
15 Jul Dolores y fatigas
Freud y Lacan condujeron el psicoanálisis por las vías de la ciencia, exigiendo para nuestra materia una formalización y un rigor tales, que permitieran al psicoanalista escuchar la estructura de la constitución como sujeto del que le habla, el analizante; se trata de que el sujeto pueda llegar a saber las razones de su sufrimiento, y realizar las modificaciones necesarias para poder elaborar sus síntomas.
Actualmente las proclamas de cientificidad, junto a otras anticientíficas, proliferan por doquier, hasta el punto de funcionar en muchos casos como un reclamo comercial: científico es garantía… no se sabe ni de qué; de seriedad podríamos pensar, pero desde luego no se exige a esa apelación a la ciencia ninguna seriedad –se puede presentar, con apariencia de cientificidad, un estudio estadístico sobre una muestra de 253 casos, en el que ni se nombra la desviación tipo, y pretender que los resultados son válidos.
El realismo ingenuo y el empirismo no se ajustan al rigor científico, por más que sean muy convincentes porque a lo que si se ajustan es a la doxa, al sentido común que los “mass media” han sancionado. “Decir que un hecho es un hecho es vedarse la investigación de una ley -dice Bachelard. Basta después ponerle un nombre de raíz griega para que un pleonasmo pase por un concepto científico”. 2
La misma medicina que hace unos años les decía a los pacientes neuróticos que no tenían nada, ahora les dice que tienen fibromialgia, fatiga crónica o cualquier otro diagnóstico,… dados por válidos, que no científicamente validados. Como ahora el paciente se siente reconocido –en el sentido fuerte: identificado, con eso cree saber quién es- y reconfortado, defenderá a partir de ahí su síntoma como su vida.
Esta ciencia del empirismo simple, pretendidamente ateórica, -cuando sabemos que no hay posición ateórica- dejaba fuera al sujeto, y lo sigue dejando fuera; no pasará mucho tiempo antes de que esas ¿nuevas? formas de la histeria -que sería el diagnóstico de estructura en muchos casos, que no todos- descubran que reconfortado no es escuchado, no pasará mucho tiempo antes que esa identificación cristalizada, no dialectizable, vuelva a generar síntomas, ¿para el que se producirá un nuevo pleonasmo? 4
La idea de que neurosis, histeria,… etc. son diagnósticos despreciables, que
1 Presentado en el Grupo de Clínica del Colegio de Psicólogos de Tarragona en 2004/span>
2 G. Bachelard “La formación del espíritu científico” Ed. S. XXI
3 Ph. Sollers “Queridos psicoanalistas” en el “Observatorio Psi” nº1
4 Efectivamente, unos años después se llama Covid persistente
pueden usarse como insulto, no es inocente; podríamos preguntarnos de donde sale el prejuicio de que anorexia o fibromialgia son enfermedades honorables o auténticas enfermedades, e histeria no.
Los cambios ideológicos habidos en la psiquiatría americana, hace ya un par de décadas, tributarios de esta ideología científica empirista, han traído como consecuencia la desaparición de la nosología clásica, que representaba ya una elaboración a partir de los datos brutos, una lectura. Ideología científica, que no ciencia: la misma medicina no da por válida una vacuna con la misma alegría. La ciencia no considera que un hecho es un hecho, y nos enseña, por ejemplo, que el sol que vemos es siempre el de hace ocho minutos.
Esta psiquiatría de meras descripciones reunidas en los DSM de manera pretendidamente ateórica, que procura anular el saber acumulado del facultativo para que no “enturbie” la realidad, y que ha “superado” las distintas teorías, para atender a los hechos incontestables, es un campo abonado para que aparezcan estas nuevas entidades, que ya ni siquiera pertenecen todas a la psiquiatría. Señalo al pasar que estamos asistiendo a un comportamiento suicida de la psiquiatría. Pero, repito, no hay posición ateórica, se trata de negar lo “psi”, es la victoria de la industria farmacéutica; en esta sociedad de consumidores la salud es un bien de consumo, que la industria, por supuesto, se encarga de proveer.
Si el paciente está suficientemente medicado, y para toda la vida –diga lo que diga el ministerio de sanidad sobre rebajar la factura farmacéutica- podrá tener alguna psicoterapia de apoyo, siempre supervisada por un médico.
Que los psicólogos, y menos los psicoanalistas, tengan algo que decir sobre lo que llaman la enfermedad mental, ni hablar.
La situación caótica, que la falta de teorización genera siempre, es nociva tanto para los pacientes como para los médicos que los atienden diariamente, que no cuentan ni con criterios diagnósticos verificables para hacer la exploración, han sido reemplazados por protocolos “ad-hoc”. La investigación en marcha, que relaciona estas enfermedades con la fisiología celular no ha dado de momento ningún resultado; se dan las hipótesis por válidas porque los fármacos alivian los síntomas; pero que eso no es una hipótesis validada, lo sabe cualquiera con un mínimo interés por la ciencia. Que es, y puede serlo aún más, un éxito comercial, parece indudable; pero no hay que confundir eso con un avance de la medicina, ni menos de las ciencias de la salud.
La fatiga crónica puede ser tanto la canallada del que no quiere hacerse cargo de su falta y de su responsabilidad ante sí mismo; como la desesperación del que no encuentra sus significantes, sobre todo en este mundo tan cambiante; o un síntoma de la mujer actual tratando de dar la talla como profesional, amante, madre,… etc. en un mundo donde ha conseguido hacerse un espacio, pero no sin un sobre esfuerzo, que puede dejarla agotada y dolorida, pero como sujeto, no en sus células. (No me extenderé aquí sobre el tema del “cuerpo”, desarrollado por el psicoanálisis.)
Ante la falta de una nosología un poco más elaborada, con la que antes contaban y
que era acorde al resto de su formación, los médicos no tienen más que la palabra del paciente, que sólo pueden creer o no, puesto que no tienen criterios para leerla; y así se encuentran haciendo de policía, tratando de rastrear si los pacientes mienten, para lo cual, efectivamente, no tienen formación, ni, presumiblemente, vocación.
Sabemos que un mismo síntoma puede deberse a diversas causas según los casos, y que es siempre sobre determinado; que un cuadro clínico es algo un poco más complejo que un conjunto de síntomas. Esta nueva manera de diagnosticar por simple adición de datos, tanto más cuanto se suman hechos bioquímicos con sensaciones subjetivas, que además no se saben leer, no puede producir sino confusión. El médico, sobretodo el generalista, es también una víctima de esta ideología, convertido en “prescribidor” de fármacos en lugar del clínico que era hasta hace poco.
Constituirse como sujeto es un proceso largo y laborioso, nunca exento de decisiones difíciles, para cada ser hablante; ese es el origen de los conflictos psíquicos. Si se niega esta complejidad, si se trata al ser humano fundamentalmente como cuerpo biológico, organismo, y no se deja para lo psíquico sino la sensiblería y, a hora del ocio, el cotilleo, no queda espacio para el lenguaje; si en nombre de un cuidado mal entendido desresponsabilizamos al sujeto del mal que lo aqueja y lo convertimos en una víctima, de entrada podrá sentirse muy confortado, pero a la larga lo dejamos sin recursos, y sumido en la culpa que siempre aparece cuando se rechaza la responsabilidad.
Si se trata de producir consumidores, eso se consigue, pero estamos asistiendo efectivamente a la devastación en la incultura.
Angeles Moltó