Acerca del Saber - Oír

Acerca del saber

  1. – «…el deseo  sexual tal como  lo entiende el  psicoanálisis no es  la imagen que debemos hacernos de acuerdo a un  mito  de  la tendencia orgánica: es algo infinitamente más elevado y anudado en primer término precisamente con el lenguaje, en tanto que es el lenguaje el que le  da  primero  su  lugar, y  que su  primera aparición en el desarrollo del individuo se manifiesta a nivel  del  deseo  de saber. Si no se ve que éste es  el punto central donde arraiga la  teoría de la  libido de Freud, simplemente se  pierde pie.» 1
  2. «Para enseñar ya de una vez una baraja que hubiera podido guardarme un tiempo: no hay deseo de  saber, aquel famoso Wissentrieb que Freud apunta en alguna parte.

Freud, ahí se contradice, todo indica -es ese el sentido del inconsciente- no sólo que el hombre ya sabe todo lo que hay que saber, sino que ese saber está perfectamente limitado al goce insuficiente que constituye el que hable.» 2

Se trata en ambas citas de referencias a Freud, veamos pues que dice éste: En S. Freud, en 1910, encontramos que: «El deseo de saber no despierta, que sepamos, espontáneamente, (…)sino que es provocado por la  impresión  de un  suceso importante: el nacimiento de un hermano o el temor a una tal posibilidad, considerada por el niño como una amenaza de sus intereses egoístas.

La investigación recae sobre el  problema  del  origen de los niños, (…). Pero como su  propia constitución  sexual no es apta aún para la procreación, su investigación del origen  de los niños tiene que fracasar necesariamente (…). La impresión de este fracaso (…) parece ser muy duradera y deprimente» 3

A partir de este punto desarrolla Freud tres destinos del «Wissentrieb«. En síntesis la pulsión de investigación, sea cual sea su origen, es despertado por la necesidad egoísta de saber de dónde viene o puede venir un amenazante rival (el hermano), esto conduce al «Wissentrieb» al terreno sexual y a partir de entonces  queda ligado a la pulsión sexual; esta  investigación  está  destinada al  fracaso, no  hay verdad para ese saber, debido a lo que en su momento se llamó ausencia de «respondientes», traduciendo (nosotros) el » répondants« francés.

También en 1910 aparece la idea según la cual  el  problema  no  es  ya  la diferencia entre la vida sexual del niño y el adulto, implícita en la teoría de la seducción traumática, sino el origen de los niños. 4

1 “Psicoanálisis y medicina” 16. 2. 66 
2 “Aun” pag. 128, 8. 5. 73 
3 “Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci” pag. 183
4 “Conferencias en la Clark University” 

En  «Tres ensayos…» se  registra, en nota al pie de ese  año de 1910, referencias a  la importancia de las «teorías  sexuales  infantiles»,  desarrolladas  en  el  artículo  de ese mismo título del año 1908. En la sección «La investigación sexual infantil», agregada en 1915, leemos:

«…de los tres a los cinco años, aparecen en él [el niño] los primeros indicios de esta actividad, denominada pulsión de saber (Wissentrieb) o pulsión de investigación (Forschertrieb) [que también conocemos como pulsión epistemofílica o pulsión de saber  y  que  a veces  aparece  como Wissbegierde, anhelo o deseo de saber]. La pulsión de saber no puede contarse entre los componentes pulsionales elementales, ni colocarse exclusivamente bajo el dominio de la sexualidad. Su actividad corresponde,  por  un lado a una aprehensión sublimada, y por otro, actúa con  la  energía  del placer de contemplación. Sus relaciones con la vida sexual son, sin embargo, especialmente importantes, pues el psicoanálisis nos ha enseñado que la pulsión de saber infantil, es atraído -y hasta quizá despertado- por los problemas sexuales, en  edad sorprendentemente temprana y con insospechada intensidad.» 5

El primer enigma, por lo tanto, no es la diferencia de los  sexos  sino  la procedencia de los niños, y esto por una buena razón, cito un  párrafo del §  «El  enigma de la esfinge» que dice:

«El hecho de la existencia de dos sexos lo acepta el niño  al principio sin resistencia  ni  sospecha  alguna. Para  el  niño es natural la suposición de que todas las personas que conoce poseen  un órgano genital exacto al suyo, y  no  puede  sospechar  en  nadie  la  falta de este órgano.»

En 1923 encontraremos un resumen de sus concepciones hasta el momento.

