
22 Abr Acerca del saber
- – «…el deseo sexual tal como lo entiende el psicoanálisis no es la imagen que debemos hacernos de acuerdo a un mito de la tendencia orgánica: es algo infinitamente más elevado y anudado en primer término precisamente con el lenguaje, en tanto que es el lenguaje el que le da primero su lugar, y que su primera aparición en el desarrollo del individuo se manifiesta a nivel del deseo de saber. Si no se ve que éste es el punto central donde arraiga la teoría de la libido de Freud, simplemente se pierde pie.» 1
- – «Para enseñar ya de una vez una baraja que hubiera podido guardarme un tiempo: no hay deseo de saber, aquel famoso Wissentrieb que Freud apunta en alguna parte.
Freud, ahí se contradice, todo indica -es ese el sentido del inconsciente- no sólo que el hombre ya sabe todo lo que hay que saber, sino que ese saber está perfectamente limitado al goce insuficiente que constituye el que hable.» 2
Se trata en ambas citas de referencias a Freud, veamos pues que dice éste: En S. Freud, en 1910, encontramos que: «El deseo de saber no despierta, que sepamos, espontáneamente, (…)sino que es provocado por la impresión de un suceso importante: el nacimiento de un hermano o el temor a una tal posibilidad, considerada por el niño como una amenaza de sus intereses egoístas.La investigación recae sobre el problema del origen de los niños, (…). Pero como su propia constitución sexual no es apta aún para la procreación, su investigación del origen de los niños tiene que fracasar necesariamente (…). La impresión de este fracaso (…) parece ser muy duradera y deprimente» 3
A partir de este punto desarrolla Freud tres destinos del «Wissentrieb«. En síntesis la pulsión de investigación, sea cual sea su origen, es despertado por la necesidad egoísta de saber de dónde viene o puede venir un amenazante rival (el hermano), esto conduce al «Wissentrieb» al terreno sexual y a partir de entonces queda ligado a la pulsión sexual; esta investigación está destinada al fracaso, no hay verdad para ese saber, debido a lo que en su momento se llamó ausencia de «respondientes», traduciendo (nosotros) el » répondants« francés.
También en 1910 aparece la idea según la cual el problema no es ya la diferencia entre la vida sexual del niño y el adulto, implícita en la teoría de la seducción traumática, sino el origen de los niños. 4
1 “Psicoanálisis y medicina” 16. 2. 66
2 “Aun” pag. 128, 8. 5. 73
3 “Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci” pag. 183
4 “Conferencias en la Clark University”
En «Tres ensayos…» se registra, en nota al pie de ese año de 1910, referencias a la importancia de las «teorías sexuales infantiles», desarrolladas en el artículo de ese mismo título del año 1908. En la sección «La investigación sexual infantil», agregada en 1915, leemos:
«…de los tres a los cinco años, aparecen en él [el niño] los primeros indicios de esta actividad, denominada pulsión de saber (Wissentrieb) o pulsión de investigación (Forschertrieb) [que también conocemos como pulsión epistemofílica o pulsión de saber y que a veces aparece como Wissbegierde, anhelo o deseo de saber]. La pulsión de saber no puede contarse entre los componentes pulsionales elementales, ni colocarse exclusivamente bajo el dominio de la sexualidad. Su actividad corresponde, por un lado a una aprehensión sublimada, y por otro, actúa con la energía del placer de contemplación. Sus relaciones con la vida sexual son, sin embargo, especialmente importantes, pues el psicoanálisis nos ha enseñado que la pulsión de saber infantil, es atraído -y hasta quizá despertado- por los problemas sexuales, en edad sorprendentemente temprana y con insospechada intensidad.» 5
El primer enigma, por lo tanto, no es la diferencia de los sexos sino la procedencia de los niños, y esto por una buena razón, cito un párrafo del § «El enigma de la esfinge» que dice:
En 1923 encontraremos un resumen de sus concepciones hasta el momento.
