
05 Ago Kojève III
Ensayo de una historia razonada de la filosofía pagana I
La evolución de la filosofía durante el periodo pre-kantiano
Si la Filosofía en potencia, dice Kojève, es el Discurso efectivo que plantea en potencia el Concepto en tanto Hipótesis, con la intención de hablar de forma coherente, el acto filosófico es la comprensión de un Discurso que da una respuesta a esta cuestión.
Entonces, el Concepto en tanto tal es el conjunto, uno y único, de todo lo que es sentido definido de una noción cualquiera y esencia determinada de un objeto cualquiera, en la medida en que este conjunto no es ni sentido ni esencia. No se puede, por tanto, hablar del Concepto sino distinguiéndolo tanto del conjunto de las nociones, como del mundo que constituyen los objetos tomados en su conjunto.
La Esencia de un Objeto está ligada a su Cuerpo de manera biunívoca e indisoluble, es decir necesaria; mientras que el Sentido de una Noción está ligada a su Morfema de manera arbitraria (no necesaria).
No se puede suponer que en el primer tiempo de la humanidad las ligazones no necesarias fueran tenidas en cuenta, es lógico pensar que tomarían el lenguaje como algo tan ligado al sentido como la esencia a su objeto.
Es en el momento en que se admite discursivamente que hay enlaces no necesarios, que se puede hablar del discurso mismo, que empieza el discurso filosófico. Lo que ocurre por primera vez en Grecia, cuando se acepta que un mismo morfema puede tener un sentido verdadero o falso según el caso, pero planteando que un enlace no necesario daría como resultado un enunciado falso.
El cristianismo se sitúa, desde el principio como una paratesis entre la tesis helénica y la antítesis hebraica. El saber griego afirmaba la necesariedad de todos los enlaces, la negación total de esta necesariedad por la teología hebraica era una antítesis auténtica. El mito judío de la creación del mundo ex nihilo hacía no-necesario el enlace entre Esencia y Cuerpo, y el mito de la creación por el discurso de Adán establecía como no-necesario el lazo entre Sentido y Morfema.
Pablo plantea la sabiduría cristiana como una doble negación de las dos tesis contrarias, lo que era una locura para los griegos y un escándalo para los hebreos. La mística radical aceptó el silencio como consecuencia de la doble negación paulina, pero el discurso cristiano fue transformando el ni-ni de Pablo en un y-y, en una doble afirmación parcial.
Bastaba someter la voluntad libre de un solo Dios a una ley necesaria para que el dogma judío coincidiera con el heleno, e introducir la libre voluntad divina en la ananké helena (αναγκη – desde necesidad lógica hasta destino) para que su enunciado tomara un tinte judío.
Eso fue lo que hizo la paratesis cristiana, mostrar que el discurso hebraico es una antítesis que da por planteada la tesis pagana enunciada por los griegos. El Dios judío cristianizado, en tanto verbo encarnado, convertía en necesario el enlace entre esencias y cuerpos, cuyo conjunto era un mundo donde vivía ese Dios encarnado; de modo que el Dios judío libre se encarnó en un mundo que era el Cosmos del discurso griego necesario.
La paratesis cristiana de un telos (fin predeterminado), que es el Dios judío libre, encarnada en un cuerpo griego necesario, va a coincidir con el discurso paratético de la filosofía pagana inaugurado por Platón y Aristóteles, salvo que el telos griego es una causa final. Así la paratesis teológica cristiana de la encarnación acaba oponiéndose a la paratesis pagana de la teología natural.
El dogma cristiano, que había tenido que distinguir entre un Dios creador bíblico y un Dios encarnado paulino, no tuvo inconveniente en convertir un error de lectura del texto evangélico que hablaba del Espíritu Santo en una tercera hipóstasis divina.
Paralelamente la Filosofía siguió siendo pagana y excluyó de su discurso el dogma de la Trinidad, que no era un misterio sino un error de interpretación. Durante años las Filosofías paratéticas cristianas fueron téticas o antitéticas paganas, platónicas o aristotélicas, revisando sus contradicciones buscando reducir las mínimo sus diferencias con los dogmas cristianos por los que se las quería sustituir. Hasta que devino discursivamente posible una síntesis de la filosofía pagana con la teología cristiana que es la paratesis sintética de la filosofía de Kant.
Podemos entonces subdividir la filosofía en tres grandes periodos (de los que veremos propiamente sólo el primero):
La antigüedad y el acabamiento de la filosofía pagana
El medievo y la puesta en oposición de la filosofía pagana y la teología judeo-cristiana
La modernidad y los pródromos de la filosofía cristiana.
I – La Antigüedad y el acabamiento de la Filosofía pagana
La noción Filosofía pagana tiene un sentido bien definido, son un conjunto de escritos que conforman una serie crono-lógica que corresponde a una evolución continua: una etapa presocrática, luego, introducida por Sócrates, la de Platón y Aristóteles, y finalmente la Filosofía post-aristotélica o helenística.
