
06 Ago Kojève VII
Ensayo de una historia razonada de la filosofía pagana I
La evolución de la filosofía durante el periodo pre-kantiano
3 – Los esbozos de la Paratesis
Demócrito y las premisas de la Paratesis sintética
Más difícil aún de situar en el sistema filosófico que a Anaxágoras y Empédocles, es situar a Demócrito, de quien no sabemos siquiera si era o no un filósofo.
Lo que es claro es que la influencia de Demócrito por fuera de la Filosofía es enorme y que sus dichos están en la base de la física y se repiten por los grandes físicos hasta hoy.
Platón, que admiraba a Parménides y atacaba seriamente a Heráclito, acusándolo de Relativismo empirista, y se burlaba de Tales, Anaxágoras y Empédocles, no nombró a Demócrito, con lo que tenemos que deducir que un juez tan atento y competente como Platón no lo consideraba un filósofo. Aristóteles, en cambio, lo citaba continuamente, pero refiriéndose casi exclusivamente a sus teorías científicas.
Los fragmentos llamados filosóficos que nos han llegado son simples reflexiones morales sin interés; pero Sexto Empírico –representante del Escepticismo antiguo del que nos ha llegado su obra- encuentra en Demócrito un Relativismo escéptico filosófico interesante que cubre todo lo que dice que no es Ciencia atomista. En su obra “Sobre las formas” Demócrito dice que “el hombre debe aprender que está lejos de la realidad, que no sabe nada más que lo que le llega de las emanaciones atómicas de las cosas que entran en interacción o no con los átomos apropiados de eso que llaman alma, dependiendo de la disposición de su cuerpo”.
Todo hace pensar que era un sabio, en el sentido moderno del término; puede haber buscado ese saber enciclopédico, caro a los sofistas, que Empédocles buscó y que Eudoxo probablemente realizó, para escándalo de Platón y admiración de Aristóteles, pero decía que prefería encontrar una explicación causal, como lo era su función matemática –explicación causal no discursiva- que devenir rey de los Persas.
Así como los sofistas no son más que una curiosidad histórica y Eudoxo sólo entra en la historia por su astronomía, la física de Demócrito no sólo implica una revolución sino que sigue siendo hoy la base de una física matemática actual. Más allá de las Ideas platónicas –transformadas luego en números, después en triángulos y finalmente en cuerpos perfectos- que fueron tomados por la física cuantitativa de la realidad objetiva de la revolución científica del S. XVI, o más allá de las descripciones cualitativas de Aristóteles, los átomos de Demócrito, que Aristóteles refuta y de los que Platón se burla, son la base de la Física actual, de la que se sostiene después del 2º corte paradigmático, que dice que la realidad objetiva está formada no por sólidos geométricos estables, sino por el movimiento más o menos desordenado de corpúsculos indivisibles con un orden preciso. Demócrito no lo dijo así claramente, pero luego de 25 siglos de reflexión los físicos han terminado por comprenderlo.
De la misma manera que Koyre señala la influencia de la religión o la filosofía en la historia de la ciencia, para Kojève Demócrito ha sido uno de los más grandes físicos de la historia, que, aunque no hubiese sido un filósofo en absoluto, ha jugado un papel en la historia de la Filosofía al haber llamado la atención de la Filosofía sobre la presencia en el Universo del fenómeno que es la existencia humana. Los filósofos por si mismos suelen ignorar ese fenómeno, y simétricamente, los físicos suelen ignorar el Cosmos del que se habla, que es la realidad objetiva en oposición al Ser dado y a Existencia empírica de los fenómenos.
Desde luego la Realidad Objetiva es el sentido peor definido de todos los que la Filosofía se esfuerza en definir. Habrá que esperar a Kant para encontrar una definición filosóficamente correcta y aún lo es sólo implícitamente y se ha tendido a oscurecerla; Hegel la considera poco firme, y en su Sistema de Saber tiene que hablar de ella para poder mostrar la importancia de Demócrito para la historia de la Filosofía.
El Ser dado o el Ser del que se habla es la Tri-unidad entre el Ser, el No ser y su Diferencia, que es el Concepto en tanto tal o la Espacio-temporalidad.
