La metáfora - Oír

La metáfora como…

La metáfora como condición de amor

Una forma de delimitar, en principio, el ámbito de este tema, es abordarlo por la vía de  la transferencia. En los seminarios que van del 16 de noviembre de 1960 al 8 de mayo de 1961 1, Lacan articula rigurosamente el amor y la transferencia usando como texto de referencia «Banquete» de Platón 2.

En la clase del 30 de noviembre dice que tratará del amor como  significante  «…pues para nosotros es uno y es sólo eso, es una metáfora…»

Durante el desarrollo de esos seminarios, Lacan define las posiciones relativas de «erastés», el amante, y «eromenos», el amado, en relación al objeto en el estatuto particular que éste tiene en el amor. Este estatuto es nombrado entonces como «agalma»; el año anterior 3 ya había extraído el «das Ding» freudiano.

Es  así que el  amor  es  definido como la  sustitución de «erastés» por «eromenos». Lo que los dioses estiman  en  más alto grado es  el  amor de Aquiles, en  tanto que a la muerte de Patroclo, pasa de la posición de amado a la de amante.

Recordemos  que  en   1957  escribió  «La  instancia  de  la  letra…» 4 y «De una cuestión preliminar…» 5, con lo cual la función metafórica del Nombre del  Padre  ya  estaba fuertemente establecida, cosa que puede verse también  en  «Las  formaciones  del inconsciente» 6 de ese mismo año.

Inspirándome en  la  conferencia de J-A. Miller, al cierre de nuestra anterior jornada 7, en relación con la estructura elemental del Edipo, propongo formalizar:

Cuando Freud inventa el dispositivo analítico, crea las condiciones de un  nuevo amor que llamó transferencia. Cuando Lacan trabaja ese concepto lo hace, primero, por el lado  del amor (1), en relación con el «agalma» al que se le supone un sujeto;  pero luego esta misma relación de «suposición» la encontramos también en cuanto al saber en la transferencia que, por lo mismo, queda en lugar de «agalma», cumpliéndose las condiciones de la metáfora.

Cuando esta operación se encarna en un analista, en el dispositivo analítico, éste, 

1 Lacan, J. : Seminario 8 inédito “La transferencia”
2 Platón: “El Banquete”. Ed. Guadarrama 1985
3 Lacan, J.: “La ética del psicoanálisis”. Paidos 1988
4 Lacan, J: en “Lectura estructuralista de Freud” Ed. Siglo XXI, 1971
5 Lacan, J. : en “Escritos II” Ed. Siglo XXI 1975
6 Lacan, J.: “Formaciones del Inconsciente”. Transcripción de J. B. Pontalis. Nueva visión 1970
7 J-A. : Observaciones sobre padres y causas. Notas tomadas de la conferencia

como Sócrates, rehúsa esta posición, pero a diferencia de Sócrates no indica su lugar en otro (Agatón).  Porque es analista, indica que es en el inconsciente, como no sabido, que ese Agalma se aloja. El efecto es el amor de transferencia y este amor es puesto al trabajo.

Hay homología entre la metáfora paterna, la metáfora del amor y la metáfora de la transferencia. Pero ¿qué ocurre en la psicosis?, es decir allí donde la  metáfora paterna es  una función fallida. En esos casos nos encontramos con la erotomanía,  es  decir  que también allí tiene lugar el efecto de la transferencia, el dispositivo funciona, pero de una manera particular. Hay la certeza del amor del Otro al sujeto, es decir al individuo en posición de objeto, objeto de goce. Así entonces, si el psicótico  puede,  como  propongo, reunir  las figuras de la  Madre y la Puta es al precio de verse reducido a la condición de desecho de la metáfora, objeto caído a  los pies del Otro o, en el mejor de los casos (el de la metáfora delirante) ocupa el lugar de “La mujer” (la que no existe).

Desde luego es  este  un terreno difícil. Por  ejemplo, J-A. Miller dice (7) que la condición de amor equivale al fantasma fundamental; si la condición de amor  la  postulo  como metáfora, ya que en la psicosis ésta es posible (como delirante), ¿es posible también  el fantasma en esos casos? (Podría  pensarse que precisamente allí no se  cumple la  metáfora como en Aquiles. Los Dres. Lefort lo proponen (8)).

Pero retornemos, habiendo dejado alguna constancia de puntos problemáticos, al eje de nuestra cuestión. Quiero destacar un hecho. En el plano en que Lacan trabaja  «El Banquete», puede hablar, siguiendo a Platón, de hombres y mujeres indistintamente. Encontramos en igual posición a Patroclo (con Aquiles), a Orfeo (con Eurídice), a Alcestes (con Admeto). Es en  el  plano más general donde se  define la  metáfora (como «condición de amor»), allí donde el rasgo aun no importa, ni siquiera el de la «división anatómica».

Si retornamos a la transferencia, al ámbito propio de nuestra  investigación, encontramos que la elección de un analista no es de cualquiera. El analista no es, de  entrada, uno cualquiera. Como lo señala C. Soler 9, en todo caso lo es al final.

Dice Freud 10: «…las condiciones de amor bajo las cuales los seres humanos eligen su objeto…». Mi manera de entender este párrafo es que «la condición de amor» es  necesaria (no cesa de escribirse) para que en efecto, el amor, se produzca; sin embargo  no  es suficiente, si ha de ser aquel amor que los dioses estiman en más alto grado.

