
12 Jul Función imaginaria del falo simbólico
La percepción de la diferencia, fundamental en la fase del espejo, precipita al pequeño sujeto a una visión que no será sin consecuencias, la visión de la diferencia sexual anatómica.
Hasta entonces, la palabra por su potencia, por hacer existir las cosas, por suponerse siempre verdadera, detentaba el lugar del falo, el falo simbólico. Ese significante que falta necesariamente, acaba metaforizado en el falo, que nadie es y nadie tiene .
Por otro lado, la función del falo imaginario es algo que podemos ver en los animales en sus rituales de parada sexual.
En el hablante el pene articula la parada sexual y la palabra, en la función imaginaria del falo simbólico.
En lo Imaginario se trata de tener o no tener, pero eso depende de una estructura simbólica de la articulación de lo idéntico y lo diferente en la experiencia del espejo .
Dice Vappereau: “ La función fálica es la consecuencia del trauma producido por el malentendido de los padres. Decepción que hace consistir la D.I., el agujero real de la represión primordial (Urverdrängung) estableciendo la dimensión del decir como hecho en el lugar de la Parada Sexual animal. Esto sostiene la dimensión suplementaria del falo, significante del deseo, identificado al poder de la Palabra articulada con la Verdad como potencia sexual , sujeto a la deriva (pulsión).” 1
Que los padres no se oigan gritar, el malentendido de los padres, lo que Freud llama el trauma de la escena primaria, al resignificar el trauma de la represión original, generado por la fuerza de la palabra, da lugar a la función imaginaria del falo simbólico. El falo, significante del deseo, operará en el Edipo resignificando la sexualidad pulsional anterior, convirtiéndola en la sexuación regida por la primacía del falo.
Los elementos en punta son los que hacen del cuerpo un objeto especularizable, pero hay que contar además con los agujeros, sede de las pulsiones, que son elementos no especularizables, que no tienen imagen especular, que son idénticos en el cuerpo y en la imagen.
Entonces hay dos componentes en la constitución del cuerpo :
- la presencia de la 3ª dimensión, los elementos en punta, por tanto el falo, la función imaginaria del falo simbólico. Es la función imaginaria del falo simbólico lo que permite la cópula entre idéntico y diferente. φ no tiene por sí mismo imagen especular, también por eso lo escribimos – φ, pero es lo que
1 Vappereau: “Cuerpo, incorporación e incorporales”
- posibilita que el cuerpo en el que está la tenga.
- y los agujeros, una parte del cuerpo que no se incorpora en la imagen, sino a través de la palabra, como vimos en las clases sobre la pulsión.
Con esos dos tipos de elementos es que el sujeto construye sus teorías sexuales.
Para explicar el falo hay que articular la dimensión imaginaria del falo simbólico, lo que está y no está en la imagen, y lo que falta en el Otro; y eso es el narcisismo.
La 3ª dimensión y la lectura del discurso del Otro nos permiten incorporar un cuerpo que deviene cuerpo libidinizado, un cuerpo que articula intrínseco y extrínseco, corporal e incorporal .
La lectura en la experiencia especular permite al sujeto iniciar su aventura edípica.
Freud plantea que ante la visión de la diferencia los caminos del niño y la niña se separan.
Edipo masculino en Freud – siendo la madre su objeto amoroso hasta ese momento
- El niño, frente al genital de una niña razona como muestra Vappereau en “Juanito”: “ Mi hermanita es mi hermanita si, y sólo si, tiene un hace -pipí.” La primera reacción es negar lo que ha visto, no lo puede creer.
Esa mecanismo de negación se convierte en renegación, si queda fijado, si se instala un “no vi lo que vi”, que es la defensa estructural de la perversión.
Si, por el contrario, el sujeto acaba aceptando la diferencia:
- Aparece amenaza de castración:
Si ese otro no tiene, ¿qué le ha pasado? ¿quién se lo ha quitado?
Como ya sabe de la prohibición de la masturbación, piensa que debe haber sido castigado por ese motivo.
Como también se siente culpable de la rivalidad con el padre, encuentra ahí otro motivo para sentirse amenazado.
La respuesta a esa amenaza, querer preservar su órgano, será motivo suficiente para renunciar a la masturbación, y a la madre como objeto libidinal. En este punto empieza para el niño la declinación del complejo de Edipo.