Dice:
«Al principio, el acento recaía sobre la diferencia fundamental entre la vida sexual de los niños y la de los adultos. Más tarde pasaron a primer término las organizaciones pregenitales de la libido y el desdoblamiento de la evolución sexual en dos fases, hecho éste tan singular como rico en consecuencias. Por último, atrajo nuestro interés la investigación sexual infantil y partiendo de ello, llegamos a descubrir la gran afinidad de la forma final de la sexualidad infantil (hacia los cinco años) con la estructura definitiva sexual del adulto. Hasta aquí, la última edición (1922) de mi teoría sexual.» 6
En este texto, donde se afirma la «primacía del falo» leemos:
«Este órgano tan fácilmente excitable, capaz de variar de estructura y dotado de extrema sensibilidad, ocupa en alto grado el interés del niño y plantea continuamente nuevos problemas a su pulsión de investigación. (…) La fuerza impulsora que este signo viril desarrollará luego en la pubertad, se exterioriza,
5 S. Freud: “Tres ensayos…” Ed. S. Rueda, T. 2, pag. 63
6 S. Freud: “La organización genital infantil”, Tomo XIII, pag. 129
en este período infantil, bajo la forma de curiosidad sexual». 7
Por otra parte en 1909 Freud publica el llamado caso Juanito quien, bajo el apremio de sus erecciones inicia una actividad investigadora; y, en el mismo año publica el caso del «hombre de las ratas» donde encontramos ese » .. horror ante su placer ignorado por el mismo». 8
Leamos ahora uno de los párrafos finales de «Más allá del principio del placer» (1920) 9:
«Sería éste el momento de emprender estudios más amplio.
Nuestra conciencia nos facilita desde el interior, no solo las sensaciones de placer y displacer, sino también la de una peculiar tensión que puede ser agradable o desagradable».
Yo diría que los estudios más amplios son los realizado por Lacan y que lo conducen, para hablar de esa «particular tensión», a formular el concepto de goce, que le permite traducir «placer ignorado» por «goce ignorado».
De lo anterior se deduce que hay en Freud un desarrollo en paralelo en cuanto a su concepción del » Wissentrieb «, que va desde un énfasis en la posición egoísta desde la que partiría una investigación, de origen independiente, y que en el camino de su búsqueda del origen del hermano, se enlazaría a la sexualidad,
es decir la cuestión del conocimiento o del saber ligada al Yo, hasta un énfasis en el desconocimiento de un goce, como disparador si no origen, de una actividad investigadora que fuese a significantizarlo, como vemos en el caso Juanito con las erecciones, y muy singularmente con el horror de un goce «desconocido» en el Hombre de las Ratas.
Tendríamos entonces que junto a la emergencia de un goce erótico, en Juanito, por ejemplo bajo la forma de onanismo, hace su aparición la propia condición de sujeto, pero en tanto que dependiente del Otro, en este caso el Otro materno, de su deseo, en lo que no habría que olvidar las observaciones de la tía. Es decir que por un lado se presenta la relación al goce sexual y al mismo tiempo la ausencia de cualquier seguridad en cuanto a que el acoplamiento, la conjunción, exista como forma de realización plena. Para este caso, el de una neurosis, la amenaza de castración viene a ocupar allí su lugar. Pero antes de esto se ha disparado ya en Juanito el «deseo de saber», y en el «Hombre de las Ratas» se ha desencadenado su neurosis, que es también un deseo de saber.
Sobrevolando el tema en Lacan vemos que comienza describiendo el conocimiento paranoico y considerándolo como la estructura básica de todo conocimiento. Más adelante, acuciado por las circunstancias de la vida institucional
7 Ib id. Pag. 131
8 S. Freud: “A propósito de un caso de neurosis obsesiva” A. E. T. X, p. 133
9 S. Freud: “Más allá del principio del placer” S.R. T. II pag. 274
del psicoanálisis francés, aborda la cuestión en términos de saber y ligado a la transmisión. Se trataba de la creación de un instituto con funciones de enseñanza y a continuación de formalizar su propia enseñanza. Entonces discrimina distintos tipos de saber y su relación con la transmisión e investiga en los límites del terreno que demarca y particularmente en la ignorancia, la verdad y la mentira. Todo esto está desarrollado particularmente en los Libros 1 y 2; ese desarrollo le permite formular la relación entre el saber y la conciencia, es decir caracterizar el inconsciente como un «no sabido». Sin embargo si tiene estructura de saber (al que Freud sitúa de hecho en el lugar de la verdad, cosa que Lacan revisa al formalizar sus cuatro discurso donde en el discurso del inconsciente, que es el del amo, el saber está en la antípoda del lugar de la verdad) …si tiene, como decía, estructura de saber, es porque está estructurado como un lenguaje; es función del discurso psicoanalítico poner de relieve esa estructura.