Parece que la Realidad objetiva no fue afirmada ni negada antes de Parménides, éste la negó sin duda, pero implícitamente y sin conocimiento de causa. Para Parménides no hay lugar, lógicamente, entre el Uno – solo, concebido sólo en el Silencio, y el Todo de la Existencia empírica donde los fenómenos contrarios se neutralizan. Tampoco hay nada objetivo para Heráclito, entre el Ser – Fuego perpetuo, que es el Concepto – discurso infinito, y el Rio fenoménico de la existencia empírica sin principio ni fin. Finalmente, Aristóteles sólo pudo tenerla en cuenta repitiendo a Demócrito.
Demócrito parecía no entender lo que es el Concepto, criticaba tanto a Parménides como a Heráclito, creyendo hablar del Ser dado o de la Existencia empírica respectivamente, siendo que él hablaba de otra cosa; no entendió que con su noción de la Realidad objetiva estaba aportando una nueva noción a la filosofía. Después de Demócrito, la Filosofía debe dar cuenta discursivamente no sólo del Ser–dado –en y por la Ontología, a través de la Onto-metría que son las matemáticas- y de la Existencia empírica en y por la Fenomenología –a través de la fenómeno-grafía y fenómeno-metría que son las ciencias naturales-, sino también de esos aspectos del Universo que son la Realidad objetiva en y por la Energología –a través de la Energo-grafía, que es la física mecánica y la Energo-metría, que es la física propiamente dicha cuántica, es decir atómica o democritiana.
Demócrito pudo mostrar la Realidad objetiva a la Filosofía precisamente porque era físico y no filósofo. Dice Kojève: Parece que la visión de la Luz cegadora del Ser que deslumbra al visionario filosófico, aunque no vea sino su reflejo fenoménico sobre la Existencia empírica, impide a los filósofos ver el éter diáfano que transmite esa Luz y sin el que no habría ni Fenómenos ni Luz misma. Sólo los físicos, con sus gafas oscuras, perciben ese intermediario etéreo, que no pueden ver porque sin Luz el éter no es más que tinieblas –que apagan los fenómenos luminosos, envolviendo no solo al Ser mismo sino también su Existencia, que no es entonces empírica sino en la medida en que se revela andando a tientas-.
Entre una Ontología, que los físicos ignoran, y una Fenomenología, que fingen ignorar, Kojève propone rebautizar como Energología lo que se ha llamado Metafísica.
Es la Física la que permite a los filósofos darse discursivamente cuenta de lo que es la Realidad objetiva y pueden verla entonces a la luz directa del Ser dado y a la reflejada de la Existencia empírica, pudiendo así hacer una Teoría discursiva que habla de los que los físicos miden. Platón rehusaba reunir a Demócrito con Parménides o incluso Jenófanes, percibiendo claramente –a pesar de sus burlas- que la Realidad objetiva era otra cosa que el Ser-dado y aún que la Experiencia empírica.
Para Demócrito, los principios de todas las cosas son los Átomos y el Vacío, todo el resto no es sino opinión. Según Aristóteles, Demócrito decía que las sustancias, los Átomos, escapan a nuestros sentidos. Para Parménides, lo Suprasensible que puede ser objeto de un Saber –silencioso-, esencialmente diferente de la Opinión -discursiva y sensible- no es sino el Ser dado tomado y entendido como Uno-solo. Si se confunde las sustancias suprasensibles de los Atomistas con lo Supra-sensible de los Eleatas, por supuesto se los puede confundir y acabar haciendo patinaje –no muy artístico- con la Filosofía, como sabemos que se hace con el psicoanálisis.
Demócrito pensaba que sus Átomos escapaban a nuestros sentidos por su tamaño ínfimo, pero creía poder deducir tamaños y figuras, se hacía una idea muy cabal de la estructura de la materia; la idea de que un día se podrían ver sus Átomos con un microscopio electrónico no le habría sorprendido.
Kojève se pregunta si ese Infinito vacío o ese Vacío infinito, que es el Espacio, no serán para Demócrito el Tiempo eterno, porque para él el Tiempo se presenta bajo una apariencia: el día y la noche. Pero ninguna lectura permite acercar los democritianos a los Eleatas: La Realidad objetiva, que son los Átomos, pero también el Espacio, incluso el Tiempo, están en todo caso más cerca de la Experiencia empírica fenoménica, sensible, que del Ser dado, del Uno solo parmenidiano. Aristóteles subraya que entre unos y otros hay una diferencia de enfoque radical: que los Eleatas hablan para decir justamente que las apariencias sensibles no tienen ninguna realidad objetiva, que no son más que ilusiones; y que los Atomistas no hablan de lo no sensible sino para señalar que bajo los fenómenos hay una realidad objetiva reductible a los movimientos de los átomos materiales en un Espacio-tiempo vacío.