El primer motivo que da Freud para el “hundimiento” del complejo de Edipo es la frustración, la falta de satisfacción al no verse correspondidos como esperan; luego se da cuenta que en el varón es la amenaza de castración lo que lo lleva a la renuncia a la madre, y la frustración queda sólo para la renuncia al padre en la niña.
2. Cuando el varón descubre que la castración femenina no es contingente, que también la madre está castrada, los humanos quedan divididos para él en dos grupos: los fálicos y los castrados, los que valen y los que no valen. Esta es la castración eficaz precisamente por ser un fenómeno necesario, estructural.
La fijación en este punto, sea en un desprecio de lo femenino que lo ayuda a renunciar a la madre, sea en la caballerosidad –que en realidad esconde lo mismo -, está
en el origen de muchos síntomas neuróticos.
También, dado ese menosprecio, el machismo masculino es un síntoma neurótico, que surge de una fijación en este momento de la resolución del conflicto edípico.
4. Si el pequeño sujeto puede dar un paso más y aceptar la decepción de que no puede competir con su padre; si, aun conservando su órgano, acepta la Ley de que no es para usarlo donde quería…
descubrirá que el pene es la forma masculina de la castración, que pene no es igual a falo, aceptará la diferencia entre hombres y mujeres, e identificándose con su padre podrá buscar un objeto libidinal no prohibido.
Edipo femenino en Freud – siendo también la madre el objeto amoroso hasta este momento:
- La niña, frente al genital masculino, ve la diferencia, sabe que no lo tiene y que lo quiere; puede mantener un tiempo el deseo de que le crezca, pero lo que Freud plantea es que más pronto que tarde aparecerá.
- la envidia del pene, que produce un segundo tiempo en que se abren tres respuestas posibles:
- mantener el “ ya crecerá”, acompañado de comportamientos varoniles: es el complejo de masculinidad, que Freud distingue cuidadosamente de una posición perversa, precisamente por la asunción de la falta .
- pensar que está castrada, que ha sido castigada por sus comportamientos masturbatorios. El complejo de inferioridad que se sigue de pensarse castrada, la lleva al rechazo de la sexualidad : si ella va a ser inferior en este aspecto, no quiere saber nada con él.
- el descubrimiento de la castración de la madre. Esta es la única posibilidad que no detiene el desarrollo del complejo edípico en la niña.
- Como en el niño, es el descubrimiento de la castración materna, la que no tiene remedio y por eso mismo es eficaz, produce menosprecio hacia lo femenino, sinónimo de castrado, y machismo; el machismo femenino, tan extendido como el de los hombres.
Pero en la niña no se produce decepción sino rechazo hacia esa madre que la ha hecho castrada; un rechazo radical hacia la madre, hacia esa que aparece como culpable de la situación de la niña. En el momento del descubrimiento de la niña de la castración materna: la anatomía es el destino –irremediable, inexorable, definitivo -, para la niña es un momento de máximo dolor.
3. Sin embargo, por ese camino y a ese precio, la niña entra en el complejo de Edipo propiamente femenino :
Desde el rechazo, renuncia a la madre como objeto libidinal, pero para cambiar de objeto, para acercarse al padre a pedirle lo que su madre le negó.
En vista de que tampoco el padre accede a su demanda de pene, la niña hace una ecuación simbólica: pene – bebé: Habiendo descubierto que las mujeres no tienen pene pero pueden tener bebés, cambia también de zona erógena: del clítoris a la vagina, para esperar un bebé del padre.
Finalmente, dice Freud, ha llegado a una posición femenina, aunque sigue ligada al padre. Al no contar con el complejo de castración para salir del Edipo, como el varón, a la niña le espera una salida larga basada en la frustración: con el tiempo tendrá que aceptar que el padre tampoco le dará un hijo como no le dio un pene.
Lo que Freud plantea es que como consecuencia del modo en que salen del Edipo: la relación con la ley es más estricta en los hombres, y en cambio, las mujeres, como consecuencia de esa salida por la frustración, tienen una relación más lábil con la ley, lo que les permitirá ser la sede de la erotización de sus hijos en la maternidad.
Como vemos, la salida femenina del Edipo en Freud no es tal, pues la femineidad queda confundida con la histeria –envidia del pene-, en cuanto a su definición, y confundida con la maternidad en cuanto a la identificación femenina .
