Introducción al fantasma

Introducción al fantasma

Jaques Lacan (1901-1981)

Ustedes habían pedido que habláramos del “fantasma”; la cuestión es que para trabajarlo necesariamente nos vamos a tener que ir a deseo, a pulsión, a objeto… no podemos ahora trabajar el fantasma sin un recorrido previo.

A partir de lo cual, podremos tomar lo que les recomendaban el domingo pasado: lo que dice Lacan en las clases 20 y 21  del  libro  6  del Seminario: “El  deseo y su interpretación”. Es interesante,  aunque  efectivamente  no  es  nada nuevo para quienes llevan años leyendo a Lacan, es adecuado para esta introducción.

En este seminario aparece la fórmula del fantasma pero no lo desarrolla  porque aún no lo tiene conceptualizado, no lo hará hasta el  seminario  14:  “La lógica del fantasma”.

Para hablar un poco del “fantasma” lo primero que  tenemos que  ver  es  que éste no es un concepto propiamente freudiano. Freud habla de fantasías y, ¿dónde aparece? En Freud aparece lo de las fantasías, como siempre, a través  de  la  clínica;  se  encuentra con las fantasías de los pacientes.

¿Qué tipo de fantasías? Dice por ejemplo que el obsesivo siempre está fabricando fantasías cuyo contenido son heroicidades, hazañas (en algún  punto habla de las hazañas del obsesivo). El obsesivo siempre está imaginando  que… tiene que salvar a  su  dama, o  que va a  tener que matar a la abuela de la dama,  que le está impidiendo estar con ella porque debe acompañarla no dónde,… y entonces aparece la idea repetitiva de que tiene que matar a  la  abuela («el hombre de las ratas»). Freud se va encontrando con ese tipo de fantasías,… o fantasías masturbatorias, por ejemplo, de algún paciente…

Soto: lo que sí dice Freud es que, así como hay escena primaria, habría que buscar la fantasía primaria.

Sí, hay un momento en que Freud empieza a plantear que  hay  que  ir  a buscar lo que llama protofantasías, la “Urbild”, que es la fantasía primaria. Encuentra algunas fantasías primarias muy generales, esas que se dan en todo el mundo: la fantasía de la escena  primaria, la  fantasía  de  castración, las  fantasías de castigo…; el texto fundamental de Freud sobre las fantasías es «Pegan a  un  niño». En realidad es un texto sobre lo que Lacan después llamará fantasma. Lo importante de ese texto, más que el contenido, es el desarrollo de la fantasía que Freud explica: un desarrollo entre lógico y gramatical.

Freud se encuentra, en una serie de pacientes, con  una  fantasía  que  es  «pegan a un niño». Y eso aparece en el paciente como una frase. Trabajando esa frase encuentra que esto sería el punto de llegada, que para llegar a ella ha tenido 

que haber momentos anteriores. Momentos anteriores donde lo que  el  paciente dice es que: «papá pega a mi rival». Freud interpreta esto evidentemente como rivalidad fraterna.

Los pacientes que dicen eso lo cuentan como una escena, es un recuerdo. Recuerdan una escena del padre pegando a un rival. Y lo que Freud se plantea es

¿por qué esa escena se ha convertido en la frase “pegan a un niño”?, ¿por qué no se ha mantenido “papá pega a mi rival”? cuando ahí quedaría clara cuál es la satisfacción en ese recuerdo: papá me quiere más a y  pega a  mi rival. ¿Por qué no se mantiene así? Lo que Freud dice  es  que  si esta  frase  se  transforma, tiene que ser por algo, porque parece que sería  más  satisfactorio  “papá  pega  a  mi rival” que “pegan a un niño”. Así descubre que en medio de estas dos frases hay una, otra, que el analista siempre tiene que construir, porque  no  llega  a  aparecer en la consciencia del paciente, y que es: «papá me  pega”. Y este «papá  me  pega»  no es sólo un castigo, es también una satisfacción erótica. En tanto papá me pega- papá me toca, papá me pega porque me quiere.

Soto: realmente pega en el culo. Los casos que toma Freud son seis casos de chicas, entre los cuales estaba su hija (Anna); ese es el material con el que trabaja.

Se encuentran en la clínica casos donde el recuerdo es directamente “papá me pegaba”, y toda una erotización ahí del papá que le pega  en el  culo. Desde luego aparecía de entrada el “papá me pega” como un castigo y como un enfado con papá, y la parte erótica, de la satisfacción de que le pegara en el culo, estaba reprimida. Se trata de algo distinto de lo que estamos trabajando.

Tenemos pues que de “papá pega a mi rival” pasa a “pegan a  un niño”,  donde ya no aparece ni el sujeto ni el rival, están los dos incluidos en «un niño», y no aparece tampoco el padre como sujeto de la acción, el que pega.

Lo que rescata Lacan de esto no es tanto el contenido de la fantasía del pegar, sino esta transformación que hay que buscar cuando aparece una frase fantasmática. Ahí tenemos la primera característica del fantasma: el fantasma es una frase, es siempre una frase.

Y ese trabajo Freud lo hace con «pegan a un niño” y no lo hace, por ejemplo, con las fantasías de la escena primaria. En ninguna parte en Freud aparece ese trabajo con una frase de la escena primaria. Hay que pensar que siempre  que aparece una frase fantasmática hay que buscar qué recuerdos hay detrás de esa  frase, y hay que deducir cuál es la frase intermedia.

La frase intermedia no aparece en el recuerdo del analizante, esa hay que buscarla, hay que construirla.

Soto: el concepto de construcción tiene bastante importancia. “Construcciones en análisis” es un título de una obra  de  Freud, alude a  una  parte en el trabajo analítico no sólo de interpretaciones si no también construcciones…

Àngeles Moltó - Oir Psicoanálisis

Cuando hablábamos de la pulsión oral, si recuerdan, decíamos que a  partir del llanto del niño que aún no significa nada y a partir de que la madre (o quien cumpla la función materna) dice: “este niño tiene hambre”, se genera  un pedido;  la madre significa al grito del niño como pedido y entonces, cuando aparece el  llanto del niño escuchado como pedido (quiero comer), la respuesta de la madre también es una demanda: «déjate alimentar».

Lacan dice que “el quiero comer” va hacia el Otro y la respuesta: “déjate alimentar” vuelve. Y lo dibujo así porque ahí tenemos la constitución del sujeto. El sujeto es una banda de Moebius, dice Lacan.

Soto: me parece que se podría aclarar que en el grito  hay  una  doble  demanda. El grito demanda lo que demanda, pero además demanda por  sólo decirse. El sólo decirse demanda por lo menos escucha, además  de  lo  que demanda. Esta doble demanda a veces ni siquiera  se  oye.  Es decir, hay gente que no los escucha (a los niños), no los oye, entonces está todo  perdido. Pero esto  es más adelante, cuando el niño ya habla.

Pregunta: he leído algo sobre la demanda y querría saber si entendí bien porque lo relacionaba con el deseo. ¿Es la  pérdida, es decir, la  parte de  demanda no satisfecha la que genera el deseo?

Sí, ahora les explico, va por ahí.

La pérdida aparece por todas partes. Hay que entender que lo que podemos hacer con las pérdidas es ponerlas unas sobre  otras. O  sea, lo  que  hacemos con  las pérdidas es responder a un tipo de pérdida con otro tipo de pérdida, y la articulación de ellas es lo que nos permite funcionar.  Lo  más  sano  no  es responder a una pérdida rellenándola sino “articular un agujero con otro»  dice Lacan.

Por eso a esta pérdida la llamó “a” y  podemos decir  que éste  es el “objeto  del deseo». Y se los comento porque aparecerá pronto en el seminario 11. Este  “a” es el «objeto causa» del deseo. Pero esa pérdida ahora la voy a explicar un poco mejor.

En cuanto a la demanda, la madre tiene que interpretar el grito con  que el  niño expresa su malestar y  decir: «tiene  hambre»,  por ejemplo;  ahí hay pérdida. La madre no puede saber exactamente qué está diciendo el grito, como dije, tiene que arriesgar una interpretación.

