
12 Jul El objeto y el falo
El objeto, la falta; el falo, la castración. El fantasma en la neurosis
La transferencia - sem. 8 – (1960 – 61)
Encontré una entrevista de Lacan donde dice algo que me parece interesante como motor para nuestro trabajo : “ El psicoanálisis aún no ha encontrado sus propios límites. Todavía hay tanto por descubrir en la práctica y en el conocimiento … En el psicoanálisis no hay solución inmediata, sólo la larga y paciente investigación de las razones.” 1 Lo que es, añado yo, responsabilidad de cada analizante.
Entonces…
continuemos con el seminario sobre “La transferencia” donde Lacan relaciona objeto y falo para distinguirlos:
El complejo de castración sólo se puede entender si se considera la sexualidad dependiendo del significante, siendo que:
el falo es falta pero no un significante que falta sino el significante sin referente que viene al lugar del significante que falta,
y el deseo no puede nombrarse.
En las fases anteriores había una discordancia entre lo que era el objeto de la demanda y lo que en el Otro estaba en el lugar del deseo; aquí no partimos de una demanda , sino que el deseo se articula con una demanda cualquiera que tome el brillo fálico ¿con la única condición de encontrar su referente en el deseo del Otro? se pregunta Lacan.
Recordemos lo que veíamos al final del seminario sobre el deseo: que la falta se resignifica como castración, pero a no es el objeto de la castración, sino efecto de la castración; castración destinada a representar una falta con una tensión real del sujeto, pues éste no puede desear sin castrarse.
El objeto de la castración es el falo, que por un lado resignifica los objetos pulsionales, generando la sexualidad y en su cúspide , Φ mediante, la sexuación, y por otro tiene relación con a que no es un símbolo, como el falo, sino un elemento real del sujeto.
La castración apunta al falo, al falo imaginario, y la privación al falo simbólico; como puede ser el objeto a, un elemento real del sujeto, efecto de la castración? La respuesta fácil es por la resignificación fálica, pero creo que Lacan nos lo acaba de decir aunque sea bajo la forma de pregunta: “aquí no partimos de una demanda, sino que el deseo se articula con una demanda cualquiera que tome el brillo fálico ¿con la única condición de encontrar su referente en el deseo del Otro? Entonces el objeto a es efecto de la castración, de la castración del Otro.
En relación con la cadena significante inconsciente constitutiva del sujeto que habla, el deseo se presenta en la metonimia determinada por la cadena. Debido a que el
1 Entrevista de 1974
2 Lacan: El seminario, libro 6, “El deseo y su interpretación”
sujeto sufre la marca de la cadena, cualquier elemento circunstancial puede tomar el valor que representa el término de la enunciación, del objeto hacia el que el sujeto se dirige.
El deseo es sobretodo falta, como Penia que se acerca a la palabra dormida Poros y se hace embarazar por su objeto.
Se presenta en la metonimia porque lo podemos ver brillar en el objeto que se desplaza.
Cualquier significante –excepcional y banal – puede tomar el valor del objeto privilegiado y detener el deslizamiento infinito de la cadena.
En tanto que el falo no se puede demandar, cualquier objeto puede tomar brillo fálico y ser demandado. Desde luego el deseo ya no está en juego en tanto se trata de apuntar a un objeto cualquiera –banal y excepcional – pero el sujeto puede quedar enganchado ahí por el brillo fálico. Como dice Lacan el neurótico renuncia al deseo por su símbolo, el falo.
El objeto a’, (lo escribo así para distinguir este señuelo de otro cualquiera) que Vappereau dice que viene del futuro, puede adquirir respecto al sujeto el valor esencial que constituye el fantasma fundamental. El sujeto se reconoce allí fijado, y, en la medida que el sujeto se identifica en el fantasma, el deseo en cuanto tal adquiere consistencia. El sujeto deseante siempre está en el límite del desvanecimiento y justo en el fantasma fundamental es donde puede fijarse como deseo.
Fíjense la importancia que le da Lacan al fantasma, pero cómo todavía sigue sin explicar demasiado como es la articulación entre sujeto y objeto; y es que el deseo , que escribirá rombo, articulando sujeto y objeto es una construcción compleja.