Freud sabe que hay algo en la explicación de la femineidad de lo que no consigue dar cuenta.
Precisamente por eso el planteamiento freudiano no merece la crítica de misógino, que se le hace, porque no confunde pene y falo, como lo demuestra el que ambos tengan que renunciar al falo: el niño tiene que distinguir los y renunciar al segundo, pero la niña también tiene que renunciar al falo, a pesar de no tener pene.
Revisión del Edipo en Lacan
Lacan hace una 1ª revisión del complejo de Edipo freudiano en el Sem. 5: “ Las formaciones del Inconsciente”, a partir de los tres registros: Real, Simbólico e Imaginario, y centrándose en el complejo de castración.
Revisiones posteriores y sucesivas llevarán años después hasta el planteamiento de las fórmulas de la sexuación. Hoy veremos sólo la primera revisión.
Lacan asocia una operación a cada uno de los tres registros:
- La privación es una operación real, efectuada por un agente imaginario: un padre omnipotente, respecto a un objeto simbólico: Φ.
En un primer momento, tanto para el niño como para la niña, se trata de ser el falo de la madre, completarla.
- El padre, portador del falo, omnipotente para el niño, no le permite esa posición, y así priva a la madre de su objeto fálico: un hijo que la completa; la castra de algo que en realidad no tiene: Φ.
- El niño, privado de su identificación al objeto de la madre, tiene que aceptar simbolizar, hacer significante, esa privación.
El niño que no acepta esta renuncia, queda identificado al falo, sometido a la madre, sin otro recurso que identificaciones perversas.
2. La frustración es una operación imaginaria efectuada por un agente simbólico: el padre en tanto la madre respeta su palabra, sobre un objeto real: el cuerpo de la madre.
En este momento la cuestión es tener o no tener el falo, en tanto, constituido en símbolo, nadie lo es.
- El padre, en tanto tiene, es pareja de la madre y puede prohibir la pareja madre– hijo: instaura la Ley de la prohibición del incesto
- La madre, en tanto respeta la palabra del padre, deviene simbólica, y si el niño se exhibe teniendo, puede bastarse para mostrarle que eso es insuficiente.
- A partir de ahí, el niño tiene pero no lo puede usar: el pene es la forma masculina de la castración, y la niña entra en la dialéctica simbólica del tener o no, en tanto no tiene.
- Para la niña, la castración de la madre genera 1º reproche y luego viraje al padre
3. La castración es una operación simbólica, efectuada por un agente real: el padre en tanto detenta el falo deseado por la madre, sobre un objeto imaginario: – φ
- El padre deviene significante, su palabra representa la ley en tanto él también se somete a ella; la madre lo fundamenta como mediador con lo que hay más allá de la ley de ella: la Ley.
- El padre, en tanto tiene, puede darle a la madre lo que desea, y en ese sentido es un padre potente; pero no omnipotente, por cuanto renunció a su vez a su propia madre.
- Eso permite al niño la identificación al padre y salir del Edipo con las insignias de su potencia para el futuro en el bolsillo.
- Para la niña, dice Lacan, también la situación está clara: ella sabe dónde está lo que quiere, que es el hombre el que lo posee, y que no tiene más que ir a buscarlo.
Desde luego, la salida femenina es más larga: no será sino en la adolescencia, cuando encuentre el deseo hacia ella de los que lo poseen, y será entonces cuando pueda tomar una posición femenina metaforizando el falo con todo su cuerpo, y encontrarle la gracia a la falta.
En el trabajo de Lacan: femineidad se distingue de histeria, porque en la mujer el deseo de pene no se sostiene en la envidia, con lo que la identificación femenina no se confunde con la maternidad.
En los años que siguen a esta primera revisión, Lacan sigue buscando las definiciones tanto de masculinidad como de femineidad, que Freud había dejado pendientes, hasta que consiga las fórmulas de la sexuación.
En cualquier caso, no hay que olvidar que estamos hablando de recorridos ideales; que lo habitual es que ya los tiempos anteriores al Edipo hayan dejado conflictos a medio resolver, y que el propio complejo de Edipo sólo se resuelva a la pata-cojeando; que en el mejor de los casos, llegaremos hasta donde cada cual decida: análisis mediante.
Angeles Moltó