De la misma manera la respuesta «déjate alimentar» es compleja: la madre le habla, lo coge, se pone a darle de comer,… el niño se encuentra de entrada, con mucho más de lo que esperaba (suprimir los molestos estímulos gástricos).

¿Por qué? si suponemos que el niño lo que  tenía  era  hambre, que  la  madre lo que dice es «este niño tiene hambre», cuando se pone a comer, el niño satisface

Àngeles Moltó - Oir Psicoanálisis

Así pues tenemos que una demanda  se  contesta  con  una  demanda, y  ahí hay siempre una pérdida. ¿Por qué? Porque cuando  la  madre  dice  «tienes hambre», o cuando la madre dice «este niño dice que tiene  hambre»,  evidentemente ahí hay una interpretación de la  madre. La  madre  está  haciendo una interpretación, arriesga una interpretación,  apostando   a  equivocarse  lo menos posible, podríamos decir. De manera que siempre en ese grito  del  niño habrá más y menos  de lo que la madre interprete.  Nunca  se  acoplará perfectamente la interpretación de la madre al grito del niño, eso es imposible. Claro, cuando eso no se acopla de ninguna manera y la madre entiende todo mal, bueno, pues ese niño empieza a tener problemas serios. Quiero decir,  si  siempre que el niño llora la madre entiende que tiene hambre, por ejemplo, y nunca se le ocurre que lo que quiere es que le saquen de la cuna, o que no está sabiendo dormirse, o… diversas cosas… un niño no pide sólo comer. Si la madre siempre interpreta que ese niño  tiene  hambre,  bueno…  pues ahí podemos  tener  la  célula de una bulimia, de una anorexia, … de dificultades con la comida en el futuro.

muchas cosas… De momento se le quita el dolor de estómago que  tenía, por lo tanto ahí hay una satisfacción de esa  “necesidad”  inicial. Además  se  encuentra con el amor de la madre, porque este «déjate alimentar» suele surgir del amor. La prueba de que eso es una demanda, que el dar de comer a  un  niño  es  una demanda de la madre, es que si el niño no come la madre se pone fatal. Y ahí aparece el «no me come» famoso. Donde, de alguna manera,  se  escucha  que en algo de ese dar de comer el sujeto madre está en cuestión.

Por lo tanto, ahí el niño se encuentra no sólo con el alimento, sino con el amor de la madre. Recibe un amor que podríamos decir no esperaba. A partir de ahí el llanto va a ser siempre un pedido de amor, o sea, un pedido de escucha, que es lo que decía antes Soto. A partir de que ya no es un grito sino que es una demanda, ese “quiero comer» ya está esperando no sólo comida sino ser escuchado.

Soto: es interesante notar que pasa tiempo hasta que introducimos el «tiene sed». Al principio sólo tiene hambre, después, con el  tiempo  aparece  el  «tiene sed».

Si, supongo que a partir de que se introduce la  comida. De entrada  es leche. El hambre y la sed están coagulados ahí, están juntos, después se discriminan.

El niño tarda mucho en empezar hablar, pero fíjense que está desde el principio en el lenguaje, y  tarda, digamos, todo el  tiempo  que necesita para que la madre vaya convirtiendo todos sus llantos en distintas cosas, y es a partir de que la madre va poniendo los distintos nombres a  los distintos llantos que el niño va pudiendo dejar de llorar y empezar hablar.

Es decir, las palabras no están en el cerebro, no sé dónde, esperando a poder ser articuladas. Las palabras están en el Otro, y ahí tenemos al Otro como «tesoro del significante». Y eso de algún modo las madres lo saben. Cuando el  niño empieza a hablar, empieza a hablar con el lenguaje de la casa. Cuando el niño empieza a ir a la calle, a la guardería, al parque… un buen día el niño  empieza a  traer palabras que no son de casa. Y si la madre está atenta a lo que pasa, se ve muchas veces esa escena de la madre diciendo: «huy! ¿De dónde sacaste esa palabra?”.

Ella reclama su lugar de “Otro», tesoro del significante.

Pregunta: pero entonces el Otro, más tarde, ¿es una función?

El Otro más tarde es la sociedad, es la cultura, formalmente una función, si.

Ese primer momento en que la madre quiere ser el Otro del niño, tiene un tiempo. Así como el niño tiene que saber que las palabras no son suyas, que le vienen de mamá (y eso es una manera de decir que el sujeto está dividido), que él no tiene sus propias 

palabras, también el Otro está dividido. La mamá tampoco va a ser siempre el Otro del niño, ella va a tener que aceptar que no es toda, y que el niño aprende otras palabras en otros sitios.

Pregunta: lo decía  en relación a  que nosotros escogemos a  quién colocamos  en la posición de Otro. Es una elección pero, ¿a qué se debe?

Depende de qué personajes se va encontrando el  niño,  y  qué personajes le van pareciendo interesantes. Lo que pasa  es  que  lentamente  tiene que ir encontrando que ninguno de esos otros es “el Otro”, que el  Otro  es el lenguaje de su medio.

Cuando decimos que «el Otro no existe» a lo que nos referimos es a que no  hay nadie que pueda ser el Otro del sujeto. Pero no  significa  que  cuando  se termina el análisis el sujeto se queda sin Otro, porque entonces no tendría Inconsciente, y eso no puede ser. Pero sí que hay que llegar  a  descubrir que  el  Otro es la cultura, el lenguaje, que el Otro no es nadie. Lo cual no significa que no pueda encarnarse en ocasiones, aquí o allá, en función de lo que  está  pasando en ese momento.

Volviendo a este primer momento mítico del que estoy hablando, además aparece eso que siempre les decíamos: el placer oral. O sea, además ahí aparece esa estimulación en la boca que para el niño es placentera.

Y esa es otra manera de decir  «la  pérdida». ¿Por qué? porque si la  primera  vez aparece satisfacción oral  (satisfacción  de la  pulsión), que  tiene  ese  plus de ser una novedad, de ser algo que el sujeto  no  esperaba,  la  segunda  vez  o  la quinta vez eso ya no será un plus. La satisfacción estará pero ya no será algo inesperado, ya no será algo «de más». Por lo tanto ese «de más» de la primera vez también queda como pérdida. De manera que cuando digo que hay algo que se pierde me estoy refiriendo a distintas cosas. Y esa pérdida es «el objeto causa» del deseo.

¿Por qué lo llamamos “objeto causa” y no «objeto del deseo»?. Lacan dice «el objeto del deseo es siempre un señuelo». Pero el objeto que importa es el «objeto causa», porque a partir de esa pérdida el  deseo  se  pone en marcha. De  modo que el deseo es causado por una pérdida y después es un motor, para buscar el objeto que viene del futuro, como dice Vappereau. Y es lo  que  nos lleva  a estudiar, a tener hijos, a subir al Everest…;  cuando se  pregunta a alguien «¿qué es lo que le lleva a usted a hacer esto?”… normalmente no lo sabe.

El deseo no se puede decir, no hay palabras para decir el deseo, de manera que esa pregunta que les hacen, en el límite, es incontestable.

Por lo tanto tenemos que la pulsión -y les estaba poniendo el ejemplo de la

pulsión oral, pero es con todas porque se organizan de manera parecida, sin embargo veremos las diferencias-, la pulsión tiene que ver con la demanda. Tenemos que es un verbo y que tiene que ver con la demanda.

En la pulsión oral lo que tenemos es una «demanda al Otro».  Recuerden cuando decíamos que una vez se establece la pulsión, ya no hay un grito producto de esa incomodidad que requiere alimento, sino que lo que  tenemos es una palabra dirigida al Otro, que pide: comer, chupar, amor, etc.

En lo anal la situación es completamente distinta, porque el niño no tiene ninguna necesidad de que pase nada. El, cuando tiene pis y caca, se lo hace en su pañal y, salvo que aparezca el Otro y le diga que eso no puede ser, para él estaba perfecto como estaba. Así como en lo oral está ese malestar corporal que lleva a que algo hay que hacer, en lo anal no hay ningún malestar. No hay ninguna evolución fisiológica que lleve a que el ser humano quiera hacer sus cacas en el orinal. Eso no está predeterminado biológicamente en ninguna parte.

