sin mezclarlas en un Cosmos ideal, se consagró a hablar “en verdad” de este Cosmos eterno en un discurso ideológico uno y único que no se puede contradecir nunca en ningún lado.

La pregunta que surge es si el número de las Ideas atómicas, que constituyen la Realidad-objetiva, es infinito como el de los Átomos materiales del Mundo objetivamente real de Demócrito, o si este Cosmos ideal es finito, de modo que un día este discurso pueda acabarse. 

Platón se ocupa de esta cuestión en el “Parménides”; él creía, aunque equivocado, que sólo la Verdad discursiva y toda ella estaba asegurada por su Dialéctica, por sus Ideas atómicas, de las que lo que se diga de una no prejuzgará nunca lo que se diga de otra, ni ninguna invalidará lo que se haya dicho de otra. Si resultara que el número de esas Ideas fuera infinito, nunca podría decirse toda la Verdad, pero eso no invalidaría las verdades parciales incuestionables que se hubieran establecido. Platón ve un parentesco profundo entre sus Ideas atómica y los números enteros: sabemos que los números enteros son infinitos, que no se puede decir el mayor número entero, pero ello no afecta a la verdad de lo que se dice de ellos.

Platón se limitó al discurso ideo-lógico – que era para él el único Saber-, desarrollado sobre el fondo del Silencio parmenidiano, y no le interesaba el discurso heraclitiano -que consideraba una simple Opinión, que desarrollaba el Error discursivo hasta el infinito.

 

Si el número de las Ideas atómicas es finito, la Dialéctica acabará por agotarlas un día, y la S fenoménica quedará reducida al error, que revelará su auténtica naturaleza: la Nada. Si, en cambio, el número de las Ideas es infinito, el Fenómeno no quedará reducido discursivamente a la Nada y se le llamará materia o como se quiera; pero sólo se podrá encontrar algún sentido si se lo aísla por por la Dialéctica del Caos sensible. Para Platón basta con excluir el error para decir la verdad. La Verdad ideo-lógica, incluso inacabada y parcial, constituye la Verdad que no queda reducida al silencio.

Si recapitulamos vemos que:

El Ser-dado, el Uno-solo, silencioso, no tiene estructura, es rigurosamente puntual. Un punto luminoso del que emanan rayos en todas direcciones; rayos que permitirían ver ese punto si la luz no nos cegara. Lo que nos posibilita entrever ese punto es una pantalla  traslúcida interpuesta entre el Uno-solo y el ojo humano (= discurso), que nos permite no quedar completamente cegados (= mudos). La pantalla divide al rayo en dos debilitando su intensidad, de modo que ella es el origen de la dualidad, la Díada. Fíjense que es un funcionamiento muy parecido al que plantea Freud en el “Proyecto…”

Si uno de los dos rayos es uno, el segundo sólo puede ser otro si  es no-uno, es decir múltiple, dos en si mismo, desdoblado a su vez por la Díada. Del Uno-solo surge un vector que se desdobla por la Díada en P (uno) y No-p (no uno), que es Q (uno) y No-q (no uno), No-q vuelve a ser doble: R (nuevamente uno) y No-r… Serie que no es posible saber si será finita o no.

P,Q,R,… son las Ideas atómicas que constituyen el Cosmos ideal, comprensible, (Realidad objetiva); No-p, No-q, No-r,… son los Fenómenos que constituyen el Cosmos perceptible (Existencia empírica) 

La pantalla opaca es invisible en sí misma, pero sólo gracias a ella se puede ver la luz que emana del Uno-solo, que en realidad tampoco se puede ver en sí mismo, en tanto Uno, sino difuso, dividido por el Dos.

La Diada no es el Ser-que-es, podemos decir que no es nada en sí misma; separa el Ser-que-es-uno, que no se puede ver, de todo lo que se ve, que es desdoblado y por tanto múltiple. Es un elemento constitutivo del Cosmos ideal: sin el Uno no habría Ideas, pero sin la Díada las Ideas no serían múltiples y entonces no habría tampoco Ideas. Gracias al Uno-solo cada Idea es una y única en su género y gracias a la Díada se generan dos Mundos: no se puede ver el Mundo ideal, el de la Realidad objetiva, sino entreviendo también otro Mundo, el Material, fenoménico, el de la Existencia empírica.

