
17 May De la seducción al deseo. La tentación.
“Del trauma al fantasma” y “De la seducción al deseo” son dos títulos, de la clase pasada y ésta, que marcan un viraje en la teoría en los comienzos del planteamiento freudiano; pero un viraje que es actual, que tiene que darse en cada caso para poder decir que hay análisis: la seducción es un deseo realizado en la fantasía y el trauma es de estructura.
Los pacientes llegaban a Freud, como siguen llegando actualmente, contando un sufrimiento que tiene su origen en la relación con los demás: el otro no nos entiende, no nos quiere como merecemos, o directamente nos quiere mal. De un modo u otro el goce del otro interfiere con el nuestro y eso nos hace sufrir.
Muy pronto Freud descubre, detrás de esos otros de los que se queja el sujeto a la entrada, la repetición de escenas infantiles donde los adultos, y concretamente los padres, abusan de los menores. El relato de seducción por adultos en la infancia de los pacientes era muy presente, y al principio Freud sitúa la causa de las neurosis en el trauma que representa para los niños la intrusión de la sexualidad de los adultos.
Tan presente era ese relato que Freud sigue indagando, sorprendido de la extensión de la perversión entre sus conciudadanos, hasta que descubre que la seducción es una fantasía desiderativa de los neuróticos y que la sexualidad es traumática sin necesidad de padres pervertidores (aunque si el abuso de los mayores se da la situación para el niño es aún más difícil).
Como esos deseos infantiles, inconfesables para el sujeto ante sí mismo y por tanto reprimidos, son lo que se realiza en las formaciones del Inconsciente – recordemos: el sueño es una realización de deseos sexuales infantiles- y son la causa eficiente en los síntomas, Lacan hace del deseo un concepto a formalizar.
Ya en “Función y campo…” 1 dice que “el deseo es el deseo del otro” en el doble sentido: que el deseo del sujeto es ser reconocido por el otro, y que es el otro el que tiene la llave del objeto que el sujeto desea.
Y en este texto destinado a poner de relieve la importancia del lenguaje, dice que “el momento en el que el deseo se humaniza es también el momento en el que el niño nace al lenguaje” 2, pero señala también que lo simbólico “anonadaría al ser vivo, si el deseo no preservase su parte en las interferencias y las pulsaciones que hacen converger sobre él los ciclos del lenguaje” 3, por tanto
1 Lacan, J.: “Función y campo de la palabra y el lenguaje en Psicoanálisis” 1953 Escritos 1 Ed. Paidos
2 Lacan, J.: op.cit. pg. 306 12ª edición.
3 Lacan, J.: op.cit. pg. 268 12ª edición.
marca ya que el deseo no es lenguaje, lo que no implica que tengamos otro lugar en que reconocerlo que la palabra.
Un poco más adelante 4 ya Lacan modifica un poco su fórmula para escribir Otro con mayúscula, al relacionar deseo y falo.
Por un lado, el falo es un significante, y por tanto sólo podrá encontrarse en el lugar del Otro; pero por otro, es un significante que sólo aparece velado y como razón del deseo del Otro; no es, entonces, un significante cualquiera, no aparece directamente en el discurso, sino sólo como significación, como resultado de un ejercicio de lectura. Decir que el niño quiere ser el falo para satisfacer el deseo de falo de la madre, es otra manera de decir que “el deseo es el deseo del Otro”. El sujeto necesita leer el deseo del Otro, reconocer ahí su falta, a pesar de la angustia que eso le comporte, para tratar de encontrar su lugar en ese texto que es su realidad. ¿Qué quiero? y ¿Qué soy para el Otro? son sus preguntas fundamentales.
De ahí la escena típica de los niños tratando de seducir a sus padres -ya ampliando el plano-, es la imagen de un deseo de deseo, ¿qué está haciendo sino intentando tentarlos? La tentación es deseo de deseo.
Lacan dedica todo un seminario a “El deseo y su interpretación” 5 donde termina de desarrollar el grafo.