Por lo tanto aquí lo que tenemos es una  «demanda del Otro». Es  el  Otro el que dice: “¡a ver si este niño tan guapo empieza hacer las cacas en su sitio  y empieza a dejar de darme la lata con tanto pañal!”. La prueba de que eso no tiene nada que ver con ninguna fisiología es que, dependiendo de la  relación  del niño  con la demanda del Otro, eso se hace muy pronto o mucho más tarde. Se da en el momento en el que el niño puede querer complacer esa demanda  del  Otro; lo cual no es nada simple porque la demanda del Otro es doble: expulsa o retén. También eso hay madres o padres, o quien sea que esté en esa función en ese momento, que a veces lo hacen bien. Quiero decir, prueban a quitarle el pañal al niño y van a poner un orinal más o menos a mano, como una manera de decir «cuando tengas pis, te sientas en el orinal». Y el niño a veces lo  hace y  otras veces no lo hace. A veces se comprueba que no, que el niño no está todavía  en condiciones de responder a esa demanda y que, por  más que esté el orinal puesto ahí en medio, cuando le da pis pues lo  hace, y  de  repente dice  «ah! pis”  (pero ya se lo hizo claro). Hasta  que llega un día  que los padres lo prueban y el niño  se  va  al orinal y hace pis, y ese día se le pueden quitar los pañales.

Es una demanda del Otro, a la que también el niño responde con  una demanda. Aquí lo tenemos al revés. Tenemos al Otro que le dice «haz  pis, o  caca, en el orinal». ¿Cuándo cumple eso el niño? el día que es capaz de decir «si  lo  hago… espero tu reconocimiento”, «¿verdad que lo hice  bien?», «dime que lo  hice  bien». Y se ve al niño que se sienta en el orinal y una vez hace pis dice «¡muy bieeen!».

¿Qué está diciendo?: “que me digas: ¡muy bien!”. Y se ve a  los  niños  pequeños que en cada logro que tiene que ver con la demanda del Otro, en cuanto lo  consiguen hacer, dicen «¡muy bien!», o lo que sea… lo que sea que le diga el Otro. Responde con una demanda. Y habrá pérdida, igual que en el primer caso.

Pregunta: ¿pérdida en cuanto a qué?

Lo mismo que en el otro caso. Entre lo que el Otro le pide, y lo que el niño entiende que el Otro le  pide, siempre habrá  una interpretación, aunque ya  no  sea un grito sino que sean palabras. Porque el lenguaje no es  unívoco.  No  hay manera de decir «la verdad de la verdad». De manera que, el Otro le pedirá, y él entenderá… lo que sea.

Esto  en los varoncitos a veces se ve mejor porque hacen pis de pie, o sentados, pero con su “hace-pipí” que lo manejan como pueden. Entonces se  ve:  desde  el  niño  que cuando hace pis, si se sale una gota del orinal, inmediatamente la quiere limpiar (porque él entiende que lo que tiene que hacer es hacerlo  todo  dentro), hasta  el típico niño que siempre deja una gota fuera. Y no es más que  una  gota,  pero siempre una gota fuera… bueno, son  vicisitudes  de  esa  demanda  del  Otro  a  la que se responde con una demanda, y bueno,  esa  gota fuera pues  algún significado tiene. Algo así como «todo no puede ser».

Pregunta: ¿no quiere darse todo?

Por ejemplo. O no puede. O necesita representar esa pérdida de alguna manera.

A ver, podemos interpretar a un adulto que llega al diván y dice: “ah sí, siempre hacía una gota fuera” y entonces se le puede pedir que hable, que interprete; y otra cosa es cuando vemos niños haciendo pis y pensamos “uy, ¿y esa gota fuera siempre?”. Nos puede llamar la atención, pero no podemos hacer una interpretación con la certeza de saber de qué estamos hablando. Casi lo más recomendable es sonreír suavemente y pensar “aquí no sé qué pasa”. Algo tendrá que ver con eso que se pierde en el “toma y dame”, pero ¿qué?…

Y, desde luego, está en juego el placer de la retención y el placer de la expulsión. Que es un placer nuevo que  aparece  en  este  momento,  porque mientras el niño hace  pis y  caca  cuando le apetece, sin retener nunca, el placer de la retención y de la expulsión no está en juego.

Incluso no está en juego el de la expulsión, eso es otra manera de entender que ningún significante representa nada  por mismo. Que  grande no es nada si no hay un pequeño, que gordo no  es nada  si  no  hay un flaco… que expulsar  no es nada si no hay retención. Entonces, el placer de la retención y de la expulsión aparece aquí, aparece en este momento.

La complicación añadida en la cuestión anal es que al ser doble la demanda del Otro el niño no tiene manera de escapar a cierta sumisión.

El deseo oral es un deseo de separación y ante la demanda del Otro, el niño puede decidir no comer. La anorexia sería la exacerbación de este no, ante un 

adulto que no deja espacio para el deseo del niño.

En la analidad el deseo tiene que recurrir a un recorrido más complejo, que tiene ya que ver con la mirada y el espejo, para escapar a la demanda del Otro.  

Tenemos más pulsiones, las que tienen que ver con la mirada y la voz, pero no quiero complicar más las cosas, porque las otras pulsiones ya no se estructuran con la demanda, entonces no voy a entrar en ellas. Entonces, tomen estas dos, sepan que hay más, pero para ir a donde vamos que es aquí ($<>D), con éstas alcanza.

Tenemos ya una primera comprensión de esta frase: la pulsión es la relación  de un sujeto dividido ($), dividido porque hay pérdida, con la Demanda.

Por tanto tenemos un sujeto faltado, en relación a la  D (demanda). Y esto es  la  fórmula de la  pulsión: (   <> D)

Fíjense que aquí ya no tenemos ni oral, ni anal, ni la teta, ni pis, ni mamá… tenemos una fórmula, una escritura con la que conseguimos escribir cosas que no conseguimos decir. Fíjense el enorme comentario necesario para comentar esa fórmula.

También podemos explicar esa división  diciendo que el sujeto es una  banda de Moebius, por lo tanto es una superficie que tiene dos  caras  y  no  tiene  dos caras. Que tiene una que son dos. O que tiene dos, que es una. Depende,  si tomamos la banda en un punto concreto tiene dos caras,  pero  si  tomamos  la banda entera y le hacemos el recorrido tiene una cara sola. La banda es otra forma de escritura, ésta topológica

Vamos ahora a poner el esquema de la pulsión, de Lacan. Un esquema también es una escritura, pero ésta todavía no topológica, no se rige por las constricciones de la topología

Tenemos por un lado el objeto de la pulsión. ¿Cuál es  el  objeto  de  la pulsión? En la pulsión oral es la teta. Esa teta que no  es  ni  del  niño  ni de  la madre.

Àngeles Moltó - Oir Psicoanálisis

Decíamos que el sujeto es una banda de Moebius, sujeto que es un sujeto dividido, porque hay pérdida.

Es un sujeto faltado. Es un sujeto que para nombrarse necesita las palabras  del Otro, por lo tanto no es completo sino que necesita la palabra del Otro  para decir quién es, a partir de las identificaciones, o para saber qué le pasa… Son distintas maneras de leer esta barra del sujeto.

Àngeles Moltó - Oir Psicoanálisis

¿Por qué no es de la madre? porque esa teta que da leche sólo existe porque hay un niño; o sea, es porque es madre que la tiene, no es de su cuerpo de  mujer.  Su cuerpo de mujer no tiene esa teta, las  tetas  que  tiene  son otras y  no tienen  nada que ver con la maternidad. Tendrán que ver con la sexualidad, si las hace funcionar. Es decir, dependiendo del sujeto y/ o de las culturas. Hay culturas en  que los pechos no son un objeto erótico.

Pero ese objeto de la pulsión, es un objeto que Lacan  dice  que  la  pulsión no lo llega a coger nunca. Lo que hace la pulsión es contornear el objeto.