Definiendo Q como no-P, se ve bien que el límite de Q sigue llegándole de P, aunque no sea P; que Q no tiene sentido propiamente dicho; que si S es Q (= no-P) el sentido discursivo sigue siendo doble. Si S es P, el sentido es único de modo explícito; si S es Q el sentido discursivo es múltiple, aunque ello no sea explícito. De modo que el discurso que define Q puede ser cada vez más explícito (Q1, Q2, …) y ello indefinidamente, siendo necesario y suficiente que cada discurso sea razonado en y por el precedente de modo que el conjunto de estos discursos se resuma en una sola definición: S es Q.

Sin embargo, ese no era el parecer de Platon, para el que el discurso, que desarrolla el sentido de Q que es no-P, no es más que el Discurso-Rio heraclitiano sin principio ni fin, que no puede resumirse jamás. Aunque el Rio discursivo no asusta a Platón, que sostiene su discurso en el uno estable que se mantiene por encima de la diversidad.

Platón cree haber establecido la posibilidad de la Verdad discursiva finito o definido que, que no puede negarse sin contradecirse, creyendo constatar que la Filosofía puede reducirse a hablar de P, dejando a los profanos heraclitianos el dudoso placer de hablar sin fin de todo lo que es no-P. 

Es posible que uno de los motivos por los que Heráclito no sea considerado un auténtico filósofo por algunos autores en la actualidad sea que hayan leído sólo a Platón, sin entender el lugar que ocupa Heráclito en el Sistema de Saber. 

Platón separa estrictamente P, que es en sí, de todo lo demás que es no-P; pero al hablar de P, no-P resulta aludido aunque sea implícitamente, de modo que no hay manera de que el discurso no sea doble: P es lo que es y sólo es lo que es, resultando ser único e idéntico a sí mismo; pero No-P incluye P, que de otro modo sería sólo una negación que no podría significar nada que correspondiera al sentido de una noción, así que No-P implica P, aunque sea excluyéndola.

En la medida en que la noción discursiva corresponde a P, caracterizado de este modo, esa correspondencia se mantiene siempre y en todo lugar. Es una noción verdadera o Verdad discursiva, en la medida en que se desarrolla en un discurso coherente, finito en tanto que definición de esa noción. La noción P, que se refiere a P, tiene el sentido P -uno y único en su género- al que le corresponde la esencia P, una y única a su vez, por definición. 

La Realidad objetiva está más cerca del Ser-dado-Uno, del que toma la unicidad de cada una de sus Ideas atómicas, que de la Existencia empírica a la que está acoplada, porque los Fenómenos (No-P) no son sólo múltiples y divisibles, sino que son otra cosa que las Ideas (P), de las que participan, pero excluyéndolas.

El Cosmos ideal es objetivo y real por estar constituido por elementos atómicos indivisibles e inalterables, únicos en su género, cuyo conjunto constituye un solo Mundo.

Platón plantea una jerarquía de las Ideas de ese Cosmos, en función de la distancia, de las mediaciones necesarias que las separa del Uno. Puesto que el Uno es el Bien en sí mismo, rigurosamente inefable, la primera Idea atómica será la Idea del Bien, que determinará a todas las demás, ella por si misma determina la unidad del Mundo ideal.

En cambio es difícil saber en qué orden se sitúan las demás, ni si son infinitas o no. Platón sólo nombra diez, y aunque pone como ejemplo de Idea la cama para explicar su teoría de las Ideas, generalmente nombra entidades como la Justicia o la Sabiduría. Buscando entre los filósofos antiguos tampoco conseguimos aclarar las cosas, nos dice Kojève, el propio Aristóteles sólo dice que hay una Idea para cada género de cosas, pero no precisa el número ni si son infinitas o no.

Kojève conjetura, y aclara que es una pura conjetura, que si P es la Idea del Bien, No-P será el Mal, empírico o fenoménico, que determinan los dos Mundos de los que se habla. Q1 sería la Razón, la Idea clara, la Theoría propiamente dicha, siendo No-Q tal vez la Espacio-temporalidad. Q2 podría ser Eros, apareciendo No-q2 como el Deseo sensual. En Q3 podemos hipotetizar el Saber discursivo verdadero, el Logos, y el No-q3 la Materia. Q4 podría ser el Alma y el No-q4 el Mundo sensible. Lo que está claro, dice, es que para Platón las Ideas son lo mismo que los Números ideales y que hablará de eso a continuación. 

Angeles Moltó

Abril 23