En el camino hay que destacar que de la revisión de la traducción del «Trieb» freudiano queda la diferenciación entre saber y conocimiento (toma de Claudel el significante «co-nacimiento»), caracterizando a este último como no siendo «ningún saber».
Respecto a la primera de las citas de Lacan hago notar que se ciñe a la propuesta de Freud de 1915. En ella efectivamente el deseo de saber es el motor del acceso a la sexualidad, está al servicio de fines egoístas y se orientan a saber el origen de los niños, los semejantes, los «Fremde» (extranjeros) como los llama en el Proyecto, es decir el temido y odiado hermano rival.
Sin embargo y en relación con la segunda cita, no se trata de una pulsión en sentido estricto, ya que se vale de la pulsión de mirar o escópica y de la pulsión aprehensiva. Con respecto a esta segunda cita también hay que destacar que, efectivamente, por definición el inconsciente sabe, dice Lacan en el Seminario 21, sabe todo lo que hay que saber y agrega, en enero del 74:
«el [el inconsciente] sabe de ello más que esa verdad (que antes definió como contradicción, como fundada en el no, como denuncia de lo que se enuncia como falso) y que el hombre no es la mujer».
En este sentido es contradictorio postular un deseo de saber.
Por otra parte está el recorrido que hay entre el placer ignorado de «El Hombre de las Ratas» o de Juanito, ante sus erecciones, y este goce postulado por Lacan, como goce insuficiente constituido por el hecho de que el hombre hable. 10
Pero hay que recordar que en el Seminario 7 el saber está puesto en el lugar de objeto, bien que elevado a la categoría de la Cosa, allí por lo tanto no se trata de pulsión sino de amor, al que subyace un deseo.
Esta cuestión se hace ardua cuando se trata de sostener, con Lacan, el concepto de S s S, al que también podríamos llamar supuesto no tener
10 Lacan, J.: El Seminario, Libro 20, Paidos
inconsciente o, como él dice, «el nada sabio en el no-todo» 11. Es por eso que en los seminarios 20 y 21 la cuestión es retomada insistentemente. Pero si el amor es amor de algo, y en la transferencia se ama al que se supone tenerlo, la cuestión es ¿qué es ese algo que llamamos saber? La respuesta lacaniana según la cual se trata de una articulación significante, que ocupa el lugar de la relación (razón) sexual que falta, deja en pie el hecho de que no es cualquier articulación. La determinación según la cual ese S 2 (con que escribe el saber) ha de ocupar el lugar de la verdad, que es imaginaria, no parece satisfacerlo.
El saber es por lo pronto articulación significante y por eso se constituye en el lugar del Otro. Lugar en que también se constituye el sujeto en tanto que deseante, con la condición que haya un lugar, lugar de falta, para él. La palabra revela el saber que hay en el lenguaje el cual es efecto de que “hay Uno”. El saber es el efecto de que hay Otro.
Uno y Otro no forman cadena; queda el problema de la relación del saber (S 2) con lo Real, ese que sigue siendo tal con independencia de que alguien lo sepa. Esto nos conduce a otra vertiente, la del horror al saber que Lacan aborda de diferentes maneras. ¿Cómo se une el amor al saber con el horror al saber? Leamos el seminario del 23 de abril de 1974 «Y bien, precisamente, eso no se une. Es el matrimonio del cielo y del infierno». Quizás en esto hay que incluir que el saber en acto del analista implica un rechazo del inconsciente. Lo que da todo su sentido a la consigna lacaniana según la cual “el analista analiza con su ‘no saber’”
Este deseo de saber, por lo tanto, no es, como al principio creyó Freud, derivado del egoísmo (el origen de hermanito rival), sino, como se deduce del desarrollo de la teoría del complejo de Edipo y de la teoría de la castración, y se puede leer en ”Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci”, derivado de esa castración, del interrogante generado por la falta en el Otro, y su consecuencia, el deseo. De allí también el horror.
M L Soto