El Esquema hegeliano de la historia de la Filosofía pagana desde su inicio hasta su acabamiento, en el sentido de haber conseguido el fin que buscaba desde su inicio es:
1 – Los orígenes de la Filosofía
2 – Las Filosofías antitéticas
3 – Las Filosofías paratéticas
- Los orígenes de la Filosofía
Nada permite afirmar que hubiera filósofos propiamente dichos antes de Parménides y Heráclito, pero nada impide tampoco que consideremos como tales al trio formado por Tales, Anaximandro y Anaxímenes, y a los dos líderes de escuelas semi-religiosas: Pitágoras y Jenófanes, cuya existencia histórica está probada.
Los discursos de estos griegos pre-parmenidianos tienen un carácter científico (en el sentido de la ciencia antigua), no hablan del mundo de la magia, pues la ligazón entre esencia y cuerpo es biunívoca y necesaria; pero lo que no permite pensarlos como filósofos propiamente dichos es que parece que también pensaban la ligazón entre el morfema y sentido como unívoca, como si funcionara igual que la primera.
Para considerar filósofo a cualquiera de ellos hay que admitir que se hayan planteado la cuestión del Concepto; lo que no encontraremos hasta Parménides y Heráclito será una respuesta a esta pregunta.
Cuando Parménides inicia su discurso auténticamente filosófico -que consideramos lógicamente anterior al de Heráclito, fuera como fuera el devenir temporal no comprobable- ya tenía que haber habido otros que se hubieran planteado la cuestión del Concepto, de modo que él pudiera replanteársela y responderla.
Por tanto diremos que el conjunto de estos filósofos han emitido un discurso que es la Hipótesis de la Filosofía, una filosofía en potencia, que no será filosofía en acto hasta la Tesis de Parménides y la Antítesis de Heráclito.
Tales
Fue el primero en preguntarse qué son las cosas e indagar el principio del cambio, señalando el agua como principio de todas las cosas.
Si Tales hubiera hablado del Agua como materia o causa material del mundo, hubiera sido un hombre de ciencia, pero consideraba el Agua no sólo la Esencia del conjunto de todos los objetos que constituían el mundo que encarnaban todos una única y misma esencia, sino aquello que era también el sentido del discurso en tanto tal. El Agua no podía ser la Esencia de la tierra y del fuego sino siendo algo distinto que agua.
Si el Uno es Dios para Tales, todo está lleno de dios y todo es animado pues todo tiene una esencia-alma, que es el agua divina misma en todo objeto que existe y se revela por los discursos divinos que hablan de ello.
Anaximandro
Uno de los fundamentos del pensamiento de Anaximandro era: «el infinito es el principio». Ese principio, base de la generación de las cosas, es algo inmortal e imperecedero, constituido por lo indeterminado, indiferenciado (Apeiron ). Del apeiron surgen lo frío y lo cálido como separaciones de la substancia primordial, y se constituyen lo fluido, la tierra, el aire, los astros. Los elementos del universo están situados en el espacio en función del mayor o menor peso de los elementos: en el centro, la tierra, cubriéndola, el agua, y recubriéndolo todo, el aire y el fuego. Este orden que ha surgido del caos, ha nacido en virtud de un principio, de una substancia única, que no es determinada sino indeterminada.
El Apeiron es el Concepto realizándose en tanto que Esencias de los Objetos corporales que corresponden a los Sentidos de los Discursos que hablan de ello verdaderamente.
El discurso de Anaximandro hace aún más plausible el discurso de Tales y hace posible el heraclitismo, remontándonos hasta Tales, si se quiere.
Parménides mantiene su noción tética de la finitud, también remontable hasta Tales, mientras Heráclito plantea la contraria antitética de lo in-finito (a-peiron).
La Tesis de la filosofía de Parménides plantea que si el Ser del que se habla es finito, el discurso que habla de ello también lo será (la verdad exige la adecuación entre lo que se dice y aquello de lo que se habla). Y si se puede contradecir todo lo que se puede decir, se acaba por transformar el discurso en silencio absoluto. Ésta sería la sabiduría no discursiva que buscaría la filosofía.
Por el contrario, la antítesis planteada por Heráclito sostiene que si el Ser del que se habla no es finito, el discurso que habla de él puede continuar indefinidamente, cualquier discurso o su contrario pueden constituir una verdad con la condición de adecuar lo que se dice con aquello de lo que se habla, y así hasta el infinito.
Así el Apeiron de Anaximandro es la fuente inagotable de donde fluye el rio de Heráclito.
Anaxímenes
Con Anaxímenes el apeiron es sustituido por el aire, con lo que parece más próximo a Tales, aunque el aire es más sutil que el agua. Por un lado parece alejarse del Concepto, pero por otro identifica explícitamente el aire con el alma y entiende el Concepto como siendo a la vez Esencia y Sentido, aunque no ve como Anaximandro que el Concepto en si no es ni el uno ni el otro.
Jenófanes
Parece haber sido el primero en ver que el Concepto mismo es otra cosa que la Esencia de los Objetos corporales y el Sentido de los Discursos.
Pitágoras
Según se puede deducir de lo que dice Platón, Pitágoras admiraba la manera en que Jenófanes había planteado la cuestión del Concepto; de manera que, si el conjunto de los números pitagóricos era considerado por éste como siendo un Concepto, es la primera vez que se habla en filosofía de algo que tiene una estructura. Desde luego, lo que tiene la estructura de un número no es la materia ni la forma de los objetos, ni el sentido de lo que se dice.
Angeles Moltó
9. 11. 2021