Kojève XIII

Kojève XIII

Ensayo de una historia razonada de la filosofía pagana II (clase 5)

La Paratesis tética de Platón

II –El desarrollo de Platón de la noción platónica del Concepto

2. La Energo-logía (o Ideo-logía) platónica

Hablando estrictamente, tanto el silencio parmenidiano como la charla sin fin de los discursos sofísticos de los retóricos heraclitianos, se sitúan fuera de la Filosofía propiamente dicha, porque ésta busca la Verdad discursiva, y el primero no es discursivo y los segundos no pueden ser llamados Verdad.

Tendremos que definir la noción de Discurso verdadero para llegar a entender la actitud paratética de la Filosofía.

La definición, llamada objetivista por Kojève, se basa en la coincidencia del sentido de un discurso dado con la esencia de aquello de lo que se habla. Esta interpretación de Verdad discursiva no opone la Para-tesis socrática con la Anti-tesis heraclitiana, porque también para Heráclito hay coincidencia entre Logos y Cosmos, ambos contradictorios en sí mismos y ambos sin fin; los idealistas sostienen que el Logos determina el Cosmos y los realistas lo contrario, pero el resultado es el mismo1.  

Aunque la Para-tesis filosófica rechaza la Anti-tesis por su carácter in-finito porque constatan con razón que el discurso que pretenda tener un sentido in-definido no tiene sentido en absoluto, los filósofos para-téticos, que sostienen equivocadamente la definición objetivista, afirman, como Aristóteles, el carácter finito de cualquier discurso, o rechazan, como Platón, hablar de todo lo que sea in-definido. Se ve, entonces, que no es la coincidencia entre Logos y Cosmos lo que determina la posición para-tética oponiéndose a la Anti-tesis, sino el axioma del carácter definido o finito del Discurso verdadero.

Por otro lado, la interpretación objetivista de lo Verdadero exige una exclusión total de la Tesis filosófica, que no es discursiva, mientras que la Para-tesis sólo la excluye parcialmente; después de haber desarrollado completamente su Discurso, estos filósofos están dispuestos a callarse. También se oponen parcialmente al discurso anti-tético, no aceptan su disposición a hablar sin fin, aceptando la contradicción como inevitable, intrínseca al Logos y al Cosmos, pero en cambio toman de él su decisión de seguir hablando. En el Discurso para-tético el Discurso heraclitiano es limitado por el Silencio parmenidiano, y viceversa: buscan un Discurso que terminará en Silencio.

1 No tomo ni idealismo ni realismo como términos de la Filosofía griega, sino en el sentido que usa la Filosofía actual a partir de Leibniz.

La definición, que Kojève llama subjetiva, se basa en la imposibilidad de contradecir ese discurso, es decir en la obligación de callar, o de redecir el discurso tal cual. El Silencio total, como la Verdad discursiva tienen en común que son definitivos y difícilmente contradecibles.

Los filósofos socráticos, paratéticos, buscaban el Discurso verdadero, lo que llamaban Saber (episteme), o Sabiduría (sofía), es decir una Noción definible, desarrollable en un solo discurso coherente y por tanto finito, o sea un Discurso que pudiera resumirse en una noción única que tuviera un sentido definido. 

Desde luego la idea de un Silencio anterior los inquietaba, incluso algunos tendían a negarlo; pero, visto desde ahora, sus ideas no eran contradictorias, ambos apuntando a la Verdad, se insertan bien en el Sistema hegeliano del Saber.

Ni Platón ni sus sucesores paratéticos suponían deber hablar de todo ni poder acabar todos sus discursos.

Todos los Socráticos, Kant incluido, proponían un Discurso  finito, que sólo tenía que empezar para encontrar su final: ni Silencio absoluto ni Discurso sin fin, y del mismo modo pensaban un Cosmos que no fuera Uno-solo inmutable, ni un fluido sin principio ni fin e intrínsecamente contradictorio.

Platón quiso ser el el filósofo de la Para-tesis: aceptando el Silencio tético de Parménides no quiso sin embargo renunciar al Discurso anti-tético de Heráclito, aunque con la condición de callarse después de haber dicho todo lo que había que decir, por tanto su  Universo es el Universo paratético. 

