
06 Ago Kojève VI
Ensayo de una historia razonada de la filosofía pagana I
La evolución de la filosofía durante el periodo pre-kantiano
2 – Las filosofías antitéticas
III – Los esbozos de la Paratesis
Antes de entrar en las Paratesis de Platón y Aristóteles, Kojève habla de esbozos paratéticos anteriores presocráticos: Anaxágoras, Empédocles y Demócrito. No se conocen bien las fechas en que vivieron los dos primeros, se los sitúa en este orden en función de su discurso; Anaxágoras hace un primer esbozo de Paratesis tética, que podemos considerar contestada por la Paratesis antitética de Empédocles.
De Demócrito sabemos que es claramente posterior.
Anaxágoras. Esbozo de la paratesis tética
El propio Aristóteles habla de Anaxágoras como el primero en introducir la noción de causa final en la filosofía.
Es un filósofo auténtico en tanto no habla sólo de Lo-que-es sino también de su propio discurso.
Es el primero que habla explícitamente del Concepto, más que Heráclito, pero incluso más que Parménides. Parece que es su deseo paratético de conciliar Parménides y Heráclito lo que le permite aislar el sentido de la noción de Concepto.
Desde luego es un ecléctico, como Empédocles, que trata de sumar la Tesis y la Antítesis de la filosofía, sin buscar un Discurso paratético propiamente dicho; pero esa sola suma prefigura el primer intento de Sistema completo de la filosofía que elaborará Platón.
Podríamos decir que Parménides desarrolló sólo la Ontología y Heráclito sólo la Fenomenología; Anaxágoras intenta sumarlas manteniendo dos campos complementarios: El Ser, el Concepto, es claramente distinguido de la Existencia empírica; lo que en Platón se convertirá en tres dominios: Ontología, Energología y Fenomenología.
El Nous (razón, pensamiento, alma) de Anaxágoras, lo que llamamos Concepto, es algo material, pero tan fino y tan puro, que se distingue claramente del resto de lo material, y también obviamente del propio Discurso. El Nous es único, no se mezcla con nada, tiene conocimiento razonable de todo, y la mayor potencia, no sólo sobre cualquier alma sino también sobre el conjunto de lo que se mueve en círculo, es decir, el Cosmos; de modo que es el origen del movimiento circular.
Distingue el Concepto de todo lo que es, de cada objeto, pero también del conjunto de todos ellos, el Cosmos. El Nous se encarna, por un lado, en algunos objetos en tanto pensamiento, y determina, por otro, tanto la estructura espacial del Cosmos como su evolución temporal. Existe empíricamente, tanto en cuanto Ley o Esencia del Cosmos del que se habla, como en cuanto Sentido del Discurso (que no considera sólo humano) que habla de ese Cosmos.
Evidentemente se parece al Concepto Uno solo, Uno y único de Parménides, pero el Nous es ilimitado como el Ser del discurso heraclitiano y no limitado como lo era para Parménides. Su Concepto no es el Uno solo inmóvil, la Eternidad parmenidiana, pero tampoco lo Temporal puro de Heráclito; no es claro que predijera el Motor inmóvil de la Metafísica aristotélica, pero prefigura Lo Eterno paratético de Platón, Aristóteles y Kant.
El Nous -cuyo principio es el movimiento circular, que empezó en un punto y se extiende y se extenderá sin límite- conoce todo lo que era mezclado y se separó y se distingue, que sin embargo no está completamente separado; lo único que se distingue radicalmente de todo lo demás es el Nous. Eso ordena lo que fue en el pasado, lo que es en el presente y lo que deberá ser en el futuro. Es Nous tanto lo más grande –la Esencia o la Ley del Objeto uni-total que es el Cosmos- como lo más pequeño –el sentido de una noción particular- pero sin embargo nada es igual a nada.
No es lo Temporal, ni el Movimiento, ni el Cambio o el Tiempo en tanto tal, pero tampoco la Eternidad. Su presencia es siempre y en todos lados la misma: es presente en el presente, luego de haber sido presente en el pasado y será presente en el futuro; es eternamente presente en tanto eterno. Podemos decir, entonces, que es lo Eterno paratético pero no la Eternidad tética.
Este Concepto eterno –como planteará luego Platón- ¿tendrá relación con la Eternidad que es el principio del movimiento circular de todo lo que es en la Duración-extensión, y que sin embargo es exterior a ambas? ¿O tendrá –como dirá después Aristóteles- relación con la Eternidad que es el Movimiento eterno del Eterno-regreso que es el Cosmos en su duración-extensión? ¿O tendrá relación –como dirá mucho más tarde Kant- con el Tiempo en tanto tal, cuyo Presente se intercala entre Pasado y Futuro, aunque él mismo no se presente nunca?