Dice:

«Al principio, el acento recaía sobre la diferencia  fundamental entre la vida sexual de los niños y la de los adultos.  Más  tarde  pasaron a primer término  las  organizaciones  pregenitales  de  la libido y el desdoblamiento de la evolución  sexual  en  dos  fases, hecho éste tan singular como rico  en  consecuencias.  Por  último, atrajo nuestro interés la investigación sexual infantil y partiendo de ello, llegamos a descubrir la gran afinidad de la forma final de la sexualidad infantil (hacia  los  cinco  años)  con  la  estructura  definitiva sexual del  adulto. Hasta aquí, la  última  edición (1922) de mi teoría sexual.» 6

En este texto, donde se afirma la «primacía del falo» leemos:

«Este órgano tan fácilmente excitable, capaz de  variar de estructura y dotado de extrema sensibilidad, ocupa en alto grado el interés del niño y plantea continuamente nuevos problemas a su pulsión de investigación. (…) La fuerza  impulsora  que  este  signo viril desarrollará luego en la pubertad,  se exterioriza, 

5 S. Freud: “Tres ensayos…” Ed. S. Rueda, T. 2, pag. 63 
6 S. Freud: “La organización genital infantil”, Tomo XIII, pag. 129 

en este período infantil, bajo la  forma  de curiosidad sexual». 7

Por otra parte en 1909 Freud publica el llamado caso  Juanito  quien,  bajo  el apremio de sus erecciones inicia una actividad investigadora; y, en el mismo  año publica  el  caso  del «hombre de las ratas» donde encontramos ese » .. horror ante su placer ignorado por el mismo». 8

Leamos ahora uno de los párrafos finales de «Más allá del principio del placer» (1920) 9:

«Sería éste el momento de emprender estudios más amplio.

Nuestra conciencia nos facilita desde el interior, no solo las sensaciones de placer y displacer, sino también la de una peculiar tensión que puede ser agradable o desagradable».

Yo diría que los estudios más amplios son los realizado por Lacan y que lo conducen, para hablar de esa «particular tensión», a formular el  concepto  de goce, que le permite traducir «placer ignorado» por «goce ignorado».

De lo anterior se deduce que hay en Freud un  desarrollo  en  paralelo  en cuanto a su concepción del » Wissentrieb «, que  va  desde  un  énfasis  en  la posición egoísta  desde  la que  partiría una  investigación, de origen independiente, y que en el camino de su búsqueda del origen del hermano, se enlazaría a la sexualidad, 

es decir la cuestión  del  conocimiento  o  del  saber  ligada al Yo, hasta un énfasis en  el  desconocimiento  de  un  goce,  como disparador   si    no  origen,  de una    actividad  investigadora  que fuese  a significantizarlo, como vemos en el caso Juanito con las erecciones, y muy singularmente con el horror de un goce «desconocido»  en  el  Hombre  de  las Ratas.

Tendríamos entonces que junto a la emergencia de un goce erótico, en Juanito,  por ejemplo bajo la forma de onanismo, hace su aparición la propia condición de sujeto, pero en tanto que dependiente del Otro, en este caso el Otro materno, de su deseo, en lo que no  habría que olvidar las observaciones de la  tía. Es decir que por  un lado se presenta la relación al goce sexual y al mismo tiempo la ausencia de cualquier seguridad en cuanto a que el acoplamiento, la conjunción, exista como  forma de realización plena. Para este caso, el de una neurosis, la amenaza de castración viene a ocupar allí su lugar. Pero antes de esto se ha disparado ya en  Juanito el «deseo de saber», y en el «Hombre de las Ratas» se ha desencadenado su neurosis, que es también un deseo de saber.

Sobrevolando el tema en Lacan vemos que comienza describiendo el  conocimiento paranoico y considerándolo como la estructura básica de todo conocimiento. Más adelante, acuciado por las circunstancias de la vida institucional 

7 Ib id. Pag. 131
8 S. Freud: “A propósito de un caso de neurosis obsesiva” A. E. T. X, p. 133 
9 S. Freud: “Más allá del principio del placer” S.R. T. II pag. 274 

del psicoanálisis francés, aborda la cuestión en términos de  saber  y ligado a la transmisión. Se trataba de la creación de un instituto con funciones de enseñanza y a continuación de  formalizar  su  propia  enseñanza.  Entonces discrimina distintos tipos de saber y su  relación  con  la  transmisión  e  investiga en los límites del terreno que demarca  y  particularmente en  la  ignorancia, la verdad  y la mentira. Todo esto está desarrollado particularmente en los Libros 1 y 2; ese desarrollo le permite formular la relación entre el saber y la conciencia, es decir caracterizar el inconsciente como  un  «no  sabido». Sin  embargo si  tiene  estructura de saber (al que Freud sitúa de hecho en el  lugar  de la  verdad, cosa  que Lacan  revisa al formalizar sus cuatro discurso donde en  el  discurso  del  inconsciente, que es el del amo, el saber está en la antípoda del lugar de la verdad) …si tiene, como decía, estructura de saber, es porque  está estructurado  como  un  lenguaje;  es función del discurso psicoanalítico poner de relieve esa estructura.