Vamos a ver, si recuerdan teníamos los 4 elementos de la pulsión que nos había dicho Freud.

Un  elemento  era  “la  fuerza”, Drang, y Lacan escribe esta fuerza con una flecha, un vector (toma los vectores de la física para  representar  una  fuerza). Después coloca aquí el objeto (señalando  la  pizarra), que  Freud  nos había  dicho que es desplazable. O sea que a partir de la teta resulta  que  nos  gustan  los espaguetis y no el chocolate, o no qué cosa, o cual otra… ese  objeto  es desplazable. Por tanto Lacan ya no lo particulariza, sino que lo llama “a”.

Ya se ve que lo que está intentando hacer es un “álgebra” con la pulsión. Después  tenemos “la fuente”, Quelle. La fuente es un agujero en el cuerpo.

Por lo tanto este redondel, cómo estamos trabajando sólo  con  dos  pulsiones,  serían la boca y el ano.

Quedan “la meta” y «el fin».

Lo que interesa, por ahora, es que se vea que a partir de un orificio corporal y de  la  palabra del Otro, la demanda, tenemos una fuerza que trata de atrapar, de conseguir, un “objeto”. Pero es siempre un objeto que se  escapa. Si lo  piensan como esa teta maravillosa que la primera vez dio ese plus de satisfacción que después no puede aparecer nunca más, verán que no podemos poner este objeto 

como un objeto que la pulsión atrapa, porque precisamente lo  único que  se puede hacer es contornearlo, porque, de alguna manera, siempre es evanescente.

Este objeto, a base de ser evanescente, es  que lo  vamos a  llamar “el objeto perdido que nunca existió” y que es la causa del deseo. Es el mismo objeto el que es contorneado por la pulsión, y el que es causa del deseo. Lo que pasa es que es el mismo objeto pero en posiciones distintas. Y para ver las posiciones distintas les voy a comentar una metáfora que encontramos en el seminario  de  Lacan, intentando distinguir deseo y pulsión.

Lo que dice Lacan es que la pulsión es  un  recorrido.  Dice  que  “la  satisfacción de la pulsión es el trayecto mismo”. No el lograr la meta,  no  el conseguir el fin; que la satisfacción está en el propio recorrido.

Y para eso es que les cuento la metáfora que  les decía, que construimos el  otro día.

Decíamos que si la pulsión era un recorrido lo pensásemos como un viaje, a ver qué pasaba, a ver si conseguíamos ver cómo era eso, y ver  qué  diferencia había entre eso y deseo. Y entonces pensábamos ¿dónde estaría el viaje como «objeto de deseo»?.

El viaje como «objeto causa» del deseo no sería nada concreto, sería eso que  nos lleva a querer ir de viaje. Que desde luego no sabemos que es. Quiero decir, ¿por qué hay gente que le encanta viajar?, y ¿por qué uno cuando viaja se lo pasa bien, y hay otro que lo pasa mal, y etc.?

Eso tiene que ver con que a partir de ese «objeto perdido que nunca existió» cada cual construye sus deseos de manera distinta. Hay a quien le gusta subir al Everest, hay a quien le gusta irse a un parador nacional a  que le  den masajes, y  hay quién no quiere salir de su casa (para ponerlo todo en el mismo orden de los viajes). Luego habrá que ver en cada caso las vicisitudes de  ese  «objeto perdido» que genera el deseo que después se plasma de maneras distintas en objetos que necesariamente vendrán del futuro.

«El objeto causa» del deseo de viajar está articulado pero no es articulable. Nadie sabe por qué quiere viajar, por ejemplo. Si se pregunta ¿y tú porqué vas de viaje?, todo lo más dirá «porque me gusta». Si dice muy bien lo  que  es,  dice «porque me gusta» y si no, pues busca racionalizaciones.

Ahora, a partir  del momento en que el sujeto empieza  planificar el viaje, se  va y  empieza  a  ir  viviendo las distintas cosas  que pasan  en el viaje, eso sería  en como el recorrido de la  pulsión. La  satisfacción está en el viaje  mismo.  Ahí se ve muy bien que si la satisfacción fuera el final del viaje, pues sería una pena.

¿Dónde está la satisfacción? está en el recorrido mismo. Ese recorrido mismo que desde luego no consigue tocar «el objeto causa» del deseo,  porque  eso  está  perdido estructuralmente.

Entonces, ¿qué hay aquí en medio (en el espacio que recorta  el vector)? Lo  

que hay aquí en medio es un “vacío”, porque este es un  objeto  que  “nunca existió”, Objekt. ¿Qué hacemos? Contorneamos el vacío, y de ese contornear sacamos la satisfacción pulsional. Entonces ponemos acá (“Aim”) la  meta, la satisfacción.

¿Qué es entonces el fin si la satisfacción no está ahí? El fin es la “marca” que deja ese recorrido en el cuerpo. Por eso hacemos fotos en  los viajes, esa  es la  marca. Otra cosa son las pulsiones propiamente dichas que desde luego dejan marcas en el cuerpo. Ahora, si estamos comparando la pulsión con un viaje, ponemos el fin en las fotos o  películas,  que después no  miramos nunca. ¿Cuándo se miran las fotos de un viaje? Cuando se revelan, que es cuando  uno ve  la  marca de que estuvo ahí. Y después las fotos se guardan, y no se miran  nunca  más. Alguna gente le da la lata a los amigos mostrándole unas  fotos  que  no  les interesan nada. Para el otro eso no es una marca en el cuerpo; uno se aburre mortalmente o no, dependiendo del cariño que le tenga a  su  amigo.  Por  eso, porque tiene que ver con algo vital de uno, las fotos del otro no nos pueden decir nada. 

También por eso los documentales de cualquier sitio, los de la tele p. ej., pueden estar  muy bien  hechos, pueden  ser  maravillosos y  sin embargo no llevan  a nadie que le guste viajar a dejar de ir a un lugar  porque ya  lo vio en la  tele, porque eso no deja ninguna marca en el propio cuerpo. En  todo  caso  al revés: si uno ya fue a un sitio y hubo algunos lugares que no pudo ver o  visitar, entonces dice “¡ay, mira!”, eso que tiene que ver conmigo, visto desde otro punto de vista. Pero porque ya tiene que ver con uno. Si no, no hay manera que ese  documental, que desde luego está mucho mejor hecho  que  el  que  uno hace,  tenga más valor que el propio.

Entonces ¿cuál es la función del fin? no es la satisfacción, es  la  marca  que deja en el cuerpo ese recorrido.

Pregunta: ¿Pueden dar otro ejemplo?

Soto: Por ejemplo, para el caso del hombre (porque para  Lacan  las  mujeres son una a una), piensen en  Don  Juan, y  en las marcas en la  cabecera  de  la  cama de las mujeres con las que estuvo, haciendo la cuenta. O por ejemplo, el cazador  para el cual lo que importa no es la pieza, sino  el  número  de  piezas  que  ha cazado. Es la cuenta de las cosas que ha obtenido, las marcas. Y eso se puede concretar en records, en logros de cosas. Es lo  que  deja  constancia  de  que eso pasó.

Angeles: Sí. Otro ejemplo más pegado al cuerpo. A cada cual le gustan las comidas que aprendió a comer; y las que no, pues de momento parecen  raras, porque no hay marca en el cuerpo de eso nuevo. El comer es el trayecto, la satisfacción, que deja una marca: “esto me gusta, esto no me gusta” y tendemos a repetir las que nos gustan; ahí hay una marca en el cuerpo. Desde luego, a veces, repetimos justamente lo que  no  nos gusta, ese es todo otro tema, en el que  no  voy a entrar. O las relaciones sexuales, también la satisfacción es el recorrido, que nos deja una marca, que se constituye en experiencia.

O las mujeres que cuando se casan se cortan el  pelo (aunque ahora ya no pasa tanto), es una marca en el cuerpo que indica que esa mujer tiene dueño, podríamos decir.

También  los  dibujos con henna que se hacen algunas mujeres árabes, las palestinas concretamente. Todas esas marcas en el cuerpo pueden  parecer  un adorno, como los pendientes…

Soto: La cultura las usa mucho  para marcar los  pasajes de  una etapa a  otra de la vida (el anillo de casados).