La «condición de amor» es necesaria pero aun ha de haber «elección». De esta elección podemos tratar en dos registros. Por un lado tenemos el Edipo, es decir la prohibición del incesto, que al excluir «al menos una» introduce un orden en las 

8 Lefort R & R: Nacimiento del Otro. Paidos 1983
9 Soler C. : «Las respuestas» en Cuadernos del campo Freudiano N´3
10 Freud S.: “Contribuciones a la psicología del amor”, en Obras Completas, T. XI Amorrortu Editores 1986

alianzas. Pero este imperativo  de la  combinatoria  que rige  el sistema de intercambios sólo provee de una definición negativa. Precisamente no nos suministra el «rasgo» positivo que orienta la elección, no nos dice de donde viene ni a que función responde.

Por lo tanto hemos de ver, en el plano de la transferencia (la clínica nos lo reclama), qué  es lo que especifica al analista, qué «rasgo» lo señala como supuesto ser el sujeto que porta   el «agalma». Freud (10) ya nos indicó que esto ocurre en el campo del Otro. La clínica nos lo confirma en la otra de la histérica, presente en todo análisis; también en  el  otro  del  obsesivo. También lo encontramos en esa institución clásica del psicoanálisis (y no solo de él): la derivación. Su nombre lo indica suficientemente y con precisión.

J-A. Miller, en Buenos Aires, después de señalar el énfasis que Freud pone en que la condición del amor es la sustitución, agrega que «…  articula muy bien, la  metáfora de  objeto primordial y la metonimia de los objetos elegidos…».

Ahora no podemos ocultar dos problemas que se nos plantean, por un lado la cuestión del goce (indicado en  el informe de estas jornadas en la pag. 42), y por otro la aplicación de los conceptos de metáfora y metonimia  en  las operaciones relativas al objeto, como tan bien queda expuesto por los Dres. Lefort en el cap. 6 y  en “Conclusiones”(8).

Volvamos a interrogar a la psicosis. Observamos que, en términos generales en ella no hay elección, no hay elección de psicoanalista. Asistimos al desencadenamiento de la erotomanía sin elección de objeto. El de objeto es un lugar ya ocupado. Ocupado por el propio paciente en relación al Otro materno que no es aquí ni la madre del seno, ni, menos aún, la que soporta el barramiento (Ø) sino, en todo caso, la madre «placentaria» que mantiene adherido a sí su producto. La madre que no ha hecho el don de su  amor, que no ha operado en su campo, como «Otro», el pasaje de la demanda oral a la demanda anal.

Lacan en Aun (pag. 137) relaciona el goce con la metáfora. En el mismo texto (Pág. 106) dice que el amor es imposible y, más adelante (pag. 174) completa diciendo que si es imposible es porque es real. Por  esta  vía  pretendo plantear  a  la  metáfora como condición de amor, pero no sólo en el orden  del significante sino en  el  plano del objeto y  en  relación al goce. Esto debería tener efectos sobre el saber, si hemos de  ser  coherentes  con  lo  señalado antes. Efectivamente en el mismo texto (pags. 128 y  165)  nos dice que no hay  deseo de saber y «que su ejercicio solo podría representar un goce»  (y  un  horror, como indica en alguna otra parte).

11 Miller J-A. : Una charla al Simposio en: Deseo y goce. Simposio del Campo Freudiano 1988
12 Elección de objeto y condición de amor. Sextas Jornadas del Campo Freudiano en España 1989
13 Lacan J.: El Seminario. Libro 21 “Aun”. Paidos 1981

En cuanto a la  metonimia, desde los  primeros textos de Lacan, estuvo ligada al objeto. Por   lo   mismo   ésta  (la  metonimia) ha podido ser especificada como operación de separación.  Retornando  al   texto   de J-A.  Miller (9), y según la lectura que propongo, podemos especificar al rasgo como i(a), «…  el  rasgo inventado en  el lugar del significante  de La mujer que no existe»,  y  agrega: «De este modo la  «condición  de amor» se  encuentra en el nivel inferior y  condiciona la  elección  de objeto en  el  nivel superior». Mi  problema con este texto radica en el alcance a dar a este «condiciona». La escritura allí propuesta es la siguiente:

Estos i(a) son los rasgos que suplen la falta del significante del otro sexo, hallándose sin embargo organizados en torno a un significante  (I)  ideal.  Este  ideal  está  en  estrecha relación al padre y al amor al  padre (metáfora  paterna y  metáfora  del amor). De  esto  se trata en  el  nudo borromeo, dice Lacan  el 11 de mayo de 1976 . Y esto es lo que permite formular la perversión como versión del padre.

Si  intentamos responder ahora a la pregunta que dejamos en  suspenso (de donde viene y a que función responde la determinación  del rasgo),  podemos intentar  responder  que hay un lugar en la teoría al que rasgo o elección aluden. Es un lugar que la condición también quizás nombra. Sin embargo propongo mantener «condición de amor» ligada a la metáfora dejando a «rasgo» la función de indicar al objeto (i(a))  cuya  constitución podremos rastrear en la «escena primaria», en el «trauma», así como, quizás, en el pie de Nadia.

Si retornamos ahora a la transferencia podemos decir que junto a la metáfora en que ella se sostiene, se desarrolla  el recorrido metonímico de los objetos. Este movimiento que es de despegue, de separación, es también un recorrido que es caída de los ideales, de los rasgos con los que se identifican los semblantes de «a», «a», que más allá del significante, es lugar de lo indecible, y que más acá, en un análisis, habrá producido la significación suplementaria que es el caro beneficio de la cura.

M. L. Soto

Madrid, marzo de l989

Sextas Jornadas del Campo Freudiano en España. Mesa sobre «Amor y Saber en la Transferencia»

14 Lacan J.: El seminario. Libro 23 “El sinthome”
Angeles Molto
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