En el camino hay que destacar que de la revisión de la traducción del «Trieb» freudiano queda la diferenciación entre saber y conocimiento (toma de Claudel el significante «co-nacimiento»), caracterizando a este último como no siendo «ningún saber».

Respecto a la primera de las citas de Lacan hago notar  que  se  ciñe  a  la  propuesta de Freud de 1915. En  ella  efectivamente  el  deseo de saber es  el  motor del acceso a la sexualidad, está al servicio de fines egoístas y se orientan a saber el origen de los niños, los semejantes, los «Fremde» (extranjeros) como los llama en el Proyecto, es decir el temido y odiado hermano rival.

Sin embargo y en relación con la segunda cita, no se trata de una pulsión en  sentido estricto, ya que se vale de la pulsión de mirar o escópica y de la pulsión aprehensiva. Con respecto a esta segunda cita también hay que destacar que, efectivamente, por definición el inconsciente sabe, dice Lacan  en el Seminario 21,  sabe todo lo que hay que saber y agrega, en enero del 74:

«el [el inconsciente] sabe de ello más que esa verdad (que  antes definió como contradicción, como fundada  en  el no, como denuncia de lo que se enuncia como falso) y que el hombre no es la mujer».

En este sentido es contradictorio postular un deseo de saber.

Por otra parte está el recorrido que hay  entre el placer ignorado de «El  Hombre de las Ratas» o de Juanito, ante sus erecciones, y este goce  postulado por  Lacan,  como goce insuficiente constituido por el hecho de que el hombre hable. 10

Pero hay que recordar que en el Seminario 7 el saber está puesto en el lugar de objeto, bien que elevado a la categoría de la Cosa, allí por lo tanto no se trata de pulsión sino de amor, al que subyace un deseo.

Esta cuestión  se  hace  ardua cuando se trata de sostener, con Lacan, el concepto de S s S,  al que también  podríamos llamar  supuesto no  tener  

10 Lacan, J.: El Seminario, Libro 20, Paidos

inconsciente  o,  como él dice, «el nada sabio en el no-todo» 11. Es por eso que en los seminarios 20 y 21 la cuestión es retomada insistentemente. Pero si el amor es amor de algo, y en la transferencia se ama al que se supone tenerlo, la cuestión es ¿qué es ese algo que llamamos saber? La respuesta lacaniana según la cual se trata de una articulación significante, que ocupa el lugar de la relación (razón) sexual que falta, deja en pie el hecho de que no  es cualquier articulación. La  determinación según la  cual  ese S 2 (con que escribe el saber)  ha de ocupar el lugar de la  verdad, que es imaginaria, no parece satisfacerlo.

El saber es por lo pronto articulación significante y por eso se constituye en el lugar del Otro. Lugar en que también se constituye el  sujeto en tanto que deseante, con la condición que haya un lugar,  lugar  de falta,  para él.  La  palabra revela  el saber que hay en el lenguaje el cual es  efecto  de  que “hay  Uno”. El  saber  es  el efecto de que hay Otro. 

Uno y Otro no forman cadena; queda el  problema de la relación del saber (S 2) con lo Real,  ese  que sigue siendo tal con  independencia de  que alguien lo sepa. Esto nos conduce a otra vertiente, la  del horror al saber  que  Lacan aborda  de  diferentes maneras. ¿Cómo se  une el  amor  al saber  con  el horror al saber? Leamos el seminario del 23 de  abril de 1974 «Y bien, precisamente, eso  no se une. Es el matrimonio del cielo  y  del infierno».  Quizás en  esto  hay  que incluir que el saber en acto del analista  implica  un  rechazo  del inconsciente.  Lo  que da todo su sentido a la consigna lacaniana según la cual “el analista analiza con su ‘no saber’”

Este deseo de saber, por lo tanto, no es, como al principio creyó Freud, derivado del egoísmo (el origen de hermanito rival), sino, como se deduce del desarrollo de la teoría del complejo de Edipo y de la teoría de la castración, y se puede leer en ”Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci”, derivado de esa castración, del interrogante generado por la falta en el Otro, y su consecuencia, el deseo. De allí también el horror.

M L Soto

11 Ib id
Angeles Molto
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