Ángeles : Entonces el fin de la pulsión es esa marca en el cuerpo y no la satisfacción; eso es importante, que la satisfacción es el recorrido.

Bueno todo esto para llegar al fantasma.

Pregunta: ¿Entonces el deseo hace síntoma y la pulsión no?

Soto: No lo divida tanto. Como usted decía, el deseo emerge de la parte de la demanda que no fue satisfecha. La demanda es el pasaje por la palabra  de  la pulsión, primera versión que  después  Lacan  tendrá  que  modificar.  Seguirá siendo en el cuerpo pero no será una fuerza que no se sabe qué es y empezará a definirse qué tipo de fuerza, y se podrá hablar  más bien  de  una  fuerza  lógica. Y eso demuestra que no se puede hacer tanta división o tomarlo de manera muy tajante. Es un análisis, pero de algo  que está  junto  -el síntoma  es la  satisfacción del deseo y de la prohibición al mismo tiempo-. Es una  forma  de  satisfacer  el deseo y lo que lo prohíbe. Y esas dos cosas están juntas, incluso porque muchas veces el deseo no surge nada más que de la prohibición. Es decir, se prohíbe a un chico estudiar una carrera y el chico lo que  querrá  es  estudiar  esa  carrera;  el padre quiere que sea médico, pues él  será  abogado  y  todo ese  deseo  en  relación al derecho será un efecto y más probablemente no  será  más  que  un  pseudo-  deseo, no será un deseo auténtico. Pero eso de pseudo-deseo  sólo  se  verifica  en una construcción en un análisis, porque si  no, no  hay  manera de diferenciarlos. Si se quiere, la pulsión tomaría un papel  más  relevante  por  ejemplo  en  la 

perversión. Es un trabajo difícil distinguir entre objeto de amor, objeto de deseo y objeto de la pulsión. Pueden estar reunidos o pueden estar separados, y por eso a veces es una de las fuentes de conflicto. Por ejemplo, a lo mejor se ama a alguien pero se desea a otro y se satisface con otro. Eso a  veces  no  se  articula  bien.  Cuando se dan juntos los tres elementos, pues es una suerte, por lo menos a nivel social. En todo caso la pulsión dará lugar a efectos que pueden o no llamarse síntomas, como en la perversión o los llamados trastornos del carácter.

Ángeles: Claro lo parcelamos para entender lo que pasa, pero en el discurso  del analizante aparece todo junto. El objeto es el objeto perdido en la pulsión y causa de deseo, pero tenemos también el objeto que viene del futuro del deseo, pero también puede ser un objeto señuelo, como dice Lacan y el objeto de amor, si nos atenemos sólo a lo que hemos dicho hoy. El tema del objeto  es  un tema complejo. La pulsión se satisface en el recorrido, pero  el  deseo  no  se satisface, se realiza, se hace real. Donde se ve bien es en el hecho  de que el  sueño  es una realización de deseo, porque precisamente en el sueño realización en la realidad no hay ninguna.

Entonces, si retomamos el ejemplo del viaje verán que la realización de ese deseo, el hacer real algo de ese deseo no está completamente tampoco en el  recorrido del viaje ni en la preparación ni en no    qué  articulable, está  en  que algo de ese objeto causa se realiza en el hecho  de  preparar el viaje,  o  hacer el  viaje, o… Y esa realización, salvo en un análisis, no se sabe  en  qué  consiste  porque la realización del deseo de viajar no está en el trayecto  mismo,  en  el trayecto mismo lo que hay es la satisfacción, la realización  del  deseo  es  más etérea.

Soto: Algo así como el contarlo, que tiene una dimensión de relato, las cosas tienen una dimensión de relato y cuando se viven son ya relatos, son ya historia. 

Muchas veces nos encontramos con que estamos haciendo algo y  de  forma simultánea estamos dándole una forma de relato, el que vamos a hacer a alguien. Es toda una dimensión del relato que es paralela al ir haciendo.

Ángeles: Me parece que esa diferencia se ve bien por ejemplo cuando, en cualquier situación, nos damos cuenta de que  lo  habíamos  pasado  mejor  de  lo que creíamos. A veces después de una película… en el  momento, bueno, no era nada del otro mundo; pero una vez terminada, cuando se empieza a pensar sobre ella, nos parece un  poco  mejor  que lo  que nos había parecido  cuando la veíamos. Y ahí podemos ver la diferencia entre la satisfacción del mirar  en el  momento en que uno está mirando y ese relato; cuando después uno se va contando la película otra vez, piensa: “ese elemento no estaba mal o de eso no me había dado cuenta” o algo así. De alguna  manera  percibimos  la  diferencia  entre  la satisfacción en el momento de  mirar, que  sería  más pulsional, que tiene  que ver 

con el mirar, y después ese relato que tendría más que ver con una realización “a posteriori”.

En el caso de las relaciones sexuales el relato se da en el mejor de los casos. Muchas veces la gente no piensa, no se hace relato de sus  relaciones  sexuales porque no quieren recordarse, reconocerse en esa satisfacción y eso no es sin consecuencias.

De todas maneras, efectivamente, lo de la realización del deseo es difícil de decir, ¿por qué?, porque el deseo está articulado con la doble demanda, está articulado con el objeto causa, está articulado al significante de alguna manera, pero no es articulable, o sea, no se puede decir, no hay manera de nombrar el deseo y por eso, cuando empezamos a hablar del deseo, el terreno empieza a ponerse resbaladizo, porque no hay palabra para decirlo, porque claro, ¿cómo se dice lo que es imposible decir?

Si recuerdan, en una clase anterior les ponía aquella escritura del “toro» y les decía: cada vuelta es la demanda. Una vez que el final del hilo se junta con el principio aparece una vuelta de más, que no es ninguna, sino la total y esa vuelta está y no está. Sirve bien para ejemplificar el deseo que está pero no  se  puede  decir.

Àngeles Moltó - Oir Psicoanálisis

¿Recuerdan lo de las vueltas del toro, no? Decíamos, en un toro (como una rueda de coche, pero de la que sólo consideramos la superficie) Lacan llama a cada vuelta demanda. ¿Dónde pone el objeto de este pedido, que tiene que ver con la demanda y tiene que ver con el deseo? Es “a”, claro, lo pone aquí en el centro. Entonces, seguimos haciendo las distintas demandas y el final coincide con el punto de partida. Entonces, en este punto, cualquier punto, donde se engancha el hilo que llega con el punto inicial, ese punto es un punto especial porque no es igual que cualquier otro (aquí digamos, le hacemos un nudo al hilo para que no se suelte). Aquí nos aparece una vuelta más porque si contamos 1, 2, 3,…8, hemos hecho 8 vueltas, pero si contamos los puntos son 9, hay uno, el de partida y llegada, que es doble.

Si cortamos el toro  tenemos  un  cilindro,  y  si  cortamos  el  cilindro  tenemos un rectángulo. ¿Qué pasa aquí con las demandas? Que son rallas: una,  otra, otra…pero a8 coincide 

Àngeles Moltó - Oir Psicoanálisis

b1. Por lo tanto,  acá  hay  una  vuelta  más,  porque  si llamamos a este lado a y a este lado b, ¿qué es la demanda? El recorrido que  va desde  a hasta  b. La demanda es un segmento que  va de a hasta b. ¿Pero qué pasa al  final? El  último,   a8,  coincidiendo  con   b1  también es un  segmento que junta a con b. Ahora, este segmento está y no está. Si rehacemos el  cilindro y le  unimos  los dos extremos, veremos que este segmento queda en  un  solo  punto, doble; está y no está. En el rectángulo, este punto se nos alarga  y  aquí tenemos el deseo. Es una vuelta de más y  habría que decirlo de aquella manera que les digo  siempre:  “no es verdad que hay  una  vuelta de más y  no es verdad  que no hay  una vuelta de más” y esa es la complicación del deseo, que es algo que está pero que al no poderse decir no lo pillamos en ninguna parte. Esa vuelta no se puede dar si  no están las otras.