La Para-tesis filosófica está constituida esencialmente por un discurso que es un fin en sí mismo porque su finalidad es llegar a su final tras su completo desarrollo.

De momento no importa que la Para-tesis tética de Platón plantee que la Esfera eleática tenga su límite el Rio ilimitado de Heráclito que la contendría, o que la Para-tesis antitética de Aristóteles afirme, por el contrario que sea el Rio heraclitiano, devenido circular, el que contenga la Esfera. Lo que importa para la Para-tesis filosófica, para Platón y Aristóteles y hasta Kant, es que haya la Esfera y el Rio a la vez y en el mismo tiempo, en tanto hay el Tiempo. Es necesario que haya por tanto algo que sea el Uno, pero que no sea solo o que sea Muchos sin dejar de ser uno. Es sólo de este Algo que se podrá empezar a hablar, con la determinación de poder y deber llegar a callarse después de haber dicho todo y sólo lo que había que decir.

Platón parece haber sido el primero en darse cuenta que para poder hablar en un Universo, que es la Esfera diáfana parmenidiana, sobre un pretendido cosmos, Multiplicidad fluyente, que que es el Rio heraclitiano -para Platón lleno de cosas más o menos inmundas- es necesario un tercer Mundo intermedio, el Mundo propiamente dicho. 

No podemos vivir en el Universo eleático, ontológico, fuera del tiempo, pero podemos vivir en el Mundo heraclitiano de la Existencia-empírica con la condición de hablar en Verdad del Ser mismo y de que lo que se dice sea la Verdad discursiva.

Si definimos la Verdad objetivamente, es decir como la coincidencia de lo que se dice con aquello de lo que se habla, se puede decir que el Cosmos es objetivamente real.

Ya vimos que Platón se calla absolutamente sobre el Ser-dado doblemente trascendente y veremos que se niega a hablar de la Existencia-empírica fluida donde no puede haber nada verdadero. Propone hablar del Ser viviendo en la Multiplicidad con la condición de producir un Discurso verdadero que constituya la Realidad-objetiva.

Según Platón el Cosmos real es trascendente respecto al  Mundo fenoménico, puesto que el hombre puede hablar del primero viviendo en el segundo, pero no puede habitar el primero ni después de muerto. Sin embargo, aún estando más allá del Mundo, el Cosmos está más acá del Uno solo que Platón llama Dios o el Bien mismo, porque aunque el Discurso verdadero satisface plenamente  al hombre en tanto filósofo, no le dará la beatitud del Sabio que sólo encontrará al final del Discurso en el Silencio que le revelará el Uno inefable. 

Ese Cosmos ideal de Platón se sitúa pues más allá del Mundo fenoménico donde el hombre nace y muere, y más acá del Universo divino del Dios solo. Podemos decir entonces que ocupa un lugar análogo al de la Realidad objetiva en el Sistema de Saber hegeliano entre el ser-dado y la Existencia empírica; de modo que la Teoría de las Ideas de Platón correspondería a la Energo-logía del Sistema del Saber, entre la Fenomenología y la Ontología. Pero la homología entre el Cosmos platónico y la Realidad-objetiva hegeliana contiene una diferencia esencial entre las Energo-logías platónica y hegeliana; los dos hablan de manera muy diferente de la Existencia-empírica y el Ser-dado son cosas diferentes para uno y otro. Así que la Ideo-logía platónica, que sería una Energo-logía ideal, no puede ser realmente un precedente de la Energo-logía hegeliana, que es material. 

Todo lo que es objetivamente real es puesto por Hegel en relación con el Ser-dado que es el Ser-del-que-se-habla, que decimos ser y se contenta con ser silenciosamente, y que es el verdadero objeto de la Onto-logía; mientras Platón pone la Realidad-objetiva, ideal no material, en relación con una identidad inefable, de la que no hay nada que decir y que por tanto no puede constituir sino una Teo-logía. Lógicamente la Para-tesis no es todavía la Síntesis hegeliana; las comparamos para ver la historia que irá conformando el Sistema del Saber subrayando sus diferencias en cada paso.