Sin embargo, al final del seminario sobre “El deseo…” 3 es donde más nos ha dicho hasta ahora; lo retomo de la clase en la que lo vimos:
“ Como a no es el objeto del deseo, la relación entre el $ y a necesita de un montaje a medio camino ente lo simbólico y lo imaginario; eso es el fantasma.
Siempre cuando aparece el deseo el sujeto está en riesgo de castración, de desvanecimiento; en ese momento su sostén es el objeto del fantasma, a; que es la forma más acabada de objeto, dice Lacan.
El fantasma fundamental ($<>a) significa precisamente que en la perspectiva sincrónica él garantiza como soporte del deseo su estructura mínima. Recordemos que a se sitúa entre el sujeto y el significante.
El sujeto frente al objeto constituyen el fantasma, pero además el sujeto se constituye como deseo en una relación tercera con el fantasma. De momento podemos leer el rombo como „deseo de“, de forma que en el fantasma el sujeto está en relación con el objeto pero también con el deseo. ” 4
3 Lacan, J.: El seminario, libro 6. “El deseo y su interpretación”
4 Clase del 1/8. 4. 17.
Retomo lo que Lacan nos está diciendo aquí sobre la castración:
Es la determinación del mecanismo significante lo que en el complejo de castración lleva al sujeto a guardarse el deseo, y a preferir su símbolo que es el falo. Así, el neurótico, que lo que más teme es la castración del Otro, llega al análisis confundido, pidiendo la completud del Otro, pero si no, por lo menos el falo y concretamente ser el falo para completar al Otro .
Pero fijémonos en lo paradójico de la situación: hemos visto al sujeto dispuesto a morir antes que renunciar a su deseo en la anorexia, y podríamos decir lo mismo de muchas adicciones, pero frente a la castración prefiere renunciar a su deseo por conservar el falo.
El órgano sólo se aborda transformado en significante, y para eso tiene que ser cortado, con lo que lo que queda es el signo de su ausencia – φ. Es el falo imaginario en el que está interesado el neurótico con su complejo de castración .
Lacan habla de falo imaginario y falo simbólico, pero también avisa que no nos precipitemos a creer entender demasiado deprisa estos matemas Φ y –φ. Como decíamos el otro día, en el seminario del fantasma, que no nos precipitemos a creer entender lo que significa que el sujeto se escriba -1.
El lugar del falo como significante Φ, el lugar donde se produce la falta significante, viene a suplir el punto donde en el Otro desaparece la significancia, donde el Otro está constituido porque hay un significante faltante. (Si no faltara un significante no estaríamos en el lenguaje sino en un sistema de signos.) Es el significante del punto donde el significante falta, es la escritura de una falta, del punto donde el significante falta. Por eso puede convertirse en igual al sujeto tachado, único punto donde podemos situar a un sujeto como tal.
¿Qué significa que un significante falte? Una lengua tiene una batería significante y una palabra que no exista simplemente remitirá a algo que no será sentido ni subjetivado, no significará nada en el lugar del Otro, y todo lo que para nosotros existe ocurre en el lugar del Otro; no será vivido como f alta.
Esa falta de significante aparecerá cuando un niño empiece a preguntar cosas que no tienen respuesta por obvias: p. ej.: ¿qué es un motivo? O más aún ¿qué soy?
En ese momento el sujeto ha puesto distancia suficiente con el lenguaje como para preguntarse qué significa que haya palabras.
¿Cómo algo tan enigmático puede designar todo lo que es tan cercano? Es de desear que nadie le conteste qué es, que no se lo fije de esa manera; y sin embargo lo más probable es que así ocurra, que el adulto no se dé cuenta del daño que causa con eso , dejando al sujeto atrapado en el significado del Otro, que producirá toda clase de síntomas; atrapado en el circuito del yo ideal, dispuesto para toda clase de estafas sociales . En cambio, si se deja la pregunta abierta, e n el sentido de un “ déjate ser”, el sujeto podrá poner como meta de su respuesta el Ideal del yo, que no sabe tan bien qué es, y por tanto, a pesar de ser también un ideal, no lo encorsetará de la misma manera .
La falta del significante aparecerá también cuando el sujeto pregunte al Otro “¿qué quieres?”, porque ahí de lo que se trata es de qué desea el sujeto al hacer esa pregunta, y para eso no hay significante. Lo llamamos Φ, siempre que sepamos que eso significa falta de significante, pero también potencia, porque toda potencia
surge de la falta, no de la completud .