Si Demócrito prolonga un pensamiento, no es por cierto el de la Ontología de Parménides, sino, en todo caso, el de la Teoría química de Empédocles, salvo que éste sólo llega a esbozar una Fenómeno-metría que mide los fenómenos en que se revela la Existencia empírica sin mostrar interés por la Fenomenología filosófica de otros Presocráticos, mientras Demócrito proyecta una Energo-metría, que exige el complemento filosófico de una Energología, que ningún filósofo había explicitado antes, y que, a partir de los planteamientos de Demócrito, desarrollarán para dar cuenta discursivamente de la Física.
Platón había mostrado que el supuesto Ser que se considera que se aniquila en tanto Existencia empírica, que no tiene ninguna realidad objetiva y no es más que el Uno-solo-inmóvil, no es más que Nada, ya que los que lo plantean no pueden decir nada y quedan reducidos a un silencio querido. No hay razón discursiva para llamar locos a los Eleatas, pero a Aristóteles le parecía una locura el intento de Parménides de construir un 2º piso filosófico, que es la Ontología –el discurso que habla del Ser en tanto tal, diciendo lo que es-, sin concebir un primer piso metafísico o energológico, y dedicándose a destruir incluso la planta baja fenomenológica. Platón y Aristóteles eran tan filósofos que no podían quedar satisfechos sino hablando, de modo que les parecía más normal Demócrito, aunque su discurso fuera poco filosófico, con su construcción teórica de dos pisos: el primero físico y no metafísico y una planta sólida puramente científica.
Aristóteles aprendió con Demócrito que hay una Realidad objetiva en la base de la Existencia empírica de la que se habla y que se revela como conjunto de fenómenos sensibles, pero seguía siendo filósofo y no olvidaba que en algún lado, por encima o por debajo de los fenómenos, sus maestros hablaban del Ser dado, del Concepto que es, del que había que ocuparse.
No se contentaba con la Fenómeno-grafía de Empédocles –representada en su época por Eudoxo, que Platón llamaba Timeo-, ni con la Energo-metría de Demócrito –esbozo de una física matemática, de la que habla en el Timeo para burlarse de ella- pero que evidentemente Platón no entiende, a pesar todos los intentos serios que hubo antes que él en ese sentido. Así, inspirándose en las Ciencias naturales de su tiempo, pudo Aristóteles elaborar una verdadera Fenomenología filosófica, y ensayar, aunque con menos éxito, una Energología, cuyo inspirador no podía ser sino Demócrito. Precisamente esto le permitió hablar del Concepto o Ser-dado en una Ontología auténtica, inspirada por las Matemáticas de su tiempo que se situaban en el justo medio entre el Silencio parmeridiano y la charla indefinida de los seguidores sofistas de Heráclito.
Para Demócrito, como para la física, incluso la contemporánea, el Mundo en el que vivimos hablándolo tiene sólo dos pisos: el de la Existencia empírica, constituido por el conjunto de los fenómenos que los hombres perciben y del que hablan con un lenguaje vulgar, que deviene escéptico o relativista, de modo que se contradicen continuamente sin siquiera percibirlo; y el de los Átomos y el Vacío, que no tiene existencia empírica o subjetiva, y permite tener relación con Algo, que no es nada, que es objetivo. Este piso proporciona la posibilidad de traducir el lenguaje común en el lenguaje de los Átomos, que hablan de una realidad objetiva donde se aloja la verdadera Existencia.
El Sistema de Saber demuestra, sin embargo, que el Cosmos en el que vivimos no puede ser una construcción de dos pisos, no podría ser el Universo, el Mundo del que hablamos, donde los sentidos están ligados a los morfemas de forma no necesaria, porque no puede haber convención entre los Átomos en el Vacío, ni menos entre los supuestos fenómenos que son subjetivos, si no son puras ilusiones.
Kojève propone la Realidad objetiva, de la que habla la Energología intercalada entre el Ser-dado, del que habla la Ontología, y la Existencia empírica, de la que habla la Fenomenología.