Pregunta: ¿No se puede hacer directamente esa vuelta y ya  está? ¿Hay que  dar la vuelta por todas?

Soto: Ese es el intento del perverso, el cortocircuito (cortocircuitar  el recorrido).

Ángeles: Desde luego no es lo que hace el neurótico, ni lo que se consigue al final de un análisis.

Lacan buscará mejores escrituras para el deseo con otras figuras topológicas, pero no será simple en ningún caso

Y después de toda esta introducción les hablaré un poco del fantasma.

Soto: Quería comentarles, con respecto a  lo  que decíamos en el comienzo de la fantasía “pegan a un niño”, las confusiones que se generan  por no entender de qué se trata  cuando hablamos de estas cosas. Cuando la gente toma conocimiento  de cualquier manera de esto, pues no entienden… porque, efectivamente, puede ocurrir que haya una señora que le guste que le peguen y que un  día  no le  guste más y denuncie al marido, como el psicoanálisis trata  de  entender  estos fenómenos, la doxa actual se enfada con el psicoanálisis porque cree que los  

justifica. El psicoanálisis no justifica ni  deja  de justificar, ni tiene  nada  que  ver con todo eso. Hay cosas que le pasan a la gente.

Ángeles: Claro, tampoco se puede confundir el psicoanálisis con lo que  decimos a veces los psicoanalistas: por ejemplo un colega que andaba preguntándonos a todas las psicoanalistas: “¿A ti te gusta que te peguen?”– Si la respuesta era “No”. “Pues entonces no has llegado al final del análisis”, dcía. A ese sujeto le pasaba  eso  en ese momento.

Soto: Lo que pasa es eso, que hay un rechazo, quizás para no tomar conciencia ni tener relación con aquellos aspectos que se pusieron en juego en un momento del desarrollo, en un momento de la historia de cada  sujeto, y  que  se  hace presente bajo formas x. El no  querer tener relación  con eso  tiene  sus efectos. El escándalo que se arma con el maltrato de los  niños, por la  paidofilia, etc., claro, se hace muy grande porque todos somos paidofílicos, porque todos tenemos esa experiencia y entonces, ¿cómo hacer para que eso quede fuera? Pues hacer escándalo cuando aparece uno que fue acusado, pillado o lo que fuera. Esas cosas que se ven en la clínica, están presentes. 

No justifican nada de porqué fulanito o menganito es paidófilo, en un análisis de fulanito  o  menganito  se  entendería, eso es otra historia. Otra cosa que no  entiendo… ¿por  qué los  jueces deberían  tomar en cuenta estas cosas? Creo que la función  del  juez  no es la verdad, la verdad es de Dios, el juez no es Dios, él tiene que ver con la ley  y  las pruebas,  con  ese  campo delimitado que nuestra cultura ha  llamado  ciencias.  El  problema  es cuando quieren, o él quiere, buscar la verdad o preguntársela a cualquiera que fuese. En nuestra cultura eso queda en manos de Dios, nosotros no tenemos nada que ver con eso. Tenemos una relación, en el caso del psicoanálisis, muy compleja. En el campo de las ciencias clásicas la cosa es mucho más definida, no tienen nada que ver con la verdad, tienen que ver con un sistema de símbolos.

Ángeles: No hay que mezclar el entender que a una señora le guste que le peguen o lo que sea, con que un señor cometa un delito: un delito es un delito y después se puede tratar de entender  por qué a ese señor le  gusta  pegar, por qué a una señora le gusta que le peguen, o no o lo que sea.

Soto: No podemos bloquear la cabeza por lo políticamente correcto. 

El fantasma 

Vamos ahora con el fantasma. Voy a tomar algunas frasecitas que dice Lacan en el seminario VI, en esas lecciones 20 y 21 que  decía  Vappereau. Tenemos una primera frase  que dice: “La  fórmula  simbólica  ( <>a), en tanto que es la que les permite darle su forma a lo  que  yo  llamo el fantasma, yo lo llamo aquí fantasma fundamental. Esto no quiere decir ninguna cosa  si esto  no está en la perspectiva 

sincrónica que asegura la estructura mínima que debe ser el soporte del deseo”.

Lo  que dice es que (  <>a) nos permite dar la fórmula de eso que él llama el fantasma fundamental y que esto no quiere decir nada si no se pone  en  la perspectiva sincrónica de la falta y del objeto causa.

 Vamos a ver qué significa esto. Para eso tenemos que volver al grafo. Si recuerdan el grafo, aquí tenemos el deseo  [d] y  aquí tenemos el  fantasma  ($<>a), y aquí tenemos el significante de la falta en el Otro [S( )].

En un momento, cuando Lacan empieza a trabajar el grafo pone aquí, en el inicio del vector (donde en este grafo está $), al viviente. El viviente  sería  el niño del grito -ese “infans” antes de ser un sujeto atravesado por la palabra, por eso lo llama viviente- que se va a  encontrar con  el Otro,  tesoro  del significante  [A], o sea, se encuentra con ese Otro que le va poniendo nombre a lo que le pasa, que hemos trabajado antes, y a partir de esto llega a  la  pulsión.  Este  pasaje  del viviente por la palabra del Otro y la demanda es lo que les  expliqué  antes. Decíamos que de ese doble movimiento que es la pulsión -la demanda que va y vuelve- se genera  una  pérdida  –o  dos, porque ambos  quedan  barrados: el sujeto y el Otro- y por lo tanto tenemos (hay que pensar el grafo como  un  circuito) el deseo que aparece como consecuencia de esa pérdida en la pulsión y de acá [d] podríamos venir a acá ($<>a) y decir que “porque hay deseo aparecen fantasías”, fantasías que serían ¿qué?: la relación del sujeto  con  ese  objeto perdido. A  partir de que perdió hay deseo y a partir de que hay deseo hay fantasías, que son, de  alguna manera, la concreción del deseo. Deseo  algo  y  entonces  imagino  qué puedo querer. Y aquí tendríamos este circuito, a partir  de  la  pulsión  tenemos deseo y tenemos fantasías.

Pero también llegamos al fantasma por otro recorrido: a partir del encuentro del viviente con el Otro y de que se estructura la pulsión, igual que el niño ve que la madre interpreta sus pedidos y que por lo tanto, entre lo que él pide y la interpretación de la madre siempre hay una distancia, él puede empezar a preguntarse qué quiere decir el Otro más allá de lo que dice. O sea, dice eso, pero

¿qué quiere? Puesto que yo compruebo que entre lo que quiero y lo que consigo decir de lo que quiero siempre hay una distancia, y entre lo que digo y lo  que el Otro entiende también hay siempre una distancia, puedo plantearme que  cuando  el Otro habla también entre lo que dice y lo que quiere hay una  distancia.  Y entonces aparece, en un momento -Lacan dibuja este grafo  como  una  pregunta, que sería: ¿qué me quiere el Otro?-: “dice eso, pero ¿qué  quiere?,  ¿qué  me quiere?” dice que coma, pero ¿qué quiere?, ¿por qué me dice  que  coma? o, me  pide que me vaya a jugar, pero ¿qué quiere?, ¿por qué me pide eso?

 S( ), éste es el significante de la falta en el Otro. O  sea, a  partir  de  que el niño comprueba que entre lo que la madre dice, o entre  lo  que el  Otro dice, y lo que quiere hay una distancia: el Otro quiere, por lo  tanto  no  tiene  todo, por lo 

tanto también está barrado, por lo tanto hay una pregunta  por  ¿qué  le  falta  al Otro? La pregunta por ¿qué le falta al Otro? es la misma que la  pregunta  ¿qué quiere el Otro? Que al Otro le falta está claro puesto que  quiere  algo; si  quiere, pues será que algo le falta y entonces el niño se  puede  preguntar  ¿qué  quiere  o qué le falta? -son dos maneras de preguntar lo mismo- ¿qué significa eso para mi, ¿qué me quiere?

Pregunta:  Lo que  no entiendo es que aquí S(A) el sujeto no está barrado.