Ya hemos visto que el deseo surge de la conjunción de dos demandas -demanda al Otro y demanda del Otro-, en un más allá de ese discurso, como lo que se decanta de esos significantes, pero que no es un significante.
Como no hay objeto que satisfaga la demanda, el sujeto tiene que ir más allá, preguntarse “¿qué quiere?” y escribir con su cuerpo ese texto que son las pulsiones.
4 P. ej. en “La significación del falo” 1957 Escritos 2 pg. 673 12ª Edición
5 Lacan, J.: Seminario. Libro 6 “El deseo y su interpretación” inédito clases 1 y 2
Recuerden que en una 1ª definición “la pulsión es el resto que queda cuando todas las demandas han sido hechas, cuando se ha comprobado que no hay objeto de la satisfacción”, pero que en el seminario del síntoma dice que “la pulsión es un eco en el cuerpo de que hay un decir, que el cuerpo resuena con él, consuena”.
Es en la constitución misma de la pulsión que se constituye también el deseo.
Pero además la primera percepción del deseo es del deseo del Otro, que en el mismo movimiento hay que aceptar que está faltado; la inquietud es inmediata: si él desea, entonces ¿qué soy para él?
En el primer piso del grafo el Otro omnipotente tiene respuesta, que se constituye en síntoma si llega antes que la pregunta, lo que no deja de ocurrir alguna vez. El neurótico presenta su conflicto con estos componentes e inscribe su deseo en términos de demanda.
Pero para la pregunta en el 2º piso ¿quién soy para ti, qué quieres, qué me quieres? el Otro no tiene respuesta, él también está faltado, y el sujeto se construye una respuesta que incluye la dimensión imaginaria del objeto: el fantasma.
Lacan dice en las primeras clases que el deseo está ligado no a un objeto sino a un fantasma, que desear a alguien es implicarlo en el propio fantasma.
No hay objeto del deseo más que desplazándose, por tanto el deseo no se satisface, se realiza fantasmáticamente o en el sueño, por tanto en imágenes, pero imágenes que hay que leer como un jeroglífico por tanto como significantes, aunque no hay significante del deseo. Por eso el título del seminario: el deseo es su interpretación, lo podremos cernir, pero no decir.
Hacia el final del seminario Lacan dirá que “El deseo se organiza en un discurso que se desarrolla en lo insensato, en el Inconsciente, un discurso de metonimias y metáforas, pero metáforas que no engendran ningún sentido y metonimias donde el sujeto no reconoce algo que se desplaza, que no llevan a ningún ser” 6
Encontramos en otro lugar del seminario 7 que “el deseo es algo que no puede asirse ni comprenderse más que como un nudo muy estrecho… en el punto más estrecho donde se anuda para el hombre real lo imaginario y su sentido simbólico”.
El deseo flota en algún lugar en esta línea, dice Lacan, siempre en un allá del Otro, regulado por esta ida y vuelta inconsciente.
Es en este seminario donde Lacan trabaja Hamlet y dice que esa obra muestra la tragedia del deseo; no hay tiempo de desarrollarlo ahora, mi
6 op. cit. clase 20
7 op. cit. clase 7
trabajo está colgado en la web, pero lean Hamlet y lean esas lecc. de Lacan; dice: 8 “Si somos conmovidos por una obra… es a causa de que nos ofrece el lugar a tomar de eso que encierra en nosotros de problemático nuestra relación con nuestro propio deseo” La traducción es infame, pero retoma lo que decía el día pasado: hay que tomarse el trabajo de encontrar nuestro propio lugar en la obra.
“El deseo está interesado en una relación siempre ligada a lo patético, al dolor de existir como tal, de existir puramente o de existir como término sexual” 9
Aquí tenemos la relación a la sexualidad y la muerte, el deseo en la neurosis obsesiva y en la histeria. Y además la diferencia entre el deseo masculino y femenino en tanto su diferente posición ante el falo.
Angeles Moltó