El falo es algo de una potencia sexual sin falla, que no es posible pero que el sujeto infantil considera necesario que fuera, que viene al lugar de la falta de significante en el Otro. Por eso en cuanto unos cuantos humanos son capaces de reunirse a hacer algo, lo primero que hacen es plantar piedras altas; y luego todas las figuras priápicas.
Aquello que deseamos es una vivencia de satisfacción que, en tanto objeto, está perdida desde siempre porque nunca existió. Y ese objeto es efecto de la castración! De la del Otro del lenguaje, de la que Lacan llama privación, que está relacionada con la sexuación porque viene por la palabra del padre por una anticipación lógica .
El sujeto tiene que conformarse con representaciones de un cierto reencuentro que confunde con el objeto . Ese es el objeto del goce, ese objeto que viene del futuro; la única satisfacción posible cuando se ha podido renunciar a la satisfacción, el goce al que Lacan dice que hay que renunciar para poderlo recuperar en la escala invertida del deseo.
El objeto verdadero no es aprehendido de ningún modo; está en el horizonte a cuyo alrededor gravitan nuestros fantasmas, que es donde únicamente podemos aprehender esos objetos; con eso hacemos objetos que en tanto significantes son intercambiables.
El objeto hay que aislarlo en el punto más radical donde se plantea la cuestión del sujeto en su relación con el significante; donde el sujeto busca un significante que lo signifique.
Como ese significante es el reprimido primario, lo que el sujeto encuentra es un deslizamiento sin fin. El privilegio de Φ, significante siempre velado, significante de la falta de significante, significante del deseo, es que es capaz de detener ese deslizamiento, como un objeto, siendo que se trata de un significante sin referente.
La palabra se supone verdadera y por eso es fálica, es el falo.
En el estadío del espejo, esa relación indecible del sujeto con el significante puro del deseo se proyecta en el órgano localizable en el cuerpo y que puede faltar; ahí aparece la función imaginaria del falo simbólico, y el conflicto imaginario del complejo de castración .
Para ambos sexos hay algo peor que el horror de verse privada o del pánico de la amenaza, que es el descubrimiento de la castración del Otro.
La aceptación de la castración es lo que podrá devolver el falo a la palabra para que el deseo pueda funcionar como motor. El sujeto entrará en la posesión de una pluralidad de objetos en la medida en que haya renunciado al falo.
Porque paradójicamente el neurótico cree en la completud, cree en un falo que completa.
El sujeto se encuentra en una situación bien particular en relación con el objeto del deseo porque él mismo fue en primer lugar un objeto del deseo. Nunca fue un falo, pero venía a un lugar sostenido por el falo, y algo del significante fálico, en tanto remite a la falta, lo identifica.
El falo es el objeto de la castración y a es el objeto del deseo, efecto de la castración, así castración y deseo están articulados, pero no comparten objeto. Por
eso el objeto fálico no aparece en el fantasma.
El problema de la castración, centro de la economía del deseo, está vinculado al Otro en tanto lugar de la palabra. ¿Cómo puede convertirse el Otro en un objeto inerte, en el objeto a del deseo? Esta tensión es la regulación esencial del deseo.
Para facilitar un poco la cuestión, veamos e n la clínica, en los efectos sintomáticos del complejo de castración, que determinan cada neurosis, ejemplarizada la relación entre φ y a:
Tomamos Dora para la histeria.
Para ella el sr. K es a, identificada en una posición masculina, ese es el objeto del fantasma en la medida en que el fantasma es el soporte del deseo, su deseo de poseer el falo. Pero ninguna histérica se conforma con eso, ella apunta a algo mayor, a A, al Otro absoluto, por eso Dora no se desvanece ante ese a. A través del Sr. K., a, en tanto objeto de identificación, ella desea, pero no ama al sr. K. sino a la Sra. K., por eso es terrible para ella que él diga que la sra. K. no es nada para él.
Frente a la pregunta ¿qué es una mujer? -que repite para el sujeto femenino la posición de desamparo del ¿qué me quieres? – la histérica encuentra la respuesta a ¿qué es yo como sujeto? en la Otra; es la sra. K la que encarna la pregunta ¿qué es una mujer?