 Soto: No, la S es significante S(  ) el significante de la falta en el Otro. El sujeto S sin barrar era un momento en el desarrollo  donde  Lacan  se  refería  al “sujeto en su estúpida existencia”.

 Angeles: ( ) es el Otro faltado. Aquí –abajo a la derecha- no está faltado porque es el Otro que tiene todas las palabras, es el Otro todopoderoso, pero es a partir de aquí, a partir de la pulsión, donde aparece el Otro demandando, que  si pide, pues algo le falta, porque si no, no pediría nada.

Soto: Tachado, falta y no existe son sinónimos, para que se entienda que existencia tiene un sentido que pasa por ahí. En algún momento hablaremos de existencia y de  el ser y el existir.

Angeles: Entonces digamos, hago dos recorridos: uno que parte del viviente pasa por el Otro y llega a  la  pulsión, y  a  partir  de la  pulsión aparece el deseo y  ese deseo genera  fantasías de cosas que se  pueden querer; por este  lado llegamos  al fantasma. Pero también llegamos  por  otro  lado:  partiendo  del  viviente pasando por el Otro y llegando a la pulsión, y a partir de aquí, digamos, también el

 Otro está barrado, puesto que  pide y entonces, ¿qué  quiere el  Otro? [S( )]; y a partir de ¿qué quiere el Otro?:¿qué quiere el Otro de mí?, ¿qué me quiere el Otro?

 El fantasma es también una respuesta a eso. Las fantasías no son sólo fantasías del tipo ¿qué quiero yo?, sino también ¿qué quiere el Otro de mí? De manera que llegamos al fantasma por aquí y por allí. En realidad, Lacan lo que hace con esto es un circuito que es un ocho. ($<>D) [S( )]($<>D) [d] ($<>a)

 [S( )] ($<>D).

Este circuito es un ocho y una vez que está instalado se repite. Una vez tenemos ese ocho, ya es un circuito continuo, una vez se cierra, ya sigue. Y vemos que llegamos a cualquier punto por dos caminos: o a la ida o a la vuelta.

¿Para qué interesa el circuito? Para que se vea que el fantasma es el soporte  del deseo tanto del sujeto, como del Otro del deseo; puesto  que  el  Otro  está faltado desea y puesto que desea, ¿qué desea? Y desde luego, ¿qué desea de mí?, que es lo que me importa.

Soto: el Otro del deseo, no confundan con otras figuras del Otro.

Ángeles: Claro, porque aquí tenemos otro, pero es el Otro de la Demanda y aquí tenemos al Otro del deseo. Otra cosa respecto a las letritas: D mayúscula es Demanda, d minúscula es siempre deseo.  Demanda  mayúscula  porque Demanda es un significante. Demanda es siempre palabra. La Demanda se vehicula con la palabra y entonces ¿qué quiere el Otro como Demanda? Hay que leerlo  en  la palabra del Otro. ¿Qué quiere el Otro como deseo? Eso hay que leerlo ya entre líneas, no hay palabra para eso.

Soto: Y ese deseo del Otro, que a veces parece pensado como que sería algo deseable, es algo profundamente angustiante y allí tiene su función toda  esa cuestión del Nombre del Padre; para salvar de la angustia  que  provoca  el  deseo del Otro, cuando está bien instalado, claro.

Ángeles: ¿qué me quiere el Otro? Pues por ejemplo  me quiere comer. O  “no qué quiere el Otro”; más angustia todavía.

Esa es la angustia de hablar en público, la angustia de encontrarse con desconocidos, la angustia de los exámenes. Es siempre un presentarse ante Otro que no sabemos qué quiere de nosotros y esa incógnita del deseo del Otro es algo muy angustiante.

Soto: Porque no sabemos como somos vistos.

Ángeles: Entonces, ¿en el fantasma qué tenemos? Tenemos la fórmula del fantasma y también tenemos una frase. La pulsión no es una frase, es un verbo.

Pregunta: ¿Por qué el fantasma es una frase?, ¿porque tiene estructura de lenguaje?

Soto: Las fantasías son imaginarias, son imaginaciones, pero el fantasma es algo que se deduce, no es algo que el sujeto fantasee. Es algo  que  se  deduce, por eso está en un segundo tiempo como vimos antes.

Ángeles: Claro, porque el auténtico fantasma de “Pegan a un niño” es: “mi padre me pega porque me quiere”.

La pulsión es un verbo, más exactamente las dos formas del mismo verbo.

Un verbo en activa y en pasiva.

Soto: Y están los modos medios, reflexivos.

Ángeles: La reflexiva está puesta acá: es comer, ser comido, pasando por comerse. La pulsión es una gramática dice Lacan en algún lado. En cambio, el fantasma es una sintaxis.

Soto: Todo esto es lo que hace difícil al psicoanálisis. Hay que recorrer diferentes campos recientemente aislados con la especialización de la ciencia (lingüística, lógica,…) que hace muy poco tiempo atrás estaban reunidos.

Angeles: Seguimos, ¿cuál es el objeto del fantasma? El objeto del fantasma es un objeto imaginarizado, o sea, es una imaginarización de un real. Es hacer una imagen de ese objeto “a” causa, de ese  objeto  “a”  perdido que  nunca  existió. O sea, es hacer una imagen que vela el vacío. Si tomamos la frase de Lacan, muy posterior, “la mujer no existe”, entonces se  ve  muy bien que cualquier  mujer que  un hombre elige es una imaginarización de algo que no existe.

Pregunta: ¿Siempre es fantasma la mujer entonces?

Soto: No, el falo; porque la mujer a la que elige, la elige en tanto falicizada.

Angeles: Que tampoco existe, claro. Pero siempre la  mujer  para el hombre es el falo.

Soto: Por eso la mujer se faliciza embelleciéndose.

Pregunta: ¿Eso es lo que hablan cuando hablan de lo de hacer semblante?

Soto: Sí, porque esa imaginarización se puede llamar semblante.

Angeles: Aunque en el semblante hay un  componente  simbólico, pero  por  ahí va.

Lo que importa del objeto del fantasma es que es un velo. Un  velo que  tapa  el vacío, que tapa que el objeto no existe porque está perdido por estructura.

Soto: Y el velo, como la película, permite  que  allí aparezca  proyectado lo  que se quiera.

Angeles: Y entonces, como el sujeto no sabe qué quiere el Otro del él, lo que hace en su fantasma  es identificarse  a  ese objeto que imagina  que  el Otro  quiere de  él. Y por eso  nos andamos imaginando cómo nos ve el  Otro. Un velo  que  tapa el que  primero: no  sabemos cómo nos ve  el  Otro  a  un nivel más imaginario, pero a un nivel más profundo, tapa el que de  ninguna  manera  podemos ser  el  objeto del Otro, porque el objeto ese que el Otro no tiene, está perdido 

estructuralmente, nunca podremos ocupar ese lugar por más que queramos.

Digamos, es mucho más tranquilizante pensar que “papá me  quiere  pegar” (si encima es porque me quiere entonces ya…), que no saber qué me quiere. Es mucho más tranquilizante hacerse pegar por un hombre -para seguir tomando el caso de los malos tratos-, que asumir que no se puede saber qué objeto es uno para su pareja, que es imposible porque eso es  el  núcleo  del  inconsciente  del Otro, que ni el Otro mismo sabe cual es. Una presentación de esto  son  esas  mujeres que dicen: “dime por qué me quieres” y el pobre señor piensa: “¿y ahora qué le digo?”, en el mejor de los casos, que sea sanito; porque si  se  pone a  tratar  de decir por qué la quiere, si piensa que tiene que saberlo por tratar de complacerla, probablemente no llegará sino a la culpa.

A pesar de las dificultades, cuando cada cual se  dedica a  complacer al  otro o a hacerse desear por el otro, se  mueven en  el terreno de la  diferencia y  el  deseo.  A menudo se dedican directamente  a  algo mucho  más narcisista,  que  es tratar  que el otro cambie y sea como yo quiero que sea, que eso es muy habitual; el empeño es: “no, no, si yo me casé con él pensando que cambiaría” y uno,  cualquiera, no en función de analista, piensa: “pues ya la has liado”.