Llegan a ver que Anaxágoras –como todos los eclécticos- se contradice, como no hacen Heráclito o Parménides? Kojève dice que implícitamente, ya que aceptan explícitamente la contradicción entre los elementos de la Tesis y la Antítesis; pero en su explicación de una filosofía, que considera de segunda línea, la contradicción me parece clara.
El Nous de Anaxágoras, siendo el Ser parmenidiano, es también el Discurso de Heráclito, es a la vez la Eternidad y lo Temporal. Este autor, al intentar reconciliar lo inconciliable esboza una Teología que es un principio de Causalidad, que produce el desarrollo perpetuo de un discurso sin fin, que corresponde al vertido discursivo de un sujeto hablante.
El Nous de Anaxágoras se distingue específicamente de la Materia porque es absolutamente homogéneo, mientras ella es un conjunto de Mónadas o elementos estructurados todos diferentes. Pero hay una Mónada tipo –como luego para Aristóteles o Leibniz- que es el organismo vivo.
El estudio de la Mónadas constituye una Fenomenología.
Kojève dice que es tal vez el primero en esbozar una Onto-grafía, asimilando equivocadamente el Ser de la Ontología a una Mónada de las que habla la Fenomenología. El Nous de Anaxágoras, único y creador omnisciente, no puede ser, entonces, sino lo que será más tarde el Dios del monoteísmo.
Fíjense que, sin embargo, no estamos en un pensamiento religioso: “lo que antes llamábamos dios, ahora lo llamamos el inconsciente”, dice Lacan. El Nous de Anaxágoras (razón) no es el Logos (lenguaje) de Sócrates, pero no está muy lejos.
Empédocles y el esbozo ecléctico de la Paratesis antitética
Kojève se pregunta si Empédocles es un filósofo auténtico, si quiso hablar para responder qué es la cuestión del Concepto y de su propio discurso (Desde luego parece que Kojève no lo quiere nada, sin que eso signifique dejar de estudiarlo con todo el rigor). La cuestión es que es el que más se acerca a un discurso que fuera un esbozo ecléctico de Paratesis antitética. Escribe un Poema, como Parménides, pero no escucha a una Diosa, sino que es él mismo quien habla a Pausanias. Apela a los dioses y a una musa, sí, pero para que alejen de él los errores de los hombres ordinarios.
Lo que considera el error máximo de los hombres comunes es imaginarse haber encontrado el Todo, es decir lo que hizo Parménides, cuando lo único que pueden alcanzar son cosas particulares y temporales. Lo peor de esta crítica es que apunta al hombre, no a su Discurso.
Parece más Heraclitiano, pero redice a los dos de una manera que no parece entender lo que dicen, ni darse cuenta de que hablan del Concepto.
No habla del Uno solo, ni del Uno que es Todo, ni del Todo que es uno, sino de un conjunto de cosas particulares y pasajeras, pero que a la vez no pueden nacer ni perecer, y los mortales somos nada antes de aparecer ni después de desaparecer. La contradicción es aún más evidente que en Anaxágoras.
Pretende expresamente reconciliar a Parménides y Heráclito en un sistema ecléctico que pretende sintético. Pretende conciliar la Esfera del primero con el Rio del segundo, diciendo que todo aquello de lo que se habla, el Cosmos y no el Concepto, es en parte Esfera y en parte Rio; pero no los hace coexistir en el espacio, sino en una sucesión temporal cíclica, que ocuparía, dice Kojève, un espacio cuatridimensional siendo la cuarta dimensión pseudo-temporal.
La antropomorfización es evidente cuando dice que el Amor, esférico o parmenidiano, y el Odio, fluido y heraclitiano, tienen cada uno su tiempo.
A pesar de su voluntad de encontrar una paratesis sintética, su posición es en todo caso heraclitiana; redice a Heráclito, prediciendo de algún modo, y ese es su mayor mérito, a Aristóteles. Como para éste, no se puede ni se debe hablar de lo eterno más que en el sentido de la repetición. El Concepto, Cosmos, de Empédocles sólo es eterno en tanto prefigura el Eterno retorno aristotélico, aunque sin la seriedad y la búsqueda de la Verdad de Aristóteles.
El mayor mérito de la filosofía de Empédocles es haber sido el primero en buscar lo Eterno conceptual, que establece el Discurso en tanto Verdad, en el Rio mismo de Heráclito, no por fuera, haciéndolo fluir en círculo. Aunque desde luego esa no era la idea de Heráclito, donde no hay atisbo de Eterno retorno.
La analogía entre Aristóteles y Empédocles es casi completa en el sentido de que ninguno de los dos desarrolló a fondo la idea heraclitiana de la Medida en el sentido matemático, los dos la toman en el sentido de un ley universal pero de cariz cualitativo.
No es claro que Aristóteles hubiese llegado a la idea del Eterno retorno sin Empédocles, pero desde luego éste tenía suficiente con su relativismo escéptico, con contradecir a Parménides y con que se le considerara un hombre más allá de los hombres comunes.
Angeles Moltó
18. 1. 2022