La Para-tesis filosófica se constituye alrededor de la noción contradictoria de lo Eterno, que se supone ser a la vez la Eternidad atemporal y el Tiempo, cuando no es ni lo uno ni lo otro, aunque participa de ambos. La Para-tesis, tanto la de la Eternidad tética como la del Tiempo antitético,  presenta esta doble negación como una afirmación. Lo Eterno se sitúa, eso si, entre la Eternidad y el Tiempo, que es el lugar de la Realidad-objetiva, entre el ser-dado y la Existencia-empírica. 

El Mundo eterno de Platón es el Cosmos, el conjunto de sus Ideas; no hay otra cosa en el platonismo que pueda ocupar un lugar paralelo al Concepto hegeliano. Lo Eterno es el Concepto para-tético.  La Para-tesis tética de Platón propone definir como Concepto lo Eterno, en relación con la Eternidad situada fuera del Tiempo.

El Cosmos ideal platónico tiene que parecerse más al Mundo divino de su Teo-logía que al Mundo empírico del que Platón habla a veces en su Fenómeno-logía, y siempre con desprecio. El Júbilo discursivo sólo satisface al alma del filósofo Platón en la medida en que anuncia la Beatitud silenciosa. 

Platón construye su Ideo-logía repitiendo lo dichos ontológicos de Parménides y sólo usa los de Demócrito para poder proporcionar a su Discurso los elementos mínimos que generen una Energo-logía que merezca ese nombre (aunque él no la llamara así).

Platón dice claramente que el Cosmos ideal, que constituye él solo la Realidad-objetiva -que Platón llama el Ser-que-es-, que es completamente distinta tanto del Bien trascendente como del Mundo fenoménico, es una Unidad estructurada, cuyos elementos  constitutivos difieren unos de otros, sin poseer ellos estructura interna. El Cosmos de las Ideas es perfectamente ordenado en una jerarquía, una y única en su conjunto, que constituye la estructura interna de la totalidad acabada y cerrada que es la Idea del bien. Este punto de Platón es tomado aún más claramente por Aristóteles, que en este punto ni malinterpreta ni falsifica a su maestro.

Es claro que toma la noción de Atomo indivisible de Demócrito pero para usarla de otra manera: para Demócrito hay una pluralidad de átomos idénticos -lo que significa que la Realidad-objetiva está situada en el Espacio, porque lo idéntico sólo puede distinguirse espacialmente-, para Platón cada Idea es una y única -externa a toda Espacialidad- lo que asegura su objetividad y su distinción absoluta de las demás. 

El Cosmos de la Ideo-logía de Platón no es material sino ideal o lógico: cada Idea es una unidad objetiva, cuya ausencia  de estructura interna, es decir de partes, la hace real, en el sentido de inalterable. Cada Idea es la única que puede ser lo que ella es y no puede devenir otra.

Para Demócrito el carácter inalterable de los átomos se traduce por una oposición irreductible entre ellos, en el Mundo ideal de Platón no hay ningún tipo de fuerza. Vemos que Platón toma de Demócrito la noción de Atomo, pero se separa al máximo de la Energo-logía democritiana, tomándola para redecir a propósito de sus Ideas lo que decía Parménides en su Onto-logía.

Vemos entonces que en Platón la Filosofía consta ya por primera vez de tres campos que podemos comparar con las tres partes del Sistema de Saber hegeliano, pero que no son homólogos: 

  • Que la Onto-logía es discursiva en Hegel, pero que el Ser-Uno-solo en Platón es divino y no se puede hablar de él
  • Y que la Energo-logía es material en Hegel, mientras en Platón es ideal -constituida por Ideas atómicas inmóviles eternas que están en todos lados o en ninguno, fuera del Tiempo y el Espacio- y es en realidad una Ideo-logía a la que se aplican las nociones ontológicas de Parménides.

Kojève nos propone profundizar en la estructura  de lo que llamamos la Realidad-objetiva de Platón, que constituye su Ideo-logía, para ver mejor el carácter contradictorio de esa pretendida Energo-logía.

Angeles Moltó

Marzo 2023

Angeles Molto
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