Esa fantasía de que se puede cambiar al otro, cuando el otro  ni  siquiera quiere; con lo difícil que es cambiar uno mismo  queriendo  cambiar,  yendo  al diván semana tras semana…, hacer cambiar al otro cuando el otro no quiere cambiar, eso es imposible. Y es muy habitual, pero ahí hay que darse cuenta que está funcionando  poco  el ocho ese  del  deseo, porque cuando alguien  quiere  que el otro cambie y sea como yo quiero que sea, entonces ya no estoy pendiente del otro, sino pendiente de mí mismo. Es usar al otro como espejo para en realidad mirarme yo.

Pregunta: En la pulsión has puesto al Otro de la  demanda, en el  deseo  al  Otro del deseo, y en el fantasma, ¿cómo se estructura el Otro?

Angeles: es el Otro del deseo, porque el fantasma es una  consecuencia  del Otro del deseo; puesto que el Otro está faltado, se construye un  fantasma  para tratar de darle lo que quiere (lo que nos imaginamos que desea).

Antonia : Además, el deseo y el fantasma están en el mismo vector.

Angeles: Sí.

En la pulsión tenemos satisfacción, en  el  deseo  realización.  Acá  lo  que habría que poner es identificación porque el resultado del  fantasma,  lo  que produce, es una estabilización de la identificación del sujeto. El sujeto trata de identificarse a ese objeto perdido, del Otro, de mismo, ¿trata de identificarse a qué? Al objeto causa. Sobre todo en  las  mujeres es  clarísimo.  Muchas  mujeres 

tratan de identificarse al objeto causa del deseo del  hombre. Y eso  en  las  mujeres  es muy importante, de manera que muchas veces se enamoran con la aparición del deseo del hombre. Si aparece el deseo del hombre que las identifica como objeto causa de ese deseo, ahí se enamoran y se olvidan de pensarse en el otro lado del fantasma, de pensarse como sujeto, se les olvida mirar si ese hombre puede ser  objeto del deseo para ellas. Bueno, se olvidan, es  una  manera  un  poco  pedestre de decirlo.

Soto: No, está bien. Lo que uno no quiere es tener que ver con la castración, porque el otro lado es el lado de la castración, la del sujeto barrado.

Angeles: A pesar de que está todo eso de que “¡me confunde con un objeto!”, hay mujeres mucho más dispuestas a ser confundidas con  un  objeto  que  a  ponerse en posición de sujeto y a desear, porque eso es aceptar la castración.

También los hombres tienen que aceptar la castración, eso no es una cosa femenina desde luego, pero el hecho de aceptar la castración  teniendo pene… es algo que a veces consiguen hacer con un poco más de facilidad que las mujeres.

Soto: El problema es que no disponen de él si no pasan por eso. Si no pasan  por la castración se quedan sin pito.

Angeles: Muchas veces la impotencia es no asumir  la  castración,  contra  lo que pudiera parecer. Muchas veces lo que dicen es: “claro, no,  soy  impotente porque soy inseguro”. Sí, pero en una segunda vuelta.

Piensan la impotencia como falta y la impotencia muchas veces es no querer saber nada de la falta.

Soto: En eso, a veces, se ven los estragos que producen las mujeres de la familia sobre los miembros varones jóvenes, que sufren los  efectos  de  esa posesión de las mujeres de la casa donde en Nombre del Padre no ha funcionado bien, quedan atrapados allí y mientras no recuperan para los títulos  de  propiedad y  se los otorgan a  ellas, no  pueden hacer nada. Están atrapados, su  ser es ser de ellas, se sienten propiedad de ellas, “no tengo  derecho  a  elegir”,  o cuando eligen la someten a la consideración de toda la casa, averiguan  si  a  la mamá, a la hermana, les gustó la chica que les trajo, si les parecía bien, si no les parecía bien,…

Ángeles: No pueden hacerse con la propiedad de su pene.

Soto: Están enajenados.

Angeles: Claro, porque hay que entender, digamos, que eso a los varones no les 

pertenece así de entrada. Es un órgano que funciona solo, y eso, en la entrada de la adolescencia para los muchachitos es muy duro, encontrarse con un órgano que funciona por su cuenta, que se excita cuando quiere. Lo viven así, como un órgano que no les obedece y se excita en los momentos más inapropiados y aparece una primera eyaculación en el lugar menos pensado, estando en público…

La cuestión es esa, que hay que pasar por la castración para poder hacerse con la propiedad de este órgano, que no es exactamente un órgano, porque tiene de alguna manera autonomía.

Soto: Para el hombre nunca está garantizada la erección, sobrevendrá o no. Para las personas que tienen más  problemas es  una  preocupación  constante.  Y eso también tiene efectos sobre la pareja, porque la pareja  se  reafirma  en  la erección del partenaire. Si eso no te viene, yo no te hago, yo no te excito, yo no te gusto, no me quieres,…las formas son variadas. Pero esto es lo que hace el mal funcionamientos de las parejas, que la sexualidad sea problemática.

Angeles: Volviendo al fantasma, me quedaba por decir, que es algo que hay que ir construyendo en un análisis, que hay que ir decantando de la selva de las fantasías. A partir de las fantasías, hay que ir encontrando cuales son los elementos comunes de esas fantasías.

Soto: de la variación de todas las fantasías. Son variaciones de un patrón básico, que a veces se puede ir definiendo, ese patrón básico, encontrando los elementos sobre los que se  funda, que  en  última  instancia  podría reducirse a este ($<>a.) Pero G Morel -en uno de los últimos informes que leí hace  tiempo sobre “testimonios del pase”- no parecía ir muy lejos, por lo menos lo que ella reunía e informaba sobre ello, no parecía que se hubiese ido muy lejos en la cuestión del atravesamiento del fantasma, en general creo recordar que no iban mucho más allá del recorrido de las identificaciones. Ya decía Lacan que, pese a su propuesta, llegar a lo que Freud llegaba era un objetivo que pocos analistas alcanzaban.

Ángeles: Sólo una última frasecita.

En el seminario X, Lacan habla  del atravesamiento del fantasma  y  por eso  se los traigo, porque es la primera vez que habla de eso. Hay  un  momento  en  que Lacan dice que al final del análisis hay que atravesar el fantasma, que hay un atravesamiento del fantasma; y entonces, claro, a partir de ahí todo el  mundo a buscar, eso de atravesar el fantasma, qué significa. Y en el seminario X hay una primera aproximación a qué sería eso de atravesar el fantasma; dice que el atravesamiento del fantasma sería la resignificación fálica de “a”; o sea, esta “a” tendría que resignificarse con el falo como    φ;  y  dice  que  eso  sería  una  reescritura fantasmática que incluiría el falo.

Soto: Eso sería un efecto, más que el atravesamiento.

Angeles: puede ser, no me pareció, porque lo que él dice es que “la función de “a” no se refiere sino a la abertura central que separa a nivel sexual el deseo del lugar del goce”. Y entonces dice que “eso nos condena a una necesidad  que  requiere que el goce para nosotros  no  esté  por  naturaleza  prometido  al  deseo, que el deseo no pueda hacer más que ir a su  encuentro, al encuentro  del goce, y que para encontrarlo no deba sólo comprender sino atravesar el fantasma mismo que lo sostiene y lo construye y que, para atravesarlo  hay  que hacer una reescritura que incluya el fantasma”. Acá lo  dice  así,  pero es recién el seminario X, el de la Angustia.

Aquí el atravesamiento es el hecho de la reescritura. Después lo que se encuentra es el efecto. De alguna manera podríamos decir que esto  tiene  que quedar así: $<>a/ φ

Esta “a” tiene que sufrir una reescritura. Es la primera aproximación que él da respecto al atravesamiento del fantasma pero después es un follón, porque muchos lo toman pero no he encontrado que Lacan lo retome en ningún otro momento.

Pregunta: ¿Por qué la fi lleva un -¿

Soto: … – φ, el signo menos delante significa la castración.

Bueno, por hoy y por este curso terminamos. Seguiremos el curso próximo

           

Angeles Moltó

Ultima clase de AULA del curso 2006 – 07