
03 Nov Kojève XIV
Ensayo de una historia razonada de la filosofía pagana II (clase 6)
La Paratesis tética de Platón
II –El desarrollo de Platón de la noción platónica del Concepto
2. La Energo-logía (o Ideo-logía) platónica
Tanto Demócrito como Platón postularon una Realidad-objetiva en relación con la Existencia-empírica, siendo radicalmente distintas, para poder remplazar el discurso cambiante de los fenómenos fluidos por uno que fuera válido siempre y en todo lugar. La estructura que adjudican a la Realidad-objetiva no se encuentra en la Existencia-empírica, ni ésta influye en la de la primera. Platón era consciente de las razones que lo habían llevado a este planteamiento, Demócrito en cambio, por lo menos no lo dice.
La actitud religiosa de Platón lo obligaba a poner el discurso objetivo o verdadero en relación con el Silencio místico que apunta a un Más-allá supra-real; mientras a la actitud científica de Demócrito le bastaba la afirmación de la realidad-objetiva de aquello de lo que hablaba, no siendo el Más-allá inefable para él sino la nada, que distinguía absolutamente del Vacío que se oponía al ser de lo Lleno en el seno de la Realidad-objetiva.
Ninguno de los dos llegó a poder plantear la Realidad-objetiva como la entendemos en el Sistema de Saber:
- La Física teórica inaugurada por Demócrito termina finalmente en el desarrollo pseudo-discursivo de la Energo-metría que se contenta con medir la Realidad-objetiva y relacionar esas mediciones, renunciando a hablar de la naturaleza de lo medido, que aboca al Dogmatismo fundado en el silencio de la experimentación científica.
- En cuanto a la Ideo-logía platónica, al desarrollarse discursivamente, acaba en el Silencio de la contradicción paratética, pero abre, a través de Kant y su Para-tesis sintética de la Filosofía, la posibilidad del discurso del Sistema del Saber hegeliano, que no implica ningún silencio dogmático sea científico o moral. Lo que posibilita que la Ideo-logía platónica sea transformada e integrada como elemento del Sistema de Saber como Energo-logía auténtica es que Platón pone el acento desde el comienzo no tanto en lo que se dice sino en lo que se puede llegar a decir por un discurso acabado en sí mismo pero siempre reproducible indefinidamente.
Platón compartía la opinión común de que no hay Verdad discursiva sino cuando el sentido de lo que se dice corresponde a la esencia de aquello de lo que se habla, de modo que aquello de lo que se habla corresponda a aquello que se dice con verdad, siendo sn embargo otra cosa que el discurso. Se da cuenta además que que un discurso no puede decirse verdadero sino a condición de ser definido, acabándose en sí mismo sin contradicciones; que no puede prolongarse sino a condición de repetirse tal cual.
Entonces, si la Realidad-objetiva -ideal en Platón- debe, por la definición platónica misma, corresponder al discurso ideológico que se refiere a ella, la estructura subjetiva del Discurso en tanto tal debe también ser objetiva como lo es la Realidad de que trata. De modo que la estructura del Discurso en tanto tal está irreductiblemente desdoblada, es decir, es esencialmente diádica.
Platón no fue el descubridor de esta dualidad, que ya había sido explicitada por Parménides y Heráclito, pero fue el primero, siguiendo tal vez a Sócrates, en dar cuenta de ella por su discurso filosófico dialéctico, y en sacar las consecuencias lógicas.
No podemos decir que S es P sino con una serie de condiciones.
La palabra es establece una relación significativa de inclusión entre la palabra S y la palabra P, y la locución no es establece una relación significativa de exclusión entre ellas.
S por si misma no tiene ningún sentido, pero lo recibe de P por esa relación significativa de inclusión. Entonces el sentido de S será el mismo que el de P, a pesar de tener sentidos diferentes. S no tiene sentido sino a condición de que P tenga alguno, pero la propia P no puede tener ninguno sino a condición de tener también otro, pudiendo significar uno u otro de los dos, lo que implica que en sí mismo no tiene ninguno porque P acaba siendo P y no-P. S es P no puede ser entonces una relación discursiva, puesto que sólo podemos decir que S es P a condición de poder decir que S es no-P contradiciéndonos.
La solución de Platón es decir que cada una de esa expresiones sólo tiene sentido si tienen sentido las dos a la vez. También podemos decir que S es P a condición de poder decir también que S no es no-P.
Vemos que ninguna palabra tiene sentido por si misma, con lo cual tampoco ninguna expresión regida por el verbo ser tiene sentido por sí misma. Organiza entonces con la afirmación y negación del verbo ser y la afirmación y negación de cada variable cuatro relaciones discursivas en las que cada una no es discursiva sino si las cuatro lo son.
S es P
S es no-P
S no es P
S no es no-P
Claro que esto no es todavía el estructuralismo, pero es impresionante la comprensión del lenguaje que tenía Platón hace 2500 años; tanto que hemos necesitado dos cortes epistemológicos para volver a poner el lenguaje en el centro del debate del saber.
La relación discursiva es, en tanto tal, irreductiblemente doble, siendo por ello el Discurso esencialmente diádico
S es P tiene un sentido definido en sí mismo, pero S no-es P es indefinido, en tanto no-P es una pluralidad, o infinito si aceptamos, equivocándonos con Heráclito y Kant la infinidad, la infinidad del conjunto de los sentidos en tanto tal.
El Discurso doble es menos simple de lo que pudiera parecer a primera vista.
S no-es P es indefinido, pero no infinito en el sentido de indefinible; que S no sea P no significa que pueda ser cualquier cosa, en ambos casos – tanto si es P como si no-es P, su límite proviene de estar en relación a P. Si S es P el discurso es perfectamente definido, pero si S no-es P es discurso no es definido, pero es definible, aunque no lo sea de momento en acto, en la continuación de un discurso que lo desarrolle. De momento sólo sabemos que S no-es P, pero no sabemos todavía que es S.
Para saber qué es S, tenemos que encontrar una definición afirmativa: S es no-P, es una afirmación aunque negativa; el discurso sigue siendo doble, pero la relación ya no es de exclusión, S queda definida en acto siendo no-P, y podemos conseguir una definición acabada si llamamos Q a no-P.
Podemos incluso conformarnos, dice Kojève, con formalizar la formula S es Q, como lo hace la lógica, aceptando para Q un sentido cualquiera. Según Kojève el problema es que la lógica formal confunde las dos fórmulas discursivas: S no-es P y S es no-P; yo lo diría de otra manera: sabemos que la lógica clásica es muy constrictiva y que no funciona con la riqueza de las negaciones. Kojève está trabajando el sentido discursivo del lenguaje y la lógica no trabaja la semántica sino la sintaxis.
Definiendo Q como no-P, se ve bien que el límite de Q sigue llegándole de P, aunque no sea P; que Q no tiene sentido propiamente dicho; que si S es Q (= no-P) el sentido discursivo sigue siendo doble. Si S es P, el sentido es único de modo explícito; si S es Q el sentido discursivo es múltiple, aunque ello no sea explícito. De modo que el discurso que define Q puede ser cada vez más explícito (Q1, Q2, …) y ello indefinidamente, siendo necesario y suficiente que cada discurso sea razonado en y por el precedente de modo que el conjunto de estos discursos se resuma en una sola definición: S es Q.
Sin embargo, ese no era el parecer de Platon, para el que el discurso, que desarrolla el sentido de Q que es no-P, no es más que el Discurso-Rio heraclitiano sin principio ni fin, que no puede resumirse jamás. Aunque el Rio discursivo no asusta a Platón, que sostiene su discurso en el uno estable que se mantiene por encima de la diversidad.
Platón cree haber establecido la posibilidad de la Verdad discursiva finito o definido que, que no puede negarse sin contradecirse, creyendo constatar que la Filosofía puede reducirse a hablar de P, dejando a los profanos heraclitianos el dudoso placer de hablar sin fin de todo lo que es no-P.
Es posible que uno de los motivos por los que Heráclito no sea considerado un auténtico filósofo por algunos autores en la actualidad sea que hayan leído sólo a Platón, sin entender el lugar que ocupa Heráclito en el Sistema de Saber.
Platón separa estrictamente P, que es en sí, de todo lo demás que es no-P; pero al hablar de P, no-P resulta aludido aunque sea implícitamente, de modo que no hay manera de que el discurso no sea doble: P es lo que es y sólo es lo que es, resultando ser único e idéntico a sí mismo; pero No-P incluye P, que de otro modo sería sólo una negación que no podría significar nada que correspondiera al sentido de una noción, así que No-P implica P, aunque sea excluyéndola.
En la medida en que la noción discursiva corresponde a P, caracterizado de este modo, esa correspondencia se mantiene siempre y en todo lugar. Es una noción verdadera o Verdad discursiva, en la medida en que se desarrolla en un discurso coherente, finito en tanto que definición de esa noción. La noción P, que se refiere a P, tiene el sentido P -uno y único en su género- al que le corresponde la esencia P, una y única a su vez, por definición.
De modo que P es su esencia; la esencia de P no es sino P mismo; los morfemas de la noción P pueden multiplicarse indefinidamente en en la duración-extensión de la Existencia-empírica fenoménica, sin que su sentido cambie, pues seguirá siendo siempre y en todo lugar uno y único en sí mismo. Entonces el sentido P uno y único corresponde siempre y en todo lugar a la esencia de P.
Recuerden lo que habíamos visto el curso pasado:
El Concepto está compuesto de un objeto y un discurso que le corresponde.
El objeto a su vez consta de cuerpo y esencia
Y el discurso de morfema y sentido.
Por tanto podemos decir con Platón que P, con estas características, es uno y único en sí sin estar nunca en ninguna parte, que está eternamente en sí y no en otro lado.
Es esta Esencia eterna lo que Platón llama Idea, y en la medida en que este Eterno es sólo lo que es, sin ser lo que no es, que habla de Idea atómica o indivisible. Podemos decir que era un Atomo ideal, en tanto no era sólo único e inalterable como el de Demócrito, sino además uno y único en su género.
El Cosmos ideal de Platón -que es un conjunto de los átomos ideales, cada uno diferente de los demás, que no constituye una extensión espacial, ni, en tanto invariables, una duración temporal- es por tanto Eterno en sí, en relación con la Eternidad que es el Más-allá absoluto de la Espacio-temporalidad.
Para Platón es sólo de este Cosmos eterno que habla el Discurso verdadero, que constituye en su conjunto desarrollado y acabado el Saber discursivo que buscaba la la filosofía socrática. Para lograrlo no habla, como Parménides, sobre la Eternidad que es el Uno-solo, el Bien en sí o Dios; trata de decir todo lo que puede decirse sin contradicción del Cosmos eterno, ese Todo uno de múltiples Ideas atómicas; y deja a los otros lo que él considera la palabrería heraclitiana de la diferencia indefinida que jamás puede constituir un Todo.
Así, el Discurso verdadero no puede ser para Platón sino la Ideología que habla de la Realidad-objetiva que es el Cosmos eterno, trascendente -fuera de lo espacio-temporal-, constituido por las Ideas atómicas, es decir las Esencias que son las P separadas de las no-P, que corresponden a sentidos unos y únicos de las nociones discursivas a las que se refieren.
La Ontología resulta remplazada en Platón por una Teología dogmática fundada en su experiencia religiosa del silencio místico, ya que reconoce que el Ser-dado, para él el Uno solo eleático, le resulta inefable.
Y la Existencia-empírica fenoménica, lejos de revelarse en y por un saber fenomenológico, no puede producir, según él, sino las opiniones fluctuantes de los diversos sofistas y retóricos heraclitianos, de los que ninguno puede demostrar ninguna verdad de sus propios decires. Resulta así que aquello de lo hablan las Ideas o Esencias queda tan radicalmente separado de las Ideas, que se opone a lo que puede hablarse en Verdad.
Angeles Moltó
Marzo 2023