El Ser dado es perfectamente continuo, no tiene estructura, sus elementos son idénticos, incluso cuando se distinguen en el espacio, lo que les permite identificarse temporalmente –como parece que ya vió Anaxágoras-. El Ser dado es Uno en sí mismo y único.
La Existencia empírica es claramente estructurada siempre y en todos lados, no sólo en conjunto, porque todos sus elementos fenoménicos difieren entre sí –como Leibniz insistía en señalar-, sino en cada uno de ellos, que tiene su propia estructura. La Existencia empírica es múltiple esencialmente, en tanto pluralidad de unidades estructuradas en sí mismas.
La Realidad objetiva está, por un lado, estructurada como la Experiencia empírica, en el sentido de que sus elementos difieren unos de otros; las composiciones de sus elementos no son objetivamente reales sino empíricas en tanto existencia espacio temporal de los fenómenos. Pero por otro lado, sus elementos carecen de estructura propia, son indivisible, como los elementos del Ser dado. La Realidad objetiva es irreductiblemente doble, se opone a sí misma como A a No A, sin que, sin embargo, la negación la reduzca a la Nada. Es evidente que el elemento que él llama el Vacío no puede tener ninguna estructura que le sea propia.
Entonces, de alguna manera, la Realidad objetiva se estructura oponiéndose a sí misma de manera irreductible, objetivamente real, dentro del Ser dado –en la Espacio temporalidad que es y que es el concepto-.
Según Aristóteles, si los dos extremos son Algo y no nada, sólo son reales en la medida en que se oponen de manera irreductible, en tanto los términos contrarios difieren no sólo uno de otro, sino cada uno de sí mismo; si A es uno en sí mismo, No A es doble en sí, en tanto A y No A implican dos cosas absolutamente diferentes.
Habrá, en definitiva, una Realidad objetiva que es lo que es A, y que se opone de manera irreductible a No A, que es en sí mismo multiplicidad, en tanto puede contener B y No B; tenemos así una estructura de opuestos que generan interacciones. Los Atomistas griegos no llegaron a un desarrollo tan pormenorizado, pero pusieron la base para hacerlo posible, Hegel mismo basa su Energología en la Realidad objetiva de Demócrito; claro que Demócrito no pensó un sistema de tres pisos… si lo que él creía es que estaba tratando propiamente del Ser dado.
Aristóteles entiende que Demócrito, que descuida hablar de la causa final, remite a la necesidad, a la interacción en el Vacío de los Átomos diferentes y separados, todas las operaciones de la Naturaleza. Esta misma impresión se mantiene hasta Cicerón que subraya que para Demócrito hay una infinidad de Mundos diferentes y perfectamente iguales.
Aristóteles lo ve bien cuando dice que, aunque los Átomos se distingan en el espacio por su forma y cualitativamente por su naturaleza, los Atomistas consideraron cada elemento homogéneo, separado, único, indivisible –por tanto sin estructura-, absoluto -no un Todo-.
Más allá de la forma, Demócrito distingue la posición de cada elemento y su orden. El Atomismo sitúa los Átomos en un Vacío absoluto, en el Espacio objetivamente real, donde cada átomo no puede estar determinado sino en relación a los otros, de modo que posición y orden remiten a la disposición espacial de cada átomo en el interior del conjunto atómico. Lo mismo para el Espacio-tiempo, donde nada puede haber sido creado, porque el Tiempo no lo es. Para Demócrito el Tiempo es la cuarta dimensión coordenada a las otras tres, el Vacío es el Espacio-tiempo.
Así la Realidad objetiva se reduce a una oposición irreductible que es espacio-temporal, dinámica, que es una interacción en y por la resistencia recíproca, regida únicamente por la Ley del azar. La Realidad objetiva se rige, pues, por la Ley del zar, que es racional, es decir determinada o unívoca. No hay nada más allá; Demócrito no juzga sensato buscar un principio más allá de lo que existe eternamente. Lo que él no sabía, sin duda, es que esa Ley era racional, pero no discursiva. Recién la Física se ha dado cuenta, aunque parece que Galileo lo entrevió, que todo lo que está diciendo y midiendo hoy de la Realidad objetiva, redice lo que Demócrito había dicho ya.
Angeles Moltó
25. 1./1.2. 2022