La histérica recurre a todas las formas del sustituto de Φ en el Otro absoluto y se identifica con φ, ella se brinda a hacer de cópula entre el padre y la sra. K. Si el padre es impotente no importa, ella suplirá lo que le falta para hacer la cópula. Esa posición de cópula hace de ella una devota de los problemas amorosos.
Eso sumado a que cuando descubrió una mirada de deseo en el Otro consiguió no excitarse, con lo que le quedó una gran curiosidad por esos asuntos.
Lógicamente su deseo queda insatisfecho al conseguir no excitarse, pero la histérica está dispuesta a renunciar a su deseo porque lo que le interesa es ser el falo, completar al Otro.
Fórmula fantasma histérico:
a
—- <> A
(-φ)
También el obsesivo tiene que manejarse con Φ, el significante del deseo. El Otro se le presenta como todopoderoso, pero al ser fálico, el obsesivo intenta golpear ese falo del Otro que lo enfrenta a su deseo; no quiere saber nada con el deseo del Otro, por eso la manifestación de su propio deseo deviene imposible.
Lo que en el obsesivo aparece como agresividad se debe a esta necesidad de golpear el falo para curar la castración simbólica.
La fórmula del fantasma del obsesivo: A <> Φ (a, a’, a’’, a’’’, …)
El obsesivo se presenta como Otro, nunca está donde se supone que está.
También esa manera de no estar nunca en el lugar que parece que está, es su modo
de no encontrarse con el Otro y su deseo.
El 2º término del fantasma alude a qué son para él los objetos del deseo en función de sus equivalencias eróticas, la erotización de su mundo, sobre todo de su pensamiento es el ejemplo paradigmático . El falo es la razón de la serie; φ es la unidad de medida a la que el sujeto acomoda la función de los objetos a de su deseo.
Tomemos “El hombre de las ratas ” ; el genial Freud habla de ratas en plural cuando en el suplicio del horror del goce ignorado no hay más que una rata, percibe que esa rata, como siempre el objeto del obsesivo, se multiplica: tantas ratas – tantos florines, diversas tumbas y otras tantas ratas,…
La rata es φ, la razón de la serie, y cierta degradación de Φ.
Φ es la función del falo en su generalidad para todos los sujetos hablantes; cuando ya ha sido interpretado por el Otro como significado y reprimido, emerge desde el Inconsciente degradado como φ, generando síntomas.
φ no está reprimido en el obsesivo como en la histeria, está negado de esa manera tan típica de la n. obsesiva donde las cosas son tan dichas y tan desconocidas a la vez, tan manifiestas y tan irreconocibles sin ayuda del analista.
Ser sujeto es tener su lugar en A, en el lugar de la palabra, pero que se produzca la falta de la palabra del Otro es una decepción irremontable y angustiante . En el momento en que el sujeto, manifestándose deseante, manifestándose como la función de φ respecto del objeto, se desvanece, no se reconoce, puede producirse el desconocimiento.
En este punto de carencia, donde la función del falicismo a la que se entrega el sujeto se encuentra encubierta, en su lugar se produce el espejismo del narcisismo que en el obsesivo es frenético. En la neurosis obsesiva la apelación al espejo, al narcisismo, es fundamental para no quedar en el lugar de lo puro desechable; necesita de sus hazañas, de lo que parece un narcisismo frenético.
Si en el obsesivo se erotiza así su pensamiento es por ese narcisismo frenético; si le es tan difícil sostenerse en lo que piensa no es tanto porque sea culpógeno cuanto porque nunca está seguro de que lo que piensa sea suyo y no del otro, y para poder seguir es necesario que sea suyo.
Con ese fantasma en el que trata de sostener el Φ, su erección nunca da la talla, el acto con el que aspira a encarnar el fantasma siempre se queda corto . No hay nada que el obsesivo tema más que aquello a lo que imagina aspirar.
Como el deseo sólo aparece en los intervalos, el obsesivo trata de colmar esos intervalos, pero no es el único, también el objeto fóbico con su significante único apunta al mismo fin .
El fóbico teme un deseo que anule todo el sistema significante, de modo que la angustia es la forma en que sostiene su relación con el deseo.
Acabaremos por hoy con la articulación que hace aquí Lacan entre a y φ. El falo, el objeto de la castración, es el instrumento del deseo, un instrumento elevado a la función del significante. Por tanto a es el objeto causa del deseo, que con su instrumento el falo apunta al señuelo a’